La CIA pone en aprietos a Obama

28 / 07 / 2014 Fernando Rueda
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Alemania ha descubierto que la CIA había captado a uno de sus espías y a un funcionario de Defensa para vigilar sus asuntos privados. Ya pasó lo mismo en Francia. En España han sido expulsados espías de la CIA en al menos tres ocasiones.

El escándalo en Alemania se ha escrito con mayúsculas. Un espía del BND, el principal servicio de inteligencia del país, era desde hacía varios años un agente doble al servicio de la CIA. Su misión era robar documentos secretos del Gobierno de Angela Merkel, que por ser asuntos internos, estaban al margen de cualquier intercambio de información oficial entre los dos servicios de inteligencia.

Para colmo, la investigación generada llevó al descubrimiento de un segundo topo en el Ministerio de Defensa. En cualquier otro momento, posiblemente, el castigo que supone la expulsión del jefe de estación de la Compañía en Berlín se habría ejecutado con total discreción, sin la más mínima publicidad. Pero tras el espionaje masivo llevado a cabo por NSA la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) de EEUU contra Alemania y desvelado a bombo y platillo por el extécnico Edward Snowden –ahora refugiado en Rusia–, le han dado una propaganda que intenta salvar su dignidad y aumenta la tensión entre los dos países aliados. Alemania es un país indignado cuyos dirigentes afirman no entender cómo EEUU les hace eso. Una indignación que no quiere reconocer el auténtico funcionamiento del mundo del espionaje: todos los países se espían entre sí, al margen de que mantengan relaciones políticas buenas. De hecho, se conocen algunos casos históricos en los que ha sido el BND alemán el que ha espiado sin escrúpulos en EEUU.

En la refriega de críticas contra las actuaciones de la CIA hay que recordar que, en 1995, el Gobierno francés denunció que varios agentes estadounidenses habían montado una operación –incluida una relación amorosa de una espía con un funcionario local- para robar tecnología. Como consecuencia de ello, expulsaron al jefe de estación de la Compañía, Dick Holm, y a cuatro agentes más. El entonces primer ministro francés, Edouard Balladur, no tensó las relaciones como Merkel, pues consideró que los pueblos francés y estadounidense eran amigos y lo del espionaje entre aliados, habitual.

Al igual que en Alemania y Francia, el Gobierno español también ha sorprendido en diversas ocasiones a agentes de la CIA actuando ilegalmente en España. En la planta séptima de la embajada de EEUU en Madrid tiene su sede la delegación de la CIA. Como en todos los países aliados, hay un par de agentes que mantienen las relaciones oficiales con el CNI español. Se reúnen al menos una vez a la semana e intercambian información, no solo generada en España, sino en otros países. El servicio español tiene estaciones de gran calidad en países hispanoamericanos o del norte de África. A cambio, EEUU facilita la información que el servicio español precisa de distintos puntos.

La delegación de la NSA en España también intercambia favores con el CNI. Tradicionalmente han ayudado en interceptación de comunicaciones de ETA y de grupos mafiosos que actuaban en nuestro territorio. Pero los cerca de 20 agentes que tiene desplegados la CIA en España dan para mucho más que para el intercambio de información, sin contar con colaboradores y agentes ilegales –que trabajan al margen de la embajada– que se mueven por España.

Tres han sido las expulsiones más importantes de agentes de la CIA. La primera se produjo en 1985 –diez años antes que en Francia-, cuando dos de sus agentes creían que podían actuar en nuestro territorio con total impunidad. En unas semanas visitaría España el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrei Gromyko, y deseaban conocer el contenido de su entrevista con el presidente del Gobierno español, Felipe González. Para ello decidieron intentar manipular unas antenas próximas a La Moncloa y orientadas hacia el palacio. Todo les salió mal, pues Demis MacMahan y John F. Massey fueron detenidos el 28 de enero en las cercanías de La Moncloa mientras fotografiaban la zona. Los dos agentes fueron inmediatamente expulsados, tras el pacto de no darle publicidad al asunto y evitar que las relaciones diplomáticas sufrieran un revés. Sin embargo, tiempo después se produjo una filtración por parte de las autoridades españolas, que fue un aviso a navegantes.

Aviso que sirvió de poco a la altiva delegación de la CIA. En 1986, un antiguo jefe de seguridad de La Moncloa acudió al entonces CESID para denunciar que un agente de la CIA le había ofrecido dinero a cambio de información sobre la vida privada del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Montaron una operación pero el ciático (como ellos les llaman) fue sorprendido con las manos en la masa. Informado González por el director del servicio de inteligencia, Emilio Alonso Manglano, decidió ordenar la expulsión del jefe de la estación de la CIA y sus principales colaboradores. Washington pidió disculpas y nuevamente pactaron el silencio, roto poco tiempo después para que se supiera públicamente lo que los estadounidenses habían perpetrado.

Un micrófono delator.

Si Felipe González pensaba que la CIA había aprendido la lección, se olvidó de que en la naturaleza del toro está embestir siempre al capote. En 1988, un barrido efectuado en varias dependencias del Ministerio de Exteriores permitió encontrar un micrófono en el teléfono personal de Rafael Pastor Ridruejo, director de Asuntos Consulares. Una investigación del CESID desveló que el responsable había sido el agente de la CIA destinado en España, Kenneth Moskow, que contó con la ayuda de varios policías y militares españoles, sin que se especificara si alguno trabajaba para el servicio de inteligencia español. Nuevamente, se produjo la discreta expulsión del que actuaba como tercer secretario de la embajada de EEUU y de varios de sus colaboradores.

La discreción del Gobierno español a la hora de expulsar a los espías permitió que EEUU no adoptara represalias, algo habitual en estos casos, aunque trata de evitarse con países aliados como Alemania, Francia o España, pero que siempre se hace con enemigos como Rusia.

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