El mundo en vilo

12 / 09 / 2017 Alfonso S. Palomares
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El ensayo de una bomba de hidrógeno por parte de Corea del Norte extiende el miedo global.

Kim Jong-un, reunido con sus asesores, el pasado 3 de septiembre. Foto: AFP

El aroma del miedo se extiende desde Corea del Norte por todo el extremo Oriente y salta desde allí a Estados Unidos para rebotar por todo el mundo. Hay una especie de temor en el aire. Una nube tóxica. Ya se sabe que si se desata la fuerza atómica, se descontrola.

El domingo pasado se pusieron en marcha en la capital norcoreana, Pyongyang, los ritos de las importantes celebraciones. En la televisión oficial, no hay otra, apareció la veterana presentadora Ri Chun-hee para leer un comunicado del Instituto de Armamento Nuclear anunciando que habían ensayado con éxito una bomba de hidrógeno que podía ser lanzada por un misil balístico intercontinental.

Salto cualitativo

La locutora definió el ensayo como “éxito perfecto”. Ri Chun-hee es una celebridad en el país, es la voz oficial. El sonido ortodoxo del régimen. Aunque está ya jubilada la sacan en las ocasiones excepcionales, por lo tanto, los norcoreanos saben que cuando aparece en los televisores es para poner de relieve algo muy importante.

No cabe duda de que se trataba de un salto cualitativo en la desaforada carrera nuclear del régimen. Ilustrando la noticia aparecía con su clásica sonrisa de satisfacción, rodeado de científicos y militares, Kim Jong-un, el gordito feliz que parece no darse cuenta de que está jugando con un fuego que puede quemarle. Él siempre sonríe con una felicidad boba.

Kim Jong-un y Donald Trump llevan meses intercambiando amenazas, apelando a los truenos y a las llamas del apocalipsis. Han agotado el diccionario de las palabras tanto Trump como el gordito de sonrisa boba, y el gordito de sonrisa boba, también el de las provocaciones. Si detrás de las palabras vienen los hechos, vivimos tiempos inciertos, esa incertidumbre es la que está provocando toda clase de reacciones y temores.

El Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas ha cerrado filas en la condena, incluso China se ha adherido y ha mostrado su preocupación. China, como saben los lectores, es el tradicional aliado y sostén de la dinastía Kim, pero se está cansando de las veleidades del muchacho. Y en esta ocasión la preocupación de Pekín ha aumentado porque han comenzado a denunciar que los nuevos experimentos pueden envenenar el medio ambiente del país con sus radiaciones nucleares. Palabras mayores. Una retirada del apoyo de China al régimen de Pyongyang podía suponer el comienzo de la caída, pero Kim Jong-un es tan insensato que no parece tener ningún temor a un aislamiento suicida.

Al borde del abismo

En un primer momento Trump ha controlado los impulsos, pero ha dejado clara su determinación de utilizar la gama completa de las capacidades de que disponen los Estados Unidos, desde las diplomáticas hasta las de las armas convencionales y nucleares. Y no solo para defender sus territorios, entre ellos la lejana isla de Guam, sino también el de sus aliados, como Japón y Corea del Sur. El secretario de Defensa, Jim Mattis, ha asegurado que cualquier movimiento agresivo tendrá una respuesta nuclear masiva. Tanto Corea del Sur como Japón viven en permanente estado de alerta, vigilancia y miedo. Lo peor no es descartable. No es exagerado afirmar que estamos al borde del abismo. 

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