El nuevo arte electoral

Han sido dos años duros para los que realizan pronósticos políticos. En 2016 empresas demoscópicas, analistas y estrategas tuvieron su primer impacto con este mundo en reestructuración constante con la decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea. A ello le siguió, en Estados Unidos, la victoria de Donald Trump en las primarias republicanas y su posterior llegada a la Casa Blanca.

Pero 2017 no ha sido más previsible. En Francia el movimiento de Emmanuel Macron En marche! surgió de la nada y se hizo con el Elíseo y la Asamblea Nacional. En el Reino Unido Theresa May sorprendió al electorado convocando un adelanto electoral, y ella misma se llevó una sorpresa al perder votos. Incluso los juiciosos electores alemanes se unieron a la fiesta al restar apoyos a Angela Merkel y abrirle el Bundestag a la ultraderechista Alternativa por Alemania.

Todo ello ha hecho que los progresistas se retuerzan las manos con desesperación. Pero no hay problema, la democracia sigue. En 2018 decenas de países elegirán nuevos presidentes, primeros ministros y legisladores. Hay tres características que definirán estos comicios: una rehabilitación de las encuestas, unos nombres aún más absurdos para los partidos políticos y nuevas formas de influir en los resultados.

Empecemos con las encuestas. En 2018 aumentarán en gran medida su precisión. En marzo acertarán de forma precisa con el ganador de las presidenciales rusas. También señalarán a Abdel Fatah Al Sisi, que obtuvo el 97% de los votos en los comicios de 2014, como el más probable vencedor de las elecciones presidenciales egipcias. Y podrían tener problemas en Venezuela, donde solo los más valientes apostarán por que las presidenciales, previstas para diciembre, finalmente tengan lugar.

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