Retrato de familia

03 / 05 / 2016 Luis Reyes
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Las familias reales se retratan para expresar el poderío dinástico. Cuantas más generaciones, mejor. Cuatro aparecen en las fotos de la reina de Inglaterra, pero también en el bautizo de Felipe VI.

Para celebrar sus 90 años Isabel II se ha retratado con sus tres herederos directos, Carlos, Guillermo y Jorge. Es obviamente una exhibición del vigor de la monarquía británica, de su estabilidad y presencia inmarchitable. La foto, hecha para sacar las efigies de unos sellos de correos, tiene truco: el pequeño Jorge está de pie sobre cuatro tomos de la Encyclopaedia Britannica. La apariencia, la parafernalia ritual, lo que los ingleses llaman regalia, es la esencia del encanto de la realeza. Tanto como la tradición y la permanencia. Precisamente hace 117 años, en 1899, otra reina tan longeva como la actual pudo hacer exactamente lo mismo: Victoria se fotografió en un póquer de reyes con su hijo Eduardo VII, su nieto Jorge V y su bisnieto Eduardo VIII, un bello niñito vestido de marinero que provocaría, por cierto, la mayor crisis de la monarquía británica en los tiempos modernos. Eduardo VIII intentó casarse con una aventurera americana admiradora de Hitler, que le convertiría en agente nazi, pero fue obligado a abdicar antes de cumplir un año en el trono. Por fortuna, Jorge V tenía cuatro hijos varones, y simplemente corrió el turno al segundón Bertie, un hombre tímido y tartamudo, pero que con el nombre de Jorge VI reinaría ejemplarmente en los terribles años de la Segunda Guerra Mundial. Fue el padre de Isa-
 bel II, de forma que entre esas dos fotografías presentan ocho generaciones dinásticas sucesivas.

Los retratos familiares de las casas reales trascienden con mucho el ámbito de las relaciones íntimas o su valor artístico, por alto que sea. Las regias familias se retratan para poner de manifiesto la pervivencia de la dinastía: cuantas más generaciones y miembros, mejor, el número importa más que nada. Por eso las Meninas, donde solo están presentes Felipe IV, su segunda esposa y su hija, pese a ser un icono del arte, “la teología de la pintura”, es también la expresión de un fracaso histórico, el de la Casa de Austria española en su decadencia, pues la dinastía se extinguirá con el sucesor de Felipe IV.

El caso inverso es el de La familia de Felipe V, de Van Loo, un cuadro artificioso a años luz de la gracia de Velázquez, pero manifiesto del poderío de la nueva dinastía borbónica, pues aparecen 14 personas de tres generaciones, incluidos cuatro hijos varones de Feli-
 pe V que aseguran soberanos no solo para España, sino para los Estados de Nápoles y Parma. Tres siglos después los Borbones siguen reinando en España.

Ningún retrato de la Casa Real española tiene sin embargo la trascendencia política del que se hizo el
 8 de febrero de 1968, donde están las claves del fin del franquismo y la restauración de la monarquía parlamentaria, es decir, la transición a la democracia, hoy ninguneada por los más ignorantes.

Bautizo real

La ocasión fue una fiesta familiar, pero de una familia muy especial que, pese al destronamiento de Alfonso XIII, la República y el franquismo, seguía considerándose –y considerada por las otras monarquías europeas– la Casa Real de España. Era el bautismo del primer hijo varón del Príncipe de Asturias, don Juanito, a su vez hijo de Juan III, el rey de España –sin corona– para los monárquicos. Así les conocían en su círculo íntimo, aunque en la escena pública pasarían a la Historia como don Juan Carlos y don Juan, conde de Barcelona, respectivamente, mientras que el neófito sería nuestro actual rey, Felipe VI.

En ese retrato de familia, que no es un retrato de estudio sino la típica serie de fotos de un bautizo, posa alguien que, sin ser pariente, es quien más manda en ella, como un viejo padrino rico a quien todos bai-lan el agua por la herencia: el general Franco. Aparece en la equívoca imagen del viejecito bonachón porque es él, su clemencia, la que ha permitido esta reunión dinástica de cuatro generaciones, impedida durante los 32 años anteriores, que son los que lleva el dictador en el poder.

El protagonismo de las imágenes que aparecerían en las revistas del corazón de la época se centra en tres personajes dinásticos. En primer lugar, la matriarca, doña Victoria Eugenia de Battenberg, consorte de Alfonso XIII y última reina de España, con su bisnieto Felipe en brazos, porque es la madrina. No había vuelto del exilio desde que el 15 de abril de 1931 salió del Palacio Real de Madrid por la puerta de atrás, por el Campo del Moro, en automóvil y con sus hijos. Para no llamar la atención se fue, sin séquito de palaciegos, a la estación del Escorial, donde tomó el tren de Francia. Su regreso por el aeropuerto de Barajas el 7 de febrero de 1968 supuso una manifestación monárquica, con pancartas y gritos de adhesión. No permitía la Policía esos desahogos durante el franquismo, pero en este caso no intervino por órdenes de arriba.

Para leer el artículo completo puede comprar la revista de papel o acceder a la versión digital en Tiempo, Zetakiosko o Kiosko y más.
Grupo Zeta Nexica