Objetivo: aplastar al Estado Islámico

17 / 01 / 2017 Alfonso S. Palomares
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La derrota militar de los yihadistas en los territorios que tienen bajo su control en Siria e Irak no acabará definitivamente con el terrorismo islamista, pero sí será el principio del fin de la pesadilla.

Policías y personal sanitario en el lugar del atentado de Jerusalén el pasado 8 de enero

Los yihadistas del Estado Islámico (EI) se han convertido en la pesadilla sangrienta en varios países de la Tierra, desde Alemania o Francia a Bangladés, y desde Estados Unidos a Turquía o Jerusalén, y por supuesto en Siria e Irak, en cuyas geografías asientan el territorio de su califato. Morir y matar son los verbos más conjugados por esta legión de fanáticos.

Hace unos días en Jerusalén, el joven Fadi al Qunbar lanzó su camión sobre un grupo de militares israelíes causando la muerte a cuatro y dejando una docena de heridos de gravedad. Fue abatido en plena acción. La hermana de Al Qunbar elogió su martirio diciendo: “Fue enviado por Alá y ha logrado una muerte dulce y bella”.

Los yihadistas han convertido los camiones en una eficaz arma de combate, que ensayaron con pavoroso éxito el pasado verano en el Paseo de los Ingleses de Niza y estas navidades en Berlín. Esta fascinación por la muerte multiplica su capacidad para sembrar el terror. Hoy ya nadie duda de que una de las maneras de poner fin a esta constante barbarie es expulsar al Estado Islámico de los territorios que ocupa en Siria e Irak y en esa tarea están rusos, iraquíes, turcos, kurdos, sirios y los países que forman la coalición liderada por Estados Unidos que participan en la lucha con bombardeos constantes y sistemáticos. Dejar sin territorio al EI sería el comienzo de su derrota. En eso están. Con ese objetivo se están llevando a cabo encarnizados combates por la reconquista de Mosul, que, junto con Raqqa, es una de las capitales del califato y la ciudad más grande y simbólica que controlan o controlaban. No está resultando un paseo militar precisamente, se combate casa por casa, pues los yihadistas utilizan a los civiles como escudos humanos, parece que ya está dominada la mitad de la ciudad. Los bombardeos tienen que ser muy selectivos para evitar irreparables daños colaterales. La identificación de objetivos militares no resulta fácil, ya que los yihadistas tienen centros de operaciones en escuelas y hospitales. La caída de Mosul tendría un efecto devastador en la moral de los yihadistas, no olvidemos que fue en la mezquita de esa ciudad donde Abu al Baghdadi se autoproclamó califa de todos los musulmanes, en 2014.

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