Un desafío a la hipocresía de Putin

17 / 01 / 2018 Alexei Navalny
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Opositor político ruso

"Los jóvenes rusos no están inspirados por el falso conservadurismo de sus políticos"

FOTO: REUTERS STAFF / REUTERS

Qué irónico resulta que esté escribiendo una pieza sobre las perspectivas de Rusia para 2018 desde la celda de una prisión! Otra vez he sido arrestado por mi campaña electoral. Desde que anuncié mi intención de presentarme a las presidenciales de 2018, he pasado entre rejas uno de cada cinco días.

Dos tendencias en 2018 para Rusia: una continua fosilización de pequeños grupos en el poder, y el desarrollo de una nueva generación de ciudadanos rusos. En esta época de bajos precios del petróleo, ha quedado claro que el Kremlin –y Vladimir Putin– no puede hacer mucho para promover un crecimiento económico sostenible y aumentar la calidad de vida. En 2012, Putin prometió que, a finales de su mandato presidencial en 2018 el PIB por trabajador crecería un 50%. De hecho, ha quedado por debajo del 10%.

Un crecimiento más rápido solo puede venir de la desregulación, de una reducción de la propiedad pública de activos económicos, de una lucha real contra la corrupción, de tribunales independientes  y de la aplicación de la ley. Pero tales reformas son consideradas inaceptables, porque debilitarían el régimen. Es obvio que el principal objetivo de las autoridades es su propia supervivencia –y su continua capacidad para robar de las arcas rusas– más que cualquier idea de interés nacional.

El régimen prolonga su poder al proclamar a Rusia y a su presidente defensores mundiales de la familia y los valores morales, mientras acusa a Occidente de renunciar a ellos. En consecuencia, la modernización económica y política puede ser rechazada bajo plausibles e, incluso, nobles pretextos. Comparen las siguientes afirmaciones: “No necesito tribunales independientes, porque ellos reconocerán que estoy manipulando las elecciones” y “el sistema judicial debería ser dirigido por un Estado que proteja el alma eterna de Rusia”. La última es más grata y digna. Hay un solo pero: Rusia no es un país conservador y, definitivamente, no representa un Estado de teocracia cristiana. Menos del 15% de sus ciudadanos asiste a misa, al menos, cada mes.

El Kremlin habla de insultos diarios a los cimientos espirituales de la nación, ya sea a los veteranos y a la memoria de la Gran Guerra Patriótica, a los santos y a la familia del zar, ya sea al arte tradicional ruso. Tales desprecios son dichos en voz alta por funcionarios que se benefician de propiedades fiscales y activos financieros. Cualquier palabra en contra de las autoridades, o en defensa del sentido común, es distorsionada y adjuntada a la rica colección de insultos.

Putin también utiliza la política extranjera como arma para mantenerse en el poder. Seguirá con la misma conflictiva agenda y será todavía más hipócrita: apoyará, simultáneamente, a políticos de extrema izquierda y de derecha en Europa y Estados Unidos. Cualquier presión a la política occidental será azuzada por medio de una financiación tácita, operaciones encubiertas y cobertura mediática.

La historia será la misma: el sistema de Occidente ha perdido sus valores morales y tradicionales. Se pondrán patas arriba los argumentos de Occidente, afirmando que, en un mundo multipolar, nuestros socios de Occidente deben aceptar que sabemos comprar publicidad en Facebook y cómo usarla en nuestro beneficio. La hábil injerencia en las campañas de Hillary Clinton y de Emmanuel Macron ha inspirado al Kremlin. Los directores de los medios de comunicación modernos, donde el número de clics y retuits importan más que la verdad, lo han comprendido perfectamente. Putin cree en su poder de atracción.

Una vuelta atrás a la URSS

La liberalización de Rusia debería estar en manos de los rusos, pero Occidente podría ayudar a contener el régimen aplicando sus propias reglas en los casos de corrupción. Todos los compinches de Vladimir Putin tienen activos en Occidente, y para ellos sería doloroso perderlos. Restringir y exponer estos flujos de dinero debilitaría el corrupto régimen de Putin y dejaría al descubierto su hipocresía.

Los falsos conservadores no están seguros de derrotar a los rusos que apoyan el cambio. En 2018, veremos la formación de una nueva clase política: gente joven de menos de 35 años que ha pasado su vida con Putin en el poder. En su memoria, no hay escasez ni colas de racionamiento, frecuentes en la Unión Soviética. Eso significa que sus mentes no funcionan con un “pero hubo tiempos peores”, típico eslogan para los de más de 40 años. Para ellos, el actual mandato de Putin, con cuatro años de caída de ingresos reales, es el peor periodo de sus vidas. Y lo más importante, comprenden claramente la falta de perspectivas. Las palabras de una canción de los 70 de los Sex Pistols, “No hay futuro para mí, no hay futuro para ti”, son una descripción de su realidad.

Esas personas no están inspiradas por el falso conservadurismo. Ellos quieren un trabajo e ingresos adecuados a su nivel de educación y a los estándares europeos, porque no dudan de algo tan evidente: viven en Europa.

Será difícil. En Rusia, para leer noticias normales necesitas conexión de alta velocidad y Tor (una red de anonimato). La mano dura sobre los servicios anónimos de mensajería y el “extremismo” en las redes sociales, inevitablemente, conducirán a la creación de nuevas formas de interacción e información. En 2018, esta nueva clase en Rusia será consciente de su papel y de su poder.

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