Las enredaderas del islamismo

21 / 01 / 2015 Alfonso S. Palomares
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La lucha contra el terror yihadista, de Al Qaeda al EI, pasando por Boko Haram o las tribus libias, exige contar con los musulmanes para quienes el islam es paz y tolerancia.

Los sangrientos ramalazos del terrorismo yihadista que dejaron 17 muertos en París son las violentas salpicaduras del fundamentalismo islamista que se cuece en Oriente Medio y en otras tierras del islam donde diariamente se producen docenas de muertos, centenares de muertos, y en ocasiones, miles de muertos. En su mayoría, las víctimas son también musulmanes, que solemos calificar genéricamente como musulmanes normales. El islam contra el islam, aunque no solo, ya que también afecta a cristianos y a otras minorías religiosas, como los yazidíes. Hay analistas que se niegan a admitir que exista una guerra religiosa, pero el relato cotidiano de los hechos indica lo contrario.

Las dos grandes factorías del terror yihadista son Al Qaeda y el Estado Islámico. La madre del cordero es Al Qaeda: fundada por Bin Laden con el aliento de Arabia Saudí y la complacencia estadounidense cuando los afganos luchaban contra los rusos, se convirtió en la gran franquicia del terrorismo global con el espectacular y mortífero golpe a las Torres Gemelas de Nueva York. La respuesta de Bush fue totalmente equivocada al invadir Irak y liquidar el régimen de Sadam Husein con el pretexto de que tenía armas de destrucción masiva que nunca se encontraron. Es cierto que Husein era un dictador violento que cometió un rosario de barbaries, pero no había participado en el atentado de Nueva York ni existían ramas de Al Qaeda en su territorio. Los invasores se cargaron todas las instituciones y disolvieron el Ejército, vivero de la resistencia que vino después con la instalación de Al Qaeda y también del Estado Islámico, que ahora quiere alzarse con los estandartes del terror islamista. Al Qaeda se instaló en Irak en 2004 con el nombre de Al Qaeda en la tierra de los dos ríos. Desde entonces tuvo una vida de avatares sangrientos y fue marcando distancias con la Al Qaeda ortodoxa hasta formar el Estado Islámico de Irak y Levante, que apareció en el paisaje liderado por un oscuro y siniestro personaje llamado Abu Bakr al-Baghdadi, un tipo que siempre había evitado los focos informativos y se movía rodeado de un aura de misterio. En uno de sus folletos de propaganda la organización de Baghdadi atacó al mismísimo Bin Laden por su vedetismo en los medios de comunicación.

El gran salto del Estado Islámico.

El 29 de julio del año pasado, Baghdadi y su organización dieron el gran salto al proclamar el califato en la mezquita principal de Mosul y autoproclamarse el segundo califa con el nombre de Ibrahim. Se dejó fotografiar en el acto de exaltación al frente del califato, pero volvió a la siniestra oscuridad en la que siempre había vivido. En cambio, el Estado Islámico (EI) adquirió el protagonismo de la barbarie y el terror con una vocación de totalitarismo religioso en el mundo musulmán. El EI asienta su poder en parte de la geografía iraquí y de la de Siria, sobre un territorio con las dimensiones de Andalucía y Extremadura juntas, con unos seis millones de habitantes, pero su vocación confesada es hacerse con el poder en los dos países, algo que esperemos que nunca logre.

El EI centraliza en la ciudad de Mosul el discurso teológico programático y ha convertido la villa siria de Raqqa en la capital militar y política. Proclama que todos los que no acepten el califato son apóstatas y que el mundo musulmán tiene que terminar articulándose bajo su poder porque así lo quieren Alá y su profeta Mahoma. Hay que volver a la vida que llevaron los creyentes en aquellos tiempos fundacionales. Los principales enemigos del EI son los chiíes, que se alzaron contra el califato. El terror escenificado en el degüello de periodistas marca unos episodios increíbles de barbarie, pero también atacan mezquitas chiíes e iglesias cristianas. Su violencia encendida por la fe no conoce fronteras ni límites.

