Recuperar la democracia liberal

12 / 01 / 2018 Ruth Davidson
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Líder de los conservadores de Escocia

"Los mercados libres han traído la paz y la prosperidad a millones de personas"

Foto: Cordon Press

A lo largo de los últimos cuatro años, Escocia puede considerarse la democracia más ajetreada del mundo. Hemos vivido dos elecciones generales, dos referendos (uno, de independencia, y el otro sobre el brexit), unas parlamentarias escocesas, unas municipales y otras al Parlamento Europeo. En 2018, nos tomaremos un descanso. No hay elecciones a la vista. Los legisladores y demás expertos tendrán espacio para sus ideas que, muy a menudo en tiempos recientes, han sido ahogadas por demandas polarizadas. A este respecto, nuestra nación descentralizada puede servir de ejemplo para las democracias del mundo que, como nosotros, han experimentado cierta agitación política y deben ahora enfrentarse a sus consecuencias. En un mundo convulso por decisiones políticas radicales (piensen en el brexit y las elecciones de Estados Unidos), Escocia aparece con su voto por la independencia (rechazada). Podemos hacer que 2018 sea un año en que dejemos atrás estas tensiones, centrándonos en cuestiones subyacentes que han generado más inestabilidad política.

Ante todo, esto significa rehacer el proceso para los mercados libres y las democracias liberales. Una década después de la crisis financiera, nos enfrentamos a una crisis de confianza en el capitalismo. En el Reino Unido, menos de una de cada cinco personas confía en que la próxima generación tendrá una vida mejor, más segura y saludable que la anterior. Como resultado, la creencia en la libre empresa es corrosiva y las ilusorias promesas del socialismo, una vez más, atraen. Según una reciente encuesta de Populus, un centro de estudios del Reino Unido, tres cuartas partes de los británicos hoy prefieren una completa nacionalización de todos sus servicios e infraestructuras ferroviarias. Preguntada por el capitalismo, la gente responde que es “egoísta”, “codicioso” y “corrupto”.

Capitalismo compasivo

Necesitamos subir de nivel. Los mercados libres y el orden económico liberal siguen siendo las mejores opciones para atajar la pobreza extrema, reducir la desigualdad y enriquecer el mundo, hacerlo más saludable, mejor educado y más justo. Pero igual que todo esto es verdad, debemos reconocer que no es así como lo ve la gente, y debemos hacer más para apoyarlos.

Mientras el entusiasmo y el desafío pueden ser conceptos abstractos, la repentina transición de una economía manufacturera e industrial a otra basada en el conocimiento y la tecnología se ha percibido como perturbadora por aquellos que se han visto directamente afectados. Así que, junto con argumentos nuevos y acciones prácticas, es necesario tender la mano a aquellos cuya experiencia les ha llevado a perder la fe en nuestra

forma de vida. Lo que significa utilizar el poder del Gobierno para asegurar a la gente que la apoyamos.

Tomemos el ejemplo de la vivienda. En el Reino Unido, un cabeza de familia de 30 años tiene la mitad de posibilidades de ser propietario de una vivienda que en la generación del baby boom. Cuatro de cada diez personas de 30 años vive hoy en casas de alquiler; hace 50 años, lo hacía uno de cada diez. En Escocia, el número de jóvenes que vive de alquiler triplica al de hace 20 años. Gran parte se debe al aumento de los precios de la vivienda, provocado por la escasez de oferta (un fallo del mercado). En 2018, los Gobiernos de Londres y Edimburgo simplificarán la planificación, apoyarán viviendas más asequibles y priorizarán las infraestructuras. No podemos y no deberíamos aceptar un mercado en que la propiedad de las viviendas descansa sobre los padres que las dejan en herencia a sus hijos cuando mueren.

O echemos un vistazo a la educación. Vivimos hoy en un mundo en el que sectores enteros del mercado laboral pueden desaparecer. Para ayudar a los jóvenes a moverse en este panorama, los Gobiernos inteligentes deberán hacer más por la educación técnica avanzada que les proporcione destrezas adaptativas, en especial en los empleos de servicios, que les ayudarán a ganarse la vida en un nuevo mundo automatizado. Lo contrario solo aumentaría el resentimiento y la sensación de que el progreso para unos pocos está por delante de las necesidades del trabajador común, sus familias y sus comunidades.

Con políticas adecuadas, podemos demostrar en 2018 que los mercados libres y los Estados no están en conflicto, pero podemos trabajar juntos para mejorar nuestra calidad de vida. El papel del Estado debe ser el de facilitador: darle a la gente las oportunidades –comprar una casa o adquirir destrezas– que, de otra forma, no tendrían si las dejamos en manos de las fuerzas del mercado. Para los políticos del centro derecha, esta debería ser nuestra guía. No debemos perder la fe en el poder de la libre empresa y una sociedad libre, pero deberíamos reconocer que el mercado puede fallar, buscar áreas que no están funcionando y utilizar los recursos de los Gobiernos para que la balanza se incline a favor de los marginados.

Los mercados libres han traído la paz y la prosperidad a millones de personas. En 2018, dejen que aquellos de nosotros que creemos en ellos respondamos seriamente a la legítima indignación que sienten aquellos que han perdido la fe en su capacidad para conseguirlo. Pese a todas las falsas noticias, la demagogia y el cinismo que infectan nuestra esfera pública, soy optimista en cuanto a lo que podemos hacer si tenemos la confianza para hacerlo.

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