Macron, imparable hacia el Elíseo

28 / 04 / 2017 Alfonso S. Palomares
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El candidato de En Marcha, sin apenas experiencia política, ha logrado en un año situarse en cabeza de la carrera por la presidencia de Francia, tras una primera vuelta electoral que ha dinamitado los esquemas de la política tradicional.

Emmanuel Macron se dirige a sus seguidores en París tras conocer los resultados electorales. Foto: Eric Feferberg/AFP

Palabras o expresiones como “seísmo”, “vendaval”, “cambio del paisaje político”, “fin de un ciclo histórico” o “principio de una nueva era” son las escogidas por los comentaristas para definir los efectos de los resultados electorales del pasado domingo en el panorama político francés.

Los dos elegidos para disputar la segunda vuelta el 7 de mayo son Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Aunque se trata de los dos candidatos pronosticados por todas las encuestas, comprobar la realidad despierta desconcierto y sorpresas. La primera sorpresa es que un joven de 39 años como Macron haya ganado la primera vuelta con el 23,86% de los votos, seguido por Marine Le Pen, con el 21,43%.

Emmanuel Macron, brillante alumno de la Escuela Nacional de la Administración (ENA), ha sido socio de la banca Rothschild, especialista en inversiones, consejero y ministro de Economía del presidente François Hollande, cargo del que dimitió hace dos años para fundar el movimiento En Marcha, un minipartido que le sirvió para presentar su candidatura a la presidencia y que con toda probabilidad le abrirá las puertas del Elíseo. Resulta casi un milagro que en poco más de un año haya dado un salto tan espectacular. Es un europeísta convencido, quiere imprimir un mayor dinamismo a la integración política y económica de la Unión Europea, y para ello propone crear un Ministerio de Economía para la Eurozona bajo el control del Parlamento Europeo. De pensamiento liberal con toques sociales de contenido socialdemócrata. Quiere suprimir 120.000 funcionarios en la Administración francesa para reducir 60.000 millones de euros del presupuesto nacional y aproximar el gasto público francés a la media de los países del euro. Han sido muchos los altos cargos de la Administración socialista de Hollande los que se descolgaron del candidato de su partido para unirse y apoyar a Macron, el más llamativo, el ex primer ministro Manuel Valls. 

Reacción unánime

Frente a Macron estará la veterana Marine Le Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional (FN), en el que sucedió a su padre, Jean-Marie. Es la primera vez que el partido supera el porcentaje del 20% en unas elecciones generales, con 7,6 millones de votos. Sin embargo no es la primera vez que un líder del FN pasa a la segunda vuelta, Jean-Marie lo logró hace 15 años, en 2002, cuando superó al socialista Lionel Jospin con el 16,8% de los votos. Se enfrentó a Jacques Chirac, que lo pulverizó. La sociedad francesa reaccionó de manera unánime contra el fascista Le Pen votando masivamente a Chirac. El líder del FN se quedó en el 17,8%, un punto más que en la primera vuelta.

La hija ha tratado de maquillar el fascismo primario del padre, quitándole el poso de antisemitismo que le llevó a afirmar que el Holocausto solo había sido un problema burocrático. Sin embargo, ha acentuado la islamofobia y el racismo en general. Los frecuentes atentados yihadistas en Francia han contribuido a que su discurso racista e islamófobo cale en una parte importante de la opinión pública y explican su crecimiento.

En la segunda vuelta se enfrentan dos conceptos de Francia totalmente diferentes. Por una parte, Macron defiende el futuro de una Francia abierta, referente de la libertad y de los valores republicanos, que quiere convertir en el alma de Europa, frente a una Francia ultranacionalista que quiere aislarse de Europa, rompiendo los esquemas de la Unión. El objetivo es oponer la Francia de los patriotas a la Francia de los nacionalistas. La tolerancia frente a la xenofobia. Marine Le Pen se está esforzando en trasladar a la opinión publica un discurso reduccionista, ella se presenta como la candidata del pueblo frente a las élites, de los perdedores de la globalización frente a los ganadores, del campo frente a la ciudad y de las personas sin formación frente a las personas con formación. Un discurso tramposo, ya que la globalización es un hecho, lo que es necesario es articular adecuadamente esa globalización para reducir las desigualdades. Macron ha apuntado ya que hay que buscar la cohesión social y económica y para eso hay que reducir la desigualdad.

Reinventarse o morir

La otra sorpresa que ha dejado el vendaval electoral es que los dos grandes partidos sobre los que ha girado la vida política francesa desde la Segunda Guerra Mundial, la derecha tradicional que arranca del gaulismo y los socialistas, han quedado apartados de la final. La derecha, representada en esta ocasión por el ex primer ministro François Fillon, que había vencido en las primarias de Los Republicanos a Nicolas Sarkozy y a Alain Juppé, se queda fuera por primera vez. Este hecho histórico ha causado un desconcierto que tendrá consecuencias a la hora de estructurar su futuro. A erosionar a Fillon contribuyó el descubrimiento de que había pagado un sueldo público a su mujer sin trabajar. Lo de los socialistas fue peor. Debacle total. El candidato Benoît Hamon obtuvo poco más de un 6% de los votos, algo parecido al Pasok griego. Lo atribuyen al perfil izquierdista que adoptó Hamon. Tendrán que refundarse de nuevo para sobrevivir. Una vez más. 

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