Tsipras encarna de nuevo la esperanza en Grecia

28 / 09 / 2015 Alfonso S. Palomares
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El órdago lanzado por el líder de Syriza al convocar elecciones anticipadas le ha proporcionado una segunda victoria, aunque con una alta abstención. Ahora debe superar los obstáculos para conseguir un tercer rescate para su país.

Durante su apasionado viaje por Grecia a principios del siglo XIX, el poeta Lord Byron escribió: “Oh Grecia, ¿quién te liberará de una esclavitud a la que estás demasiado acostumbrada?”. La verdad es que el destino sobre el que tanto reflexionaron los pensadores griegos nunca fue generoso con su país. Los dioses malvados prevalecieron con frecuencia sobre los bondadosos. Ahora el pueblo griego ha elegido de nuevo a Alexis Tsipras para que le libere de la esclavitud a la que estaba demasiado acostumbrado, como dijo Byron. ¿Lo conseguirá en esta ocasión? Esa es la pregunta y el desafío.

Tsipras, al frente del partido Syriza, acaba de ganar claramente las elecciones contra muchos pronósticos, empezando por los del ala más radical de su partido, que le ha plantado cara desde una nueva formación llamada Unidad Popular. Para entender esta victoria en la que ha triunfado el carisma de Tsipras frente a la lógica aristotélica debemos reconstruir telegráficamente los avatares políticos de los últimos meses. En enero se celebraron elecciones generales con una Grecia desahuciada. Las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas y aplicadas con celo por el partido derechista Nueva Democracia estaban asfixiando a la mayoría de los griegos. En ese ambiente se celebraron las elecciones en las que el joven Alexis Tsipras, al frente de Syriza (que significa “izquierda radical”), ofrecía unas propuestas liberadoras de la austeridad. Prometía que los siniestros hombres de la Troika no volverían a pisar Atenas.

Subyugados por estas promesas, los griegos le votaron con entusiasmo, quedando al borde de la mayoría absoluta. Llegó la realidad y convirtió las promesas en sueños. Poco a poco, la realidad le fue ganando el pulso y las promesas se estrellaron contra las murallas de la Troika. Las condiciones que le imponían al país para concederle un nuevo rescate económico, que necesitaba como el aire para respirar, eran leoninas. Antes de aceptarlas, Tsipras convocó un referéndum para que el pueblo decidiera, él defendía el No con el argumento de que ese No le fortalecería en las negociaciones con Bruselas. Ganó de forma aplastante. Protegido por la coraza de ese No se presentó en Bruselas.

Sin alternativas. La Troika le destrozó la coraza, vino lo del corralito económico, Yanis Varoufakis y todo eso. A Varoufakis lo retiraron de las negociaciones y terminó dimitiendo. A Tsipras no le quedaba otra alternativa que aceptar las cada vez más duras condiciones para conseguir un tercer rescate. Las aceptó y las defendió ante el Parlamento. Visto desde la lógica, se trataba de una derrota aceptada, aunque fuera una amarga derrota. El ala más radical de su partido, encabezada por el ministro de Energía, Panayotis Lafazanis, secundado por Varoufakis y la presidenta del Parlamento, Zoi Konstantopoulou, defendió el voto en contra y le acusó de traicionar el referéndum y otras lindezas. Era partidaria del Grexit antes que someterse a las imposiciones de Bruselas. Tsipras ganó la votación parlamentaria con la mayoría de los suyos y con el apoyo de Nueva Democracia y el Pasok. En la carrera de envites y desafíos, Tsipras lanzó un órdago convocando nuevas elecciones generales. Las acaba de ganar y ha formado Gobierno con sus antiguos socios, el partido de la derecha soberanista Griegos Independientes, liderado por Panos Kamenos.

Los rebeldes de Syriza acudieron a las elecciones con Unidad Popular, que al no lograr el 3% de los votos ha quedado fuera de la Cámara, en las tinieblas exteriores, lo que significa que Tsipras se libera de los virulentos ataques de sus excompañeros en los debates parlamentarios. El nuevo primer ministro va a afrontar graves problemas en tiempos difíciles, tiene que aplicar las políticas de austeridad. Los griegos han decidido que la aplicación de las medidas de recortes las haga Tsipras en lugar de Vangelis Meimarakis, líder de Nueva Democracia. El renovado primer ministro ha declarado que va a trabajar duro para apoyar a los más pobres, al pueblo, en favor de la justicia social para lograr en cuatro años una Grecia más poderosa y justa y un pueblo que ha recuperado el orgullo. Grecia, continuó diciendo, es sinónimo de lucha y dignidad.

Abstención y desgana. El ambiente de estas elecciones ha sido muy distinto de las de enero, aunque Syriza ha ganado con el mismo margen, pero sin el entusiasmo que caracterizó la victoria anterior. Ahora los griegos han acudido a las urnas con desgana, solo ha votado el 55% del electorado. Desde el punto de vista político, el Gobierno es sólido: 155 diputados en un Parlamento de 300. Una mayoría absoluta confortable que necesita para afrontar los graves decisiones que le esperan para reestructurar el país si quiere reestructurar la deuda. Para que le entreguen los 86.000 millones del tercer rescate va a tener que superar muchos obstáculos, desde los recortes en pensiones a privatizar los puertos del Pireo y Tesalonia y, por supuesto, los ajustes en el sector financiero recapitalizando la banca. Necesita la rapidez de Aquiles y la intuición de Ulises para liberar a Grecia de la esclavitud como pedía Byron.

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