Los temores de un mañana sin Mandela

18 / 12 / 2013 10:55 Alfonso S. Palomares
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¡Gracias!

Resulta evidente que en los escalones superiores del Consejo Nacional Africano Mandela no tiene herederos, que tendrán que salir de los escalones inferiores, o de otros movimientos.

Ninguno de los dioses que viven y reinan en los cielos que rodean la Tierra ha quedado estos días sin recibir oraciones por Nelson Mandela, el venerado Madiba. Hacía muchos decenios, tal vez siglos, que no se veía un fervor tan unánime, solo se le acercaron Gandhi y Martin Luther King. Los incrédulos de la rama agnóstica pronuncian su nombre con admiración y los ateos obstinados le ponen como ejemplo a seguir. El exarzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, constante apoyo de Madiba, también premio Nobel de la Paz, tal vez el hombre que mejor llegó a conocerle, nos ha dejado la más lapidaria de las frases que se han oído estos días: “Gracias por habernos dado a Nelson Mandela”.

En el planeta de los políticos ha ocurrido lo mismo, lo cual resulta, en principio, más difícil. Judíos y palestinos, que simbolizan el más constante y atroz de los enfrentamientos, han saludado la memoria del gran hombre. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado: “Mandela es el personaje más honorable de nuestra época. Él era el padre de su pueblo, un hombre con una visión, un combatiente de la libertad que siempre ha rechazado la violencia”. Por su parte, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, le ha rendido homenaje con estas palabras: “Es el símbolo de la liberación del colonialismo y de la ocupación. Nos ha apoyado siempre con un gran coraje, es el más importante de los hombres que nos han apoyado”. Obama se considera, en cierta manera, hijo de Mandela, ya que su espíritu le empujó en su marcha hacia la Casa Blanca. De Pekín también han salido palabras de alabanza, a pesar de que son muchos los que piensan que en una cárcel china hay un nuevo Mandela, se refieren al premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, que sigue en prisión por sus críticas al Gobierno chino.

Al llegar aquí salta la pregunta: ¿cómo ha llegado Nelson Mandela a convertirse en un semidiós? ¿Por qué las sombras que todos admiten que tuvo fueron borradas totalmente por su luz? Ha inspirado tantas canciones, poemas, libros y películas que a su alrededor se ha creado una verdadera teología y una cierta mística. Un manantial literario.

Para comprender el alma del personaje hay que seguir su cronología vital y las peripecias políticas. A los 46 años fue condenado a cadena perpetua y no salió hasta los 73. Veintisiete años en la cárcel, además con la idea de que no saldría nunca. Lo condenaron por actos de sabotaje y conspiración para derribar el Estado.

Su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), tenía como filosofía básica la no violencia, pero después de la conocida como Matanza de Sharpeville, en 1960, cuando una manifestación pacífica de negros fue reprimida dejando un saldo de 69 muertos y numerosos heridos, la presión de la población negra fue tal que los dirigentes del ANC no podían seguir mirando hacia otro lado.

El eje de la defensa.

Mandela y varios de sus compañeros crearon una rama armada en el ANC que bautizaron con el nombre de Lanza de la Nación, cuyo primer comandante fue Mandela. En 1964 se celebró el juicio de Rivonia, por el nombre de la granja donde se habían llevado a cabo los sabotajes. Mandela pronunció en su defensa un memorable discurso de cuatro horas. Era ya popular y se hizo inmensamente popular por lo que dijo. El eje de su discurso fue: “He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He albergado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y verlo hecho realidad. Pero, su señoría, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. Estas palabras iban a ser el pedestal de su gloria actual y también la fuerza para sentirse libre en la escueta celda de la terrible prisión de Robben Island donde permaneció durante 18 años.

En la prisión maduró un pensamiento pragmático y cada vez se convenció con más fuerza de que la lucha por la igualdad debía ser pacífica, ya que una lucha violenta provocaría un reguero de muertos e imposibilitaría cualquier tipo de convivencia en el futuro. El Gobierno racista tenía una enorme capacidad de matar. Mientras el Gobierno de los blancos, conforme a la implacable filosofía de la segregación racial, provocaba el rechazo mundial, la popularidad del solitario prisionero de Robben Island crecía de manera imparable. La presión internacional y una cierta racionalidad interesada del Gobierno blanco llevaron a las negociaciones con Madiba para ponerlo en libertad.

Salió libre de odios y con la inquebrantable voluntad de conseguir para todos los sudafricanos, blancos y negros, un país donde convivieran en armonía democrática, sin la detestable lepra del racismo consagrada en el apartheid. Negoció con los suyos, con el Gobierno y con los más diversos grupos ideológicos del país. Consiguió que se celebraran elecciones libres, cada hombre, un voto, en 1994. A los 77 años se convirtió en el primer presidente negro de sudáfrica. Gobernó bajo el lema Verdad y reconciliación, había que recordar el terrible pasado para forjar la armonía del presente y hacia el futuro. Tenía que ganarse el apoyo de los negros y la confianza de los blancos, entre otras razones porque si los blancos abandonaban Sudáfrica, con ellos se llevaban el capital y los conocimientos tecnológicos necesarios para que funcionara el país. Se atrajo a unos y a otros, ahora vemos que todos le adoraban como el padre de la patria.

Uno de los gestos más llamativos fue el apoyo que le prestó al equipo de rugby Springboks, maravillosamente contado en la película Invictus, basada en el libro de John Carlin, para que ganara el campeonato mundial. Los Springboks eran el gran símbolo deportivo de la raza blanca y de los afrikáners, que encarnaban la pureza destilada del apartheid. Consiguió con su apoyo que los Springboks se convirtieran en patrimonio de Sudáfrica y su victoria fue celebrada con entusiasmo en los barrios negros.

Herederos políticos.

Mandela estuvo a la altura de su mito, sin embargo, existen las lógicas dudas de que pueda mantenerse su legado. Su partido, el ANC, naufraga en un caos confuso donde reina la corrupción. El mismo presidente Zuma ha sido acusado de violación y corrupción. Los responsables del partido no tienen la capacidad de convencer a los enemigos que tuvo Mandela. Resulta evidente que en los escalones superiores del ANC Mandela no tiene herederos, tendrán que salir de los escalones inferiores, o de otros movimientos. Es cierto que se ha logrado una clase media negra importante, pero los blancos siguen teniendo muchos privilegios económicos.

El balance que arroja la crisis es preocupante, el paro suma el 25% de la población y llega al 55% entre los jóvenes. La delincuencia raya uno de los índices más preocupantes del planeta. También es una incógnita cuál será la actitud de los jóvenes que nacieron después del apartheid y acuden por primera vez a las urnas. ¿Seguirán fieles a la convivencia multirracial o se radicalizarán? Las preguntas son muchas y las respuestas inciertas.

El mito de Mandela seguirá, siempre quedará como una referencia de semidiós, pero los mortales varían y, como dice el politólogo Steven Friedman, la violencia ha formado parte del paisaje sudafricano desde 1970. Uno de los mayores temores no es el de que los negros se lancen contra los blancos, sino que en ciertos barrios de desheredados los negros ataquen a otros emigrantes negros que llegan de los distintos países de África, culpándoles de su desventura.

Bueno, ahora toca dar gracias y celebrar que haya existido un hombre como Mandela. Mañana, ya veremos.

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