Merkel no lo tiene tan claro

16 / 09 / 2013 10:39 Salvador Martínez (Berlín)
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La canciller alemana no se fía de los sondeos que le atribuyen una victoria holgada en las elecciones generales del 22 de septiembre. Si aciertan las encuestas, la coalición con los liberales podría repetirse.

Alemania tiene una cita decisiva en las elecciones generales del 22 de septiembre. Toda Europa estará mirando los resultados de unos comicios estrechamente vinculados al devenir del Viejo Continente, donde la recuperación económica tan solo es algo incipiente. Las encuestas sitúan como clara favorita a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera la canciller Angela Merkel, que no ha dejado que se le vaya de las manos una contienda en la que su principal rival, Peer Steinbrück, el aspirante del Partido Socialdemócrata (SPD), ha esperado hasta el final para ofrecer su mejor cara.

A sus 59 años y con un par de mandatos al frente de la mayor economía europea, Merkel no se fía. Los sondeos de intención de voto le son favorables, pero la jefa del Gobierno alemán entiende que todavía no hay nada decidido. “Si uno cree que seguiré siendo canciller pase lo que pase, puede ocurrir que uno se despierte” después de las elecciones “con una coalición roja-roja y verde”, ha dicho Merkel en un reciente acto electoral en Tréveris, refiriéndose a la posibilidad de que el SPD, Los Verdes y los comunistas de Die Linke se alíen para impedir que salga relegida canciller por tercera vez.

“Merkel debe jugar con la amenaza de una coalición de izquierdas para movilizar a sus electores, pero sabe que este tipo de coalición no es algo realizable”, dice a Tiempo Peter Matuschek, analista en el instituto de sondeos Forsa. Hasta el diario progresista Süddeutsche Zeitung se ha referido a la imposible formación de ese frente popular germano con términos despectivos: “Una fantasía izquierdista”.

Lo que indican las encuestas sobre la intención de voto no es una entelequia. Todas ven al partido de Merkel como el más votado. A la CDU se le atribuye, en general, un 40% de los votos. Ese porcentaje, sumado al 5% que muchos suponen ahora que ganará el Partido Liberal Demócrata (FDP), el socio de la CDU en el Gobierno, permite pensar que los electores renovarán el mandato que los conservadores recibieron en 2009, después de cuatro años de la Gran Coalición entre democristianos y socialdemócratas.

De este modo, Forsa ha presentado recientemente un sondeo según el cual la CDU gozará de la mayoría parlamentaria junto con sus hermanos bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU) y el FDP. “Pero aún hay que esperar para ver si esto acaba ocurriendo”, señala algo escéptico el propio Matuschek, uno de los responsables de ese estudio. En la encuesta, ni siquiera la unión de los votos atribuidos al SPD, Los Verdes y Die Linke superaría el 45% de los conservadores. Según los datos de Forsa, socialdemócratas y ecologistas –cuya alianza excluye a los comunistas– están doce puntos porcentuales por debajo de sus rivales del Gobierno.

Una adversidad que no han podido superar las formaciones progresistas es la ausencia de temas importantes en el debate público que hayan servido para sacar a relucir sus propuestas. “Si no fuera porque Berlín está cubierta de carteles electorales, un extranjero en la ciudad no se daría cuenta de que se van a celebrar elecciones. Y si por casualidad el visitante mira esos pósters” o “lee los programas de los partidos, se acabaría preguntando de qué va esta campaña”, comentaba en un editorial Michael Wohlgemuth, director del think tank Open Europe Berlin y para quien la campaña electoral está resultando “aburrida”.

Con todo, los partidos han abordado políticas relacionadas con el mercado laboral, dedicando promesas para la creación, por ejemplo, de un salario mínimo. También dicen que quieren tocar la seguridad social y las pensiones, y en menor medida se han ocupado del problemático abandono de la energía nuclear previsto para 2022. “La estrategia del SPD ha sido concentrarse en las temáticas sociales para competir con la CDU, pero los cristianodemócratas han sido muy buenos incorporando en su programa estos temas a través de propuestas”, apunta a este semanario Katharina Gnath, experta en cuestiones económicas de la fundación Neue Verantwortung, otro think tank berlinés. “La CDU ha demostrado que no es como otros partidos conservadores en Europa, pues se trata de un partido mucho más social”, añade.

