Nigeria: elecciones en un caos de violencia

28 / 01 / 2015 Alfonso S.Palomares
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El terror de Boko Haram impide al Gobierno garantizar el derecho al voto en todo el país en unos comicios que podrían avivar las tensiones étnicas, religiosas y sociales.

El 14 de febrero se celebrarán elecciones presidenciales en Nigeria, el país más poblado de África con 175 millones de habitantes. En los últimos meses son muchas las noticias que llegan de Nigeria y todas malas, con el absoluto protagonismo de la violencia islamista protagonizada por Boko Haram que disputa al Estado Islámico el sadismo de la barbarie. Este movimiento encuadrado en el fundamentalismo islámico comenzó a operar hace seis años y desde entonces ha protagonizado acciones tan espectaculares como el secuestro de más de 200 niñas en una escuela para utilizarlas como esclavas sexuales o venderlas como tales. Han pasado nueve meses y su paradero sigue siendo desconocido.

Al igual que el Estado Islámico o Al Qaeda, Boko Haram quiere construir una sociedad organizada conforme a las normas de la sharia y vivir el islam como en los tiempos del Profeta. Hasta el momento no se ha decantado por Al Qaeda ni por el Estado Islámico, solo trata de emular la barbarie de ambos. Su aspiración es llegar a establecer un califato en el nordeste nigeriano y en las fronteras de Camerún, Chad y Níger, y en sus proclamas hablan de extenderlo también por todos los países del Sahel. Matan a destajo, especialmente a los cristianos de las distintas confesiones y también a los musulmanes que están en desacuerdo con su radicalismo. A niños, mujeres y ancianos. No distinguen. Su crueldad raya con límites inauditos. En el ataque a la ciudad de Baga asesinaron a una mujer mientras estaba dando a luz. También envían a jovencitas con cinturones de bombas para que se inmolen en mercados y lugares públicos causando verdaderas masacres. Una de las más llamativas de estas acciones fue la de hace tres semanas en el mercado de la ciudad de Maiduguri, donde una niña de 10 años voló por los aires llevándose por delante a otras 17 personas y causando numerosos heridos. Los de Boko Haram están cada vez mejor armados y hoy se puede decir que forman un verdadero ejército.

En esta trágica coyuntura, el país tiene una cita con las urnas el próximo día 14 de febrero. Aparte de Boko Haram, Nigeria tiene otras tensiones y problemas que conviene analizar y conocer para tener un retrato de la situación política y económica en vísperas de las elecciones.

Debate constitucional.

Después de teatralizar durante varios meses si se presentaba o no se presentaba, el presidente Goodluck Jonathan, del Partido Democrático del Pueblo (PDP), decidió presentarse a un segundo mandato o a un tercero, depende de cómo se mire. Jonathan era vicepresidente cuando el presidente Umaru Musa murió y le sucedió en la presidencia, al año siguiente ganó las elecciones y ahora se vuelve a presentar. Esta situación abre dos debates en las descarnadas luchas políticas del país. La Constitución nigeriana dice que no se puede ser presidente más de ocho años y Jonathan permanecerá nueve en el poder si gana las próximas elecciones. Conviene decir que desde la oposición no han insistido en este argumento mientras que dentro de su partido las tensiones por este asunto están teniendo gran relieve, aunque la candidatura ha sido aceptada oficialmente.

El PDP ha dominado la vida política de Nigeria desde 1999, cuando se restableció la democracia, y en su seno militan cristianos y musulmanes, del Norte y el Sur. La mitad de los nigerianos practica la religión musulmana y la otra mitad la cristiana, donde los más numerosos son los católicos, pero también hay importantes comunidades de anglicanos y pentecostales. Norte y Sur son dos conceptos clave para entender la vida política de Nigeria. En el Norte predominan los musulmanes, lo que explica el fenómeno de Boko Haram, y en el Sur, los cristianos de las distintas confesiones. En un acuerdo interno no escrito, los dirigentes del PDP habían pactado la alternancia en la presidencia del Estado entre los líderes del Norte y del Sur: cuando uno de ellos cumpliera los dos mandatos el candidato siguiente debía ser de la otra zona geográfica. El anterior presidente, Umaru Musa, del Norte, murió cuando llevaba tres años al frente del país y le sucedió el sureño Jonathan. Y de ahí viene el lío. Los del Norte entienden y reclaman que el próximo presidente debería salir de sus filas. Esto puede tener mucha influencia en los próximos comicios, ya que las tensiones han crecido de modo alarmante y son muchos los cargos y militantes del PDP que se han pasado al opositor Congreso de Todos los Progresistas (APC, por sus siglas en inglés), dándole bazas para jugar con grandes posibilidades de ganar.

El petróleo es la primera fuente de ingresos del país, por lo que la caída de los precios está acentuando la profunda crisis. Al ser tan importante el petróleo en la economía también es la causa de interminables luchas y corrupciones. En Nigeria hay un mercado paralelo del crudo con unas transacciones de 34 millones de dólares (29 millones de euros) al día. En el debate Norte-Sur dentro del PDP intervino Edwin Clark, notable líder de la etnia del presidente, que dijo: “Es natural que dirija el país quien lo alimenta”. La frase se refiere a que Jonathan nació en el delta del río Niger, donde se produce la mayor cantidad de petróleo y la desdichada frase ha elevado en muchos decibelios el rechazo desde el Norte hacia sus correligionarios del Sur. El beneficiado de la pelea interna es el otro gran partido que aspira a gobernar, el APC, que nació hace dos años de la fusión de cuatro partidos. El choque entre estos dos grandes (las demás formaciones no tienen ninguna posibilidad de gobernar), está alcanzando una virulencia sin concesiones y en sus golpes utilizan la religión, las culturas étnicas y las diferencias regionales. Incluso en la vertiente judicial están librando agrias batallas. Nigeria es un mosaico de unos 200 grupos tribales. El APC acusa a Jonathan de manipular a los cristianos apoyándose en el conocido pastor de los pentecostales Ayodele Oritsegafor, y de utilizar sin pudor los resortes del Estado para la campaña. El candidato del APC es Mohamed Buhari, un antiguo general golpista que ya fue presidente a principios de los 80 y que ha perdido tres elecciones. Buhari es musulmán y del Norte y lleva como vicepresidente a Yemi Osinbajo, cristiano y del Sur.

Un veredicto dudoso.

El gran desafío de los nigerianos es neutralizar y eliminar el terrorismo de Boko Haram, y los dos candidatos prometen hacerlo, pero son conscientes de que carecen de medios para lograrlo. Ni el Ejército ni la Policía están en condiciones de conseguirlo, ya que carecen del armamento y de la preparación apropiada. Para acabar con Boko Haram necesitan el apoyo exterior, como en la lucha de Irak contra el Estado Islámico, donde una coalición encabezada por Estados Unidos articula a más de 50 países. En cambio, dice el arzobispo católico Ignatiu Kaigama, Nigeria está sola. Hace siete años, el país era uno de los grandes galgos económicos emergentes, llegando a crecer el 9% en 2008, lo que atraía a grandes inversores de todo el mundo. Ahora, aunque aquel impulso ha decrecido, Nigeria sigue siendo un país con gran potencial económico pero con enormes diferencias sociales, casi la mitad de los nigerianos viven con algo más de un dólar al día.

Hay también la duda de si el perdedor aceptará el veredicto de las urnas ya que va a ser difícil, por no decir imposible,  ejercer el derecho al voto en los Estados de Borno, Yowe y Adamawa, porque el Gobierno no puede garantizar la seguridad frente al terrorismo islamista de Boko Haram.

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