En principio, en una reflexión elemental pensaríamos y pensamos, por pensar que no quede, que tales métodos de terror inhumano sembrarían el rechazo y seguro que así sucede en la mayoría de las conciencias, pero también provocan un efecto llamada y son muchos los jóvenes europeos que viajan a esas tierras para integrarse en las filas del califato y también en las de Al Qaeda. La tensión entre las dos factorías ha crecido y parece irreversible desde que Al-Baghdadi comunicó que extendía su mandato territorial hasta Yemen, una de las franquicias más activas de Al Qaeda, que ha reconocido estar detrás de la masacre de los periodistas de Charlie Hebdo. El terrorista del supermercado judío confesó que seguía al Estado Islámico. El objetivo prioritario del EI no es golpear en Occidente sino consolidar su poder en el mundo musulmán, solo cuando dominen el mundo musulmán estarán en condiciones de un choque frontal con Occidente. Para conocer la filosofía bélico teológica de la gente de Al-Baghdadi conviene leer su boletín Dabid, donde se describen las estrategias para llegar a un mundo dominado por la sharia. Países como Arabia Saudí, que financiaron la mayoría de los movimientos más reaccionarios del islam e imponen la sharia a sus ciudadanos, empiezan a temer al EI. Recientemente, el gran muftí de Arabia Saudí, máxima autoridad religiosa, declaró apóstatas a Al Qaeda y al Estado Islámico. Por su parte, el gran muftí de Turquía condenó las atrocidades del Estado Islámico y les descalificó como musulmanes.

La carnicería sin fin de Siria.

En la guerra de Siria el Estado Islámico está desplegando una capacidad de fuego sorprendente. Esta contienda lleva camino de convertirse en interminable, una carnicería sin fin que ha provocado ya más de 200.000 muertos, tres millones de refugiados en países limítrofes y cinco millones de desplazados. La guerra ya no se libra solo entre los dos bandos con los que empezó, el Gobierno de Bachar al Assad contra los rebeldes sirios, ahora hay un verdadero mosaico de grupos combatientes donde abundan los yihadistas.

Se dice que Al Assad dirige sus disparos contra los rebeldes y favorece la presencia de yihadistas para convencer a la opinión pública internacional de que si pierde la guerra le sustituirán los fundamentalismos violentos. El pueblo masacrado por unos y por otros ¡qué tragedia! Nadie se apiada de ellos.

En Libia, la oscura guerra sin rostro, troceada por docenas de milicias, el Estado Islámico también ha echado sus anclas en la portuaria ciudad de Derna, situada en la costa oriental del país. Ese territorio está dominado por el Consejo Consultivo de la Juventud Islámica, que según sus declaraciones forma parte del califato. Lo de Libia es muy confuso, no se trata de una lucha entre laicos y religiosos, ni del Gobierno de Tobruk contra el de Trípoli, que también, se trata sobre todo de una guerra tribal entre tribus trufadas de islamistas. Todo puede siempre ir a peor y Libia empeoró después de la caída de Gadafi.

En Argelia, el grupo Jund Al Kalifa (que asesinó al turista francés Hervé Gourdel), que pertenecía a Al Qaeda del Magreb Islámico, acaba de anunciar que cambia de bando y se integra en el Estado Islámico. Por su parte, los bárbaros de Boko Haram en Nigeria han dicho que ellos no siguen a ninguna de las dos franquicias, tienen sus propios métodos sanguinarios al igual que los talibanes de Pakistán que entraron en una escuela y asesinaron a 148 personas, la mayoría niños. Hay que combatir esta locura, pero en ese combate también deben estar, y sobre el terreno, los musulmanes que defienden que el islam es tolerancia, respeto al otro y que no es la muerte. Para que eso sea realidad hay que luchar contra el islamismo radical y violento.

Las buenas noticias son que en Irak se ha cortado el avance de los hombres de El Baghdadi.

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