El programa de Merkel incluye, entre otras cosas, la ampliación de las ayudas a las familias con niños, aumentos en las pensiones de las madres solteras y en las de las personas con menos ingresos, además de gastos multimillonarios en infraestructuras. “Unas finanzas sólidas e inversiones sensibles no son una contradicción”, ha dicho la canciller para defender sus propuestas. El SPD contempla, por su parte, la notable creación de un salario mínimo generalizado de 8,50 euros la hora –que compite con la remuneración mínima negociada por sectores ideada por la CDU–, subir los impuestos a casi el 50% a quienes ganen más de 100.000 euros anuales, fomentar que haya más plazas para niños en las guarderías y potenciar la inversión pública.

Resulta paradójico, pero en el país que más ha promovido la austeridad para salir de la crisis en Europa han aflorado programas políticos generosos en lo social, una deriva ante la que ha protestado a su manera el Instituto para la Investigación Económica de Colonia (IW, por sus siglas en alemán). Un informe publicado este verano por dicha institución señalaba que, de poner en marcha la CDU su programa tras las elecciones, en un lustro se perderían 100.000 empleos en Alemania, y el PIB se contraería un 0,1%. En caso de que Steinbrück desbanque a Merkel y lleve a buen puerto sus promesas, de acuerdo con el IW, la contracción de la economía en cinco años sería del 0,7% y se perderían el triple de puestos de trabajo.

Lugar marginal para Europa.

Solo una cuestión de orden europeo ha tenido relevancia en la campaña electoral germana. A saber, un eventual tercer rescate a Grecia. Ese fue el único asunto relativo al Viejo Continente que se trató en el debate televisado entre candidatos, el 1 de septiembre. A la vista de unos 17,6 millones de telespectadores, Merkel y Steinbrück se midieron durante hora y media en un ejercicio de comunicación del que el aspirante socialdemócrata salió bien parado, aunque en el plató se evidenciara que desde Berlín no llegarán nuevas soluciones para la penosa situación económica europea. “El SPD tampoco puede criticar mucho a la CDU sobre la política anticrisis en Europa porque ha apoyado todos los rescates aprobados en el Parlamento”, recuerda Matuschek.

Rescatar otra vez a Grecia es un tema muy sensible para la opinión pública germana, cansada de tener que ayudar a las economías deprimidas del continente. De cara a los espectadores, y en parte gracias a que solo se trató el espinoso asunto heleno pasada la hora de debate, Merkel y Steinbrück “lo hicieron mejor de lo que se esperaba” en su duelo televisivo, constata Dieter Bräuninger, analista del Deutsche Bank. El socialdemócrata estuvo especialmente bien, pues según las encuestas realizadas tras el debate, el candidato del SPD logró un 54% de aprobación entre electores indecisos, mientras que Merkel se quedó en el 35%.

De ahí que Gnath estime posible que los socialdemócratas mejoren sus expectativas electorales para el 22 de septiembre. “Pese a haber contado hasta ahora con malos resultados en los sondeos, el SPD probablemente mejore antes de las elecciones”, dice la investigadora de la fundación Neue Verantwortung. No obstante, un repunte del SPD no significa que la popularidad de su candidato acabe siendo comparable a la de Merkel. “Los electores prefieren a la canciller”, afirma Matuschek.

Un futuro Gobierno impredecible.

El margen de mejora que presenta el SPD gracias al buen hacer televisivo de Steinbrück, todo un exministro de Finanzas de 66 años, es un elemento que se añade a los factores que nutren la incertidumbre electoral en Alemania. Porque si bien está fuera de toda duda que la CDU será el partido más votado, todavía queda por aclararse la composición del futuro Gobierno.

Excluyendo la posibilidad de que se redite una Gran Coalición, el FDP, Los Verdes, y hasta cierto punto Die Linke pueden convertirse en socios menores de alianzas gubernamentales que acaben dando un perfil más liberal, ecologista o social a un determinado gabinete. Por otro lado, formaciones que tienen casi imposible la representación parlamentaria, como los euroescépticos de Alternativa para Alemania, o el Partido Pirata, son capaces de restar importantes votos a las fuerzas políticas tradicionales de derecha e izquierda.

Por eso el 22 de septiembre se celebrarán “de lejos, las elecciones alemanas menos previsibles”, según Wolfgang Gibowski, politólogo de la Universidad de Potsdam. Además, en Alemania “la gente decide a quién votar cuanto más se acerca la jornada electoral”, según el diputado liberal Michael Spatz. En este contexto, es previsible que los alemanes hagan esperar a Europa para dar a conocer quién será su líder. Puede que esto no se sepa hasta pasado el día de las elecciones. La formación de alianzas en el Gobierno también puede llevar su tiempo.

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