Privados e inseguros

09 / 01 / 2018 Kenneth Cukier
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Los riesgos de no compartir datos.

Los coches modernos son ordenadores con ruedas. Mientras la gente conduce recogen toneladas de datos que se usan para mejorar los propios vehículos, pero también para cosas como mejorar la seguridad de las carreteras. Si, por ejemplo, muchos coches informan a las autoridades de que su sistema de frenado automático se activa en un determinado tramo de carretera, esto podría indicar la existencia de una curva peligrosa o de que hay hielo en la calzada.

Pero en Alemania esto no ocurre, y la razón es la normativa de privacidad. Las leyes europeas otorgan por defecto a los individuos la propiedad de los datos, lo que dificulta que se puedan agrupar informaciones con vistas a un conocimiento mayor. Así, un efecto colateral de la protección de la privacidad es que las carreteras alemanas son un poco menos seguras.

Esta situación se repite a lo largo de todo el continente de múltiples maneras. Cuando el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, en sus siglas en inglés) entre en vigor en mayo de 2018, se reforzará la capacidad de los individuos de controlar sus datos y aumentarán las sanciones a las empresas que cometan abusos. Pero esto tendrá un coste, ya que las leyes que dificultan la recogida, puesta en común y análisis de los datos podrían beneficiar a la sociedad.

Tomemos como ejemplo el fraude bancario. Ciertos criminales llaman a los bancos diciendo que son titulares de cuentas para cambiar contraseñas y llevarse así todo el dinero. Estas llamadas se graban y, si se traducen en datos, pueden extraerse las huellas de voz de los estafadores. En el Reino Unido, sin embargo, es ilegal que los bancos compartan huellas de voz biométricas. Así, a cambio de una supuesta protección de la privacidad, hay más preocupación por el cibercrimen y se han de sufragar estas pérdidas económicas.

El problema es que la ley genera un clima de miedo y crea caros obstáculos legales. Para los empresarios, es más fácil renunciar a los beneficios de usar datos privados que arriesgarse a tener que recurrir a sus departamentos legales. Tampoco ayuda que los medios estén agitando las aguas. Hemos visto las protestas que sucedieron a la brecha de seguridad de Google Deep Mind entre los años 2015 y 2017 en relación a datos del servicio nacional de salud británico. El organismo de protección de la privacidad se le echó encima de una forma muy publicitada por una serie de errores burocráticos leves; tan leves que ni siquiera acarrearon multa.

Pero este incidente ha tenido un efecto terrible en cualquier empresa tecnológica que quiera analizar datos para encontrar tratamientos para enfermedades, razón por la cual algunas personas podrían sufrir e incluso morir de forma innecesaria. Eso sí, sus datos personales permanecerán guardados a buen recaudo.

Kenneth Cukier:redactor jefe de The Economist

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