Secundarios de lujo

09 / 01 / 2018 José Manuel Gómez 
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La selección quiere ganar su segunda estrella.

El gol de Iniesta en Sudáfrica 2010 valió para ganar el primer mundial del fútbol español. Fue la culminación de una idea estética, la del toque. A España daba gusto verla jugar, tanto como al Brasil de Pelé, a Holanda cuando era la naranja mecánica de Cruyff. Aquella fue una revancha frente al gran valor de nuestro fútbol, la furia, esa que nos servía para llegar a cuartos de final y perder.

Pero vamos cortos de héroes, Iniesta en el Barça es un ayudante de cocina, el tipo que hace las croquetas como nadie pero los goles los marcan otros que hacen más caja en el banco y en los medios.

Tenemos un entrenador, Julen Lopetegui, que ha heredado la sensatez de Vicente del Bosque. Luis Aragonés fue el que sentó en 2008 a la última gran estrella del equipo (Raúl) y formó un gran conjunto. Tiene gracia, además, que fuera uno del Atlético de Madrid (qué manera de palmar, según Sabina) el que superó el mayor de los miedos posibles, el miedo a ganar. Aragonés y Del Bosque contaban con un director de orquesta, Xavi, que consiguió, para la fortuna de España, lo que todos los circos temen: que crecieran los enanos.

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