El reino de la macronía

27 / 06 / 2017 Alfonso S. Palomares
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Las legislativas convierten a Macron en el presidente más poderoso de Francia. Un auténtico monarca.

El presidente francés con el rey de Jordania, Abdullah II, en el Elíseo. Foto: John Van Hasselt/Getty

Si hace solo cinco meses un futurólogo le contara a un francés medio cómo iba a ser el paisaje político de Francia al día de hoy, después de la segunda vuelta de las elecciones a la Asamblea Nacional, le tildaría, cuando menos, de visionario alucinado. Hace cinco meses, Emmanuel Macron era casi un desconocido, es cierto que había sido número uno de la Escuela Nacional de la Administración (ENA), un brillante financiero en la Banca Rothschild, consejero del presidente François Hollande y corto tiempo ministro de Economía, y se marchó para fundar, no exactamente un partido sino una plataforma intelectual llamada En Marcha, que ahora se ha convertido, o mejor, se está convirtiendo, en un verdadero partido con el nombre de Francia en Marcha.

Ganó la presidencia en una segunda vuelta, pulverizando en un debate para la historia las tesis xenófobas y neofascistas de Marine Le Pen. Elegido presidente se movió en el escenario con una habilidad deslumbrante. Le marcó las reglas del juego a Vladimir Putin, recibiéndole en el palacio de Versalles. Con Angela Merkel buscó el entendimiento, pero matizando el papel de Francia en la futura Europa, y a Donald Trump le envió recados de que no iba a entrar en sus juegos de política primaria y negacionista. Con esa imagen del nuevo presidente, los franceses fueron llamados de nuevo a las urnas para elegir la Asamblea Nacional. Francia en Marcha tuvo que buscar candidatos, muchos de ellos acudiendo a Internet, improvisando casi. Muchos de los elegidos pertenecían a lo que llamamos sociedad civil y nunca habían estado encuadrados en la disciplina de partido. Las viejas formaciones presentaron viejos nombres y, por los resultados, se vio que estaban gastados y amortizados.

Agonía socialista

Los socialistas, que dominaron desde el poder y la oposición la política de las últimas décadas, entraron en clamorosa agonía, sumando solo 29 escaños en una Asamblea de 577 diputados. Hundidos. La izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon obtuvo 17 representantes con su partido Francia Insumisa, y la fogosa Marine Le Pen, unos escuálidos 8 escaños que no le darán para formar grupo parlamentario y por eso perderá fuerza. Ella logró por primera vez un escaño. La verdadera oposición estará en manos del partido Los Republicanos, que así se llama ahora la derecha clásica, al conseguir 131 diputados, aunque con una imagen muy deteriorada.

El joven y fresco partido de Macron, Francia en Marcha, al que se sumó en coalición electoral la formación MoDem del centrista François Bayrou, obtuvo 351 escaños, una arrolladora mayoría para sacar adelante todas las leyes que se proponga. Es, después de De Gaulle el presidente más poderoso de Francia, por encima de François Mitterrand. Un verdadero monarca. Sin embargo, no fue el tsunami que se esperaba. Ya se sabe, los sueños y los sentimientos son muy veleidosos y cambian como el viento. Tras los resultados de la primera vuelta, los cálculos le daban una mayoría mucho mayor, casi 100 diputados más. No fue así, porque en ese caso sería una Asamblea monocolor, y la democracia tiene que tener un cierto cromatismo. El desafío que tiene ahora por delante Macron es cómo gestiona tanto poder. Cómo serán las relaciones del presidente con el primer ministro, el Gobierno y los diputados. Ha despertado muchas esperanzas entre los franceses, tanto a nivel de mejorar su vida personal como sobre la proyección de Francia en la esfera internacional. Distribuir el trabajo, tanto en los ministerios como en la Asamblea, escogiendo las personas adecuadas, va a ser la piedra filosofal del éxito. Se apoyará para esta labor en el primer ministro, Édouard Philippe. La Asamblea se ha feminizado con la presencia de 223 mujeres, el mayor número de la historia. Otro dato positivo.

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