El fin de la ambigüedad

19 / 01 / 2018 Edward Carr
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La postura ante Corea del Norte definirá la posición de EEUU en el mundo.

Foto: Saul Loeb/AFP/Getty Images

La frase más simple puede ser también la más difícil de llevar a la práctica. Para algunos, “hacer América grande otra vez” fue solo un lema de campaña. Ahora que el presidente Trump se ha acomodado en su escritorio del Despacho Oval, simplemente llevará a cabo una política exterior republicana convencional. Pero para otros, dicho lema adelanta un cambio decisivo. Con su nuevo presidente, Estados Unidos se centraría en mantener la grandeza dentro de sus fronteras, al tiempo que se desentendería de los costes de intentar mantener el sistema global que él mismo construyó al término de la Segunda Guerra Mundial. Durante su primer año en el cargo, Trump ha sesteado entre estas dos posturas. En 2018 tendrá que decidirse por una.

La razón es Corea del Norte. Su carrera por desarrollar una bomba nuclear que pueda alcanzar Estados Unidos pondrá a prueba a Trump. A medida que la crisis se aproxima a un punto crítico no habrá lugar para las medias tintas. ¿Se decantará por la diplomacia o por la guerra? ¿Apoyará a sus aliados o los dejará a su suerte? ¿Fortalecerá el orden estadounidense en Asia en colaboración con China, o lo demolerá?

Las dos caras de Trump

Las acciones del presidente a menudo contradicen su retórica unilateralista. Cuando Bashar Al Assad usó gas nervioso contra su propio pueblo, Trump ejerció como gendarme global y ordenó una descarga de misiles de crucero al modo de Ronald Reagan o Bill Clinton. Escuchó a sus generales y aumentó el número de soldados en Afganistán (pero no repitió el error de Barack Obama de poner fecha a su retirada). Y tras haber calificado a la OTAN como “obsoleta” en campaña, en julio le dio su respaldo más sincero.

Al mismo tiempo, en ocasiones Trump ha demostrado que puede laminar el sistema. Sacó a Estados Unidos del Acuerdo de Cooperación Transpacífico firmado por otros once países y que habría fortalecido la posición de EEUU como eje estratégico en Asia. En Oriente Próximo le ha entregado la iniciativa a Rusia y ha llamado al Congreso a revocar el acuerdo nuclear con Irán. Y, en un discurso en la ONU en septiembre, Trump ofreció una visión del mundo en la que este se organizaba de forma espontánea en torno a Estados ferozmente independientes que colaboraban solo cuando les interesaba.

Ese discurso ante la ONU, por supuesto, es más conocido por la amenaza de Trump de “destruir por completo Corea del Norte”. Durante 25 años, los presidentes han sido capaces de evitar decantarse por la diplomacia o la acción militar. Trump no podrá permitirse ese lujo. El líder norcoreano Kim Jong Un está desarrollando cabezas nucleares que podrían acoplarse en misiles y alcanzar Los Ángeles. Los informes de inteligencia sugieren que podría ser capaz de ello en los primeros meses de 2019.

Donald Trump podría dar un paso atrás en términos de disuasión y contención como ya hizo Estados Unidos con la China de Mao cuando esta se hizo con la bomba nuclear en los años sesenta del pasado siglo. Pero eso dejaría a las ciudades estadounidenses vulnerables frente a un ataque de Pyongyang. También podría romper con las políticas del pasado y usar la fuerza, aunque con ello se arriesgaría a desencadenar una guerra.

La elección de Trump pondrá a prueba las alianzas con Corea del Sur y Japón debido a la cierta disparidad que existe entre los intereses de Estados Unidos y los de estos países. Es cierto que ninguno quiere que Corea del Norte posea la bomba nuclear, pero en caso de guerra Tokio y Seúl quedarían en primera línea de fuego, mientras que los Estados americanos continentales estarían seguros. En el resto del mundo, los aliados de Washington comprobarán si Trump da importancia a sus intereses y hasta qué punto les consulta.

La relación con China

La elección de Trump también moldeará la relación que mantendrán Estados Unidos y China durante el resto del siglo. Una cooperación genuina podría llevar a que ambas trabajaran juntas en gran medida. Pero el régimen de Kim podría colapsar y las tropas estadounidenses retirarse de Corea del Sur, lo que podría llevar a una Corea unificada que cayera bajo la influencia de China.

Si Trump opta por la disuasión y contención de Corea del Norte, por comprometerse con sus aliados y por establecer relaciones de confianza con China, podría reforzar el sistema global que sostiene la grandeza de Estados Unidos. En política exterior, lo mismo que en muchos otros ámbitos, a Trump le gusta mantener a la gente haciendo conjeturas. Sin embargo, el tiempo de las conjeturas está casi agotado.

Edward Carr: subdirector de The Economist

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