Un ecologista frena a la extrema derecha

30 / 05 / 2016 Alfonso S.Palomares
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La victoria por la mínima de Van der Bellen frente al ultranacionalista Höffer en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Austria abre una etapa decisiva para el futuro del país y tal vez de Europa.

El nuevo presidente austriaco, Alexander Van der Bellen, anuncia ante los medios su victoria en las urnas.

Tradicionalmente las elecciones presidenciales austriacas tenían un bajo perfil político, apenas se les prestaba atención informativa porque la presidencia tiene unos poderes simbólicos y un papel de protocolo con muy poca influencia en los asuntos políticos cotidianos. Hasta ahora han alternado en el cargo personalidades de los dos grandes partidos: los socialdemócratas del SPÖ y los conservadores cristianos del ÖVP. Desde 2008 forman una gran coalición que en los últimos tiempos ha sufrido un gran desgaste, tanto que sus dos candidatos a la presidencia sufrieron una severa derrota en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, celebradas a finales de abril. Sumados los resultados de ambos partidos se quedaron en el 22% de los votos, una debacle si consideramos que en los buenos tiempos se repartían el 80% de los votos. El descalabro perfecto.

Los austriacos se frotaban los ojos para analizar lo que veían, el país se había polarizado en torno a dos opciones radicalmente opuestas. De pronto, el interés por las presidenciales se puso al rojo vivo. Con el hundimiento de los dos grandes partidos se dieron cuenta de que comenzaba una nueva era política. El pasado domingo, los electores tenían dos papeletas que eran dos formas enfrentadas de ver el mundo. Por un lado, los ultranacionalistas del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), que tenían como candidato al ingeniero aeronáutico Herbert Höffer, de 45 años; por el otro, a Alexander Van der Bellen, de 72 años, antiguo catedrático de economía y exportavoz de los Verdes que se presentaba como independiente.

Austria blindada

Höffer exhibía como lema: “Austria y los austriacos primero”. De ahí arrancaba su discurso radical contra los refugiados y contra los inmigrantes en general, especialmente los musulmanes. Es un hecho que la islamofobia se ha instalado en amplias capas europeas, hay una confusión entre islam y terrorismo. Cada ataque terrorista del Estado Islámico (EI) multiplica la sospecha sobre todos los musulmanes, a pesar de que son los países musulmanes los más atacados por los fanáticos del EI. Höffer se opone de manera frontal a acoger refugiados, él y su partido están dispuestos a blindar Austria y levantar todos los muros que hagan falta para que no pasen los huidos de las guerras de Siria y otros países de la zona. Hay que conservar las esencias austriacas amenazadas por la llegada de extranjeros. Está también contra las instituciones europeas y lo que llaman “espíritu decadente de Bruselas”. Anunció que si ganaba la presidencia trataría de forzar unas nuevas elecciones generales.

Frente a este discurso intolerante y xenófobo, Van der Bellen hablaba de espíritu de acogida de una manera programada y de la necesidad de un europeísmo militante que conduzca a los Estados Unidos de Europa. Ha llegado a decir que si ganaba la presidencia lucharía para que un radical nacionalista como Christian Strache, líder indiscutible del FPÖ no ganara las próximas elecciones.

Tensión y suspense

Este enfrentamiento tan polarizado movió a los austriacos a acudir masivamente a las urnas. La tensión en el ambiente era visible, poco romanticismo en las orillas del Danubio, había preocupación en el Gobierno austriaco, inquietud en la Comisión Europea y expectación en los países de la Unión Europea. Existía la posibilidad de que un ultranacionalista ocupara por primera vez la presidencia de un país europeo. Comenzó el recuento de votos. Una tensión de infarto. El ultranacionalista ganó por menos de dos puntos la votación en las urnas, pero faltaban los votos por correo. Parecía una película de suspense. Al fin, a primera hora de la tarde del lunes se hizo público el resultado. El profesor Alexander Van der Bellen, de sensibilidad liberal, ecologista y centrista será el próximo presidente de Austria por tres décimas, 50,3% de los sufragios frente al 49,7% de su oponente Höffer. El país partido en dos. Dos almas. Van der Bellen ha dicho que será el presidente de todos los austriacos, de todos los ciudadanos que vivan en Austria. El primer ministro Christian Kern, socialdemócrata, respiró aliviado. Había apostado por Van der Bellen en esta segunda vuelta y tiene intención de trabajar con él por la idea de la tolerancia y por el europeísmo. Este presidente será más que un símbolo protocolario.

Kern fue nombrado primer ministro hace dos semanas, Van der Bellen tomará posesión de su cargo el día 8 de julio, sucediendo a Heinz Fischer. Como consecuencia de las primarias y a la vista de los pésimos resultados de los partidos de la coalición gubernamental, el canciller socialdemócrata, Werner Faymann, decidió presentar la dimisión. Fue duro, pero consideró que no tenía otra alternativa, había que dejar a otro para relanzar el proyecto. Entre los desafíos que tiene su sustituto Kern está el de primar la creación de empleo. Conviene precisar, para que el lenguaje no nos lleve a extrañas conclusiones, que el paro en Austria no llega al 6%, así que reflexionen ustedes. Se abre en Austria una época apasionante y decisiva para el futuro del país y tal vez de Europa.

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