El espacio al alcance de la mano

16 / 01 / 2018 Benjamin Sutherland (Santa Bárbara)
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En 2018 sondas espaciales explorarán la posibilidad de crear bases en la Luna y en Marte.

Si todo va bien, el 26 de noviembre de 2018 la nave no tripulada de la NASA InSight atravesará la atmósfera de Marte a unos fulgurantes 3,2 kilómetros por segundo, abrirá el paracaídas, activará los retrocohetes, se deshará de su escudo térmico y aterrizará suavemente en la superficie del Planeta rojo. Será la culminación de un excitante viaje de un año. Previamente, Google espera anunciar el ganador del premio