Gobernar a golpe de decreto

13 / 02 / 2017 Miriam V. de la Hera
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En poco más de 20 días Trump está cambiando con su firma el rumbo de la política americana. 

El presidente de EEUU firma una orden ejecutiva sobre desregulación bancaria el pasado 3 de febrero en la Casa Blanca

12:01 horas del 20 de enero. Donald Trump ya es el 45 presidente de Estados Unidos. “Hoy comienza un gran esfuerzo nacional”, sentencia en su discurso. Dicho y hecho. Probablemente no había terminado todavía de abrir las cajas de la mudanza cuando irrumpía junto a su familia en el Despacho Oval para firmar una de sus primeras órdenes ejecutivas: la derogación del Obamacare. 

Un ceremonial que el magnate norteamericano ha repetido prácticamente todos los días desde que se trasladó a la Casa Blanca. Al cierre de esta edición, Trump había aprobado ocho órdenes ejecutivas y doce memorandos presidenciales. Y si el primer día estaba su nieta al lado jugando con un bolígrafo, el segundo se rodeó de sus hombres de confianza y el tercero incluyó alguna mujer para acallar críticas de sectores feministas. Una “teatralización burda”, asegura David Sarias, profesor de Pensamiento Político de la Universidad CEU San Pablo, que reconoce no haber visto nada igual en los años que lleva estudiando la política estadounidense.

Las órdenes ejecutivas son la forma más inmediata que tienen los presidentes de EEUU para ejercer su poder. No se trata de la aprobación de una ley, una competencia reservada exclusivamente al Congreso, sino de dar directrices a las agencias federales. Una herramienta que en apenas 20 días ha servido, por ejemplo, para paralizar la reforma sanitaria, fijar como prioridad la construcción del muro en México o cerrar las fronteras a los inmigrantes. Un escalón más abajo estarían los memorandos presidenciales, que se refieren a la posición de la Administración en una determinada cuestión política. Trump ha echado mano de ellos para reactivar la construcción de dos oleoductos o sacar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico.

“Hasta ahora los presidentes tenían, en teoría, una luna de miel de cien días donde se les concedía una tregua”, asegura Sarias, pero Trump ha quemado ese margen en apenas dos semanas. Basta analizar la llegada de George W. Bush o de Bill Clinton para comprobarlo. Tan solo aprobaron dos órdenes ejecutivas en sus primeros 12 días de mandato. Algo más turbulento fue el aterrizaje de Barack Obama, al que nueve órdenes, dos más que Donald Trump en el mismo periodo, le sirvieron para prohibir el uso de la tortura en los interrogatorios o cerrar Guantánamo.

“Poder de megáfono”

Para Sarias, la clave está en la sensación de “hiperactividad” que Trump consigue; una suerte de “poder de megáfono”, porque la mayoría de los textos aprobados, incluso los más polémicos, están vacíos de contenido. El texto con el que pretende derogar el Obamacare es en realidad una petición a los congresistas para que trabajen en esa dirección. Otro ejemplo, la orden ejecutiva sobre el muro de México, lo que hace es establecer la construcción como una prioridad federal. De hecho, la única de las decisiones que hasta ahora ha tenido consecuencias inmediatas es la que vetaba la entrada de refugiados e inmigrantes de algunos países musulmanes. “Y no tardaron ni ocho horas en tumbarla”, puntualiza el experto.

Según datos de The American Presidency Project, una organización sin ánimo de lucro que recopila documentos presidenciales, Bill Clinton ha sido el más legislador de los últimos cuatro presidentes. A pesar de sus tímidos inicios, 364 órdenes ejecutivas llevan su rúbrica. Por detrás quedan las 291 aprobadas por Bush y las 276 de Obama, y eso que este último no tuvo más remedio que utilizar esta herramienta cuando los demócratas perdieron el poder en el Congreso.

Puede que a este ritmo, Donald Trump alcance las 3.721 órdenes firmadas por Roosevelt, la mayoría con medidas urgentes para sacar al pueblo americano de la Gran Depresión. “Eso, si termina la legislatura”, puntualiza Sarias, quien augura a Trump un futuro similar al dimitido Nixon: “No está preparado para ser presidente y tarde o temprano vulnerará alguna ley y terminará cayendo”, sentencia.

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