La victoria agridulce de Merkel

03 / 10 / 2017 Alfonso S. Palomares
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La fuga de votos cristiano-demócratas a la extrema derecha ensombrece la legislatura de la canciller.

Merkel comparece ante sus simpatizantes tras las elecciones. FOTO: CLEMENS BILAN/EFE

Los éxitos y los fracasos en unas elecciones se miden en función de las expectativas. Lo acabamos de ver en las legislativas de Alemania. La canciller Angela Merkel partía en las encuestas con el aura de una victoria más que confortable y obtuvo solo una cómoda victoria en relación con los demás partidos, sacando 13 puntos de ventaja a los socialdemócratas del SPD, pero quedando a casi diez puntos de las encuestas y de los resultados de las últimas elecciones. Por ello su victoria se califica de agridulce. En cambio la extrema derecha de pestilencia neonazi que nunca había entrado en el Bundestag desde la Segunda Guerra Mundial por no llegar al 5% de los votos exigidos, ahora va a tener una presencia con 94 diputados, lo que levanta temerosos escalofríos en buena parte de la sociedad. Un éxito incontestable que ha sembrado muchas alarmas, tanto en Alemania como en Europa. Los del SPD, a pesar de ser el segundo partido más votado, se han dado un batacazo histórico que les va a llevar a una especie de refundación si quieren volver a tener opciones de poder. Los liberales del FDP, liderados por el joven Christian Lindner, han realizado un brillante retorno con 80 diputados tras una legislatura como extraparlamentarios.

Al anunciarse la desmesura de votos logrados por los populistas de la extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), miles de ciudadanos de las principales ciudades alemanas acudieron alarmados a protestar frente a los lugares donde celebraban el éxito. La protesta más numerosa fue en la Alexanderplatz de Berlín. ¿A qué se debe este ascenso? La respuesta es sencilla: a las políticas de acogida de la canciller Merkel dominadas por el humanismo y la solidaridad. En los dos últimos años Alemania ha acogido a 1.300.000 refugiados, lo que ha desatado los instintos racistas de la extrema derecha, que inició una cacería implacable contra las políticas de Merkel y los refugiados musulmanes. La islamofobia es un potaje fácil de poner a hervir y ellos se dedicaron a soplar el fuego que se extendió fácilmente por ciertos sectores de la sociedad. El resultado lo acabamos de ver: más de un millón de votos pasaron de los cristiano-demócratas al extremismo racista. ¿Vuelven los viejos demonios de Alemania? Esperemos que no, aunque en el inmediato futuro oiremos los ecos de sus antiguas voces.

La coalición Jamaica

El próximo Gobierno estará presidido por Merkel, pero para afianzarse por cuarta vez en la cancillería tendrá que hacer verdaderas acrobacias para lograr atravesar un complicado laberinto. Los socialdemócratas no pueden reeditar la gran coalición, equivaldría a suicidarse. Solo podrán rehacerse liderando la oposición. La única posibilidad que tiene de articular un Gobierno es con los liberales y los verdes, la coalición Jamaica, porque los colores de la bandera de esa isla coinciden con los de los tres partidos. Será complicado, ya que dos de ellos tienen programas antitéticos sobre Europa, fiscalidad y políticas energéticas.

En Bruselas creen que la solidez de Merkel es importante para el futuro de Europa y para contraponer su liderazgo al de neuróticos delirantes como Trump, Kim Jong un, Maduro y, en cierto modo, Putin. Esperemos.

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