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El terror calculado del Estado Islámico.

06 / 07 / 2015 Alfonso S. Palomares
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El EI, cuyo germen se remonta a la nefasta gestión de Estados Unidos tras el derrocamiento del régimen iraquí de Sadam Hussein, ha superado ampliamente a Al Qaeda a la hora de capitalizar el terrorismo yihadista.

Hace un año que los yihadistas de Alá que combatían en Irak y Siria decidieron dar un paso adelante y pasaron a denominarse Estado Islámico (EI). No fue algo que se les ocurriera de la noche a la mañana, era una idea largamente elaborada. Con una fuerte carga teológica. Aprovechando la inestabilidad de la región decidieron crear un verdadero Estado que aglutinara la rebelión suní y sirviera como punto de partida para la creación de una verdadera sociedad musulmana en torno al proclamado Califato. El Estado Islámico ha superado ampliamente a Al Qaeda a la hora de capitalizar el terrorismo sobre las distintas sociedades en que lo practica. El Daesh, acrónimo árabe de Estado Islámico, nace con la vocación de ser un Estado expansivo, con la voluntad de acoger a sus seguidores, que en principio deben ser todos los suníes, ya que el objetivo final es integrar al sunismo en el Califato, al menos el sunismo árabe. El portavoz del Califato, Abu Al Adnani, manifestó hace unos días que convertirían el Ramadán en una calamidad para los cristianos, para los chiíes y para los suníes de las opulentas monarquías del Golfo y Arabia Saudí. Y por supuesto, Occidente siempre está en la diana de sus bombas y de sus lobos solitarios. Han perseguido a las comunidades cristianas de Irak; así, en Mosul había una numerosa comunidad cristiana que celebraba unas bellísimas liturgias de Pascua y ahora no queda nadie, quienes no han muerto, han huido. Hay una enorme desbandada de minorías cristianas por toda la zona.

Conviene precisar que el Daesh no apareció por generación espontánea, como los hongos después de la lluvia, sino que se presentó al mundo cuando consideró que tenía unas estructuras sólidas y un territorio a lo largo de Irak y Siria de las dimensiones de Jordania donde vivían casi diez millones de habitantes. El fermento del EI empezó a amasarse después del derrocamiento de Sadam Hussein y la torpe gestión de lo que vino después. Los estadounidenses disolvieron el Ejército y todas las instituciones, lo que produjo el caos. Destacados miembros del Ejército de Hussein formaron grupos de combate contra las tropas de Estados Unidos desplegadas en el país y contra el Ejército del nuevo poder chií. La segunda invasión de Irak, liderada por George W. Bush y apoyada con entusiasmo por sus corifeos Tony Blair y José María Aznar echó los cimientos para la construcción de lo que ahora llamamos EI. Los generales y oficiales que levantaron el nuevo ejército que opera como milicia del Daesh eran altos responsables de las Fuerzas Armadas de Hussein. Entre los más destacados podemos citar a Ahmed Al-Hyali, destacado oficial de la información militar de las fuerzas especiales de la Guardia Republicana de Hussein. Se cambió de nombre en la clandestinidad para llamarse Abu Muslin. También ocupa un puesto clave, tal vez el número dos en la jerarquía militar del EI. También destaca el mayor general del antiguo Ejército iraquí, Ali Al Ambari... Podíamos seguir citando nombres que apoyan el relato de que el Estado Islámico es una criatura de Bush, Blair y Aznar.

El imán de la barbarie. Siempre que aparece la brutalidad terrorista como ahora, surgen voces celestiales para afirmar que los yihadistas no son musulmanes porque el islam es una religión de paz y la yihad es la lucha por la perfección personal. Es verdad, en parte. No todos los musulmanes son terroristas, ni mucho menos, pero tampoco se puede decir que los integrantes del EI no sean musulmanes, ya que toda su doctrina política, teológica y bélica se funda en volver a las raíces del verdadero islam, el de los tiempos del Profeta. Una barbaridad, pero eso predican. Los oficiales citados y otros se quedaron sin trabajo cuando se disolvió el Ejército y formaron grupos de resistencia y combate contra los estadounidenses  primero y después contra el Ejército formado por chiíes que apoyaba al Gobierno central. Con el paso del tiempo, la misma lealtad que le demostraron a Hussein, se la profesan ahora al califa Al Bagdadi. En el núcleo ideológico del califato está la afirmación doctrinaria de que el islam nunca fue una religión de paz. En apoyo de sus planteamientos traen innumerables citas coránicas. Exhibir las cabezas sangrantes de infieles y apóstatas, un acto de barbarie repugnante, produce el efecto contrario, ejerce como un imán de atracción. Hay 3.000 tunecinos enrolados en el EI, por eso no es de extrañar la carnicería que acaba de producirse en la ciudad turística de Susa, en Túnez. Con este ataque, que dejó 38 muertos y un mayor número de heridos, buscan destruir una de las principales fuentes de la economía tunecina. Producir pobreza es su objetivo, y cuanta más pobreza, más islam. En Kuwait atentaron contra una mezquita chií y en Francia, un lobo solitario colgó la cabeza de su patrón en la verja de la entrada a una fábrica. Las marcas de Daesh.

El Daesh es una hidra con varias cabezas venenosas que ha contaminado a todo el islam y el islam debe ser el protagonista en la lucha por destruirlo. Occidente debe diseñar una estrategia inteligente para cortarle las raíces, de lo contrario estrangulará Oriente Medio. 

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