Irak declara la victoria sobre el Estado Islámico

30 / 06 / 2016 Jan Kuhlmann (DPA)
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El entusiasmo oficial por la derrota de los fanáticos islamistas en Faluya no augura nada bueno.

Los anuncios triunfalistas tras los avances del Ejército iraquí en Faluya sobre el autoproclamado Estado Islámico (EI) no se hicieron esperar: incluso el primer ministro, el chií Haidar al Abadi, apareció ante las cámaras de televisión solo unas horas después de que las tropas fieles al Gobierno llegaran al centro de uno de los feudos de la milicia islamista. Rodeado de cuatro funcionarios de alto rango, Al Abadi anunció el viernes la “liberación” de la ciudad, sin importarle demasiado que los combates por el control de la localidad no hayan terminado todavía.

El político chií necesita para su supervivencia política una victoria en la ciudad del oeste del país. Desde hace meses, el jefe de Gobierno, de 64 años, se encuentra bajo una enorme presión para llevar a cabo reformas que prometió el año pasado, sobre todo para mejorar el suministro eléctrico del país y combatir la corrupción. Sin embargo, pocos han sido los resultados hasta ahora. Por ejemplo, hasta el momento ha fracasado en su deseo de formar un gabinete de tecnócratas en lugar de políticos, con el objetivo de limitar la influencia que los poderosos partidos ejercen en la gestión del país. Pero estos se han resistido con fuerza.

Buena voluntad

Al Abadi tiene buena voluntad, pero le falta fuerza, se oye con decir frecuencia en Bagdad. No solo está sometido a la presión de los partidos, que no quieren perder poder, sino también a la de la gente de la calle. Pequeñas manifestaciones en la plaza Tahrir de Bagdad se han convertido en multitudinarias, después de que el popular clérigo chií Muktada al Sadr llamara a sus seguidores a protestar contra el Gobierno.

Una multitud indignada llegó a asaltar la Zona Verde de Bagdad, bajo estrictas medidas de seguridad, y a entrar en el Parlamento. El Gobierno iraquí estuvo al borde del colapso. Solo la celebración del mes de ayuno musulmán, el Ramadán, le está proporcionando a Al Abadi un respiro. El éxito en Faluya le fortalece y le deja además el camino libre para seguir avanzando hacia el principal feudo del Estado Islámico en Irak, la ciudad de Mosul, situada en el norte del país. Sin embargo, con ello podría también azuzar el mayor problema que padece Irak: el conflicto sectario entre chiíes y suníes, las dos principales corrientes del islam.

Desde hace tiempo los suníes denuncian discriminación por parte del Gobierno dominado por chiíes. Critican por ejemplo el control de todos los ministerios importantes y de los puestos más influyentes por parte de seguidores de los partidos chiíes.

El político suní Talal Soabi, que preside la comisión anticorrupción del Parlamento iraquí, acusa además a miembros de Dawa, el partido del primer ministro, y a otros responsables de malversar millones en el país rico en petróleo. No hay transparencia ni reformas y advierte: “Si este sistema no cambia, será el final del proceso político”.

La influencia chií

Al Abadi no ha logrado en sus dos años en el poder reducir la oposición a su mandato; en lugar de ello, con su avance sobre Faluya los chiíes extienden su influencia. Pese a que la ciudad se sitúa en el corazón de un territorio de mayoría suní, en la operación para su liberación participan algunas de las milicias chiíes de peor fama. Esas milicias son apoyadas por Irán y, de facto, están fuera del control de Al Abadi, pese a ser el comandante en jefe de las fuerzas del país.

En los últimos años ha habido numerosas informaciones acerca de actos de represalia de los combatientes chiíes contra civiles suníes que supuestamente habrían apoyado al Estado Islámico. Políticos de la región y activistas defensores de los derechos humanos han informado de asesinatos de suníes y de cientos de detenidos y torturados.

De toda esta situación saca beneficio sobre todo Daesh, como se denomina en árabe despectivamente al Estado Islámico. Ya en el pasado la política de los partidos chiíes reforzó la desconfianza de los suníes en su Gobierno y allanó el camino a los extremistas.

El Instituto para el Estudio de la Guerra en Washington advierte por ello que la presencia de milicias chiíes “arruinan la campaña contra el Estado Islámico y podrían echar por tierra todos los esfuerzos del Gobierno por lograr la reconciliación con los suníes”. Expertos militares exigen por ello la retirada de esas milicias. De no ser así, la victoria militar podría convertirse en una derrota política, advierten los analistas. El experto en Oriente Medio Marc Lynch de Washington exige que el Gobierno iraquí de Al Abadi anuncie el avance en Faluya “como una victoria nacional y no como una victoria chií” y que apoye a los civiles suníes.

También el historiador estadounidense experto en la región Juan Cole exige urgentemente una reconciliación entre chiíes y suníes para poder neutralizar eficazmente al Estado Islámico. El experto cree que el EI y su califato islámico apenas tienen ya opciones de supervivencia militar, pero advierte: “Como figura de Gobierno no daría más de un año a Daesh, pero como organización terrorista puede ser muy longevo y mortal”. 

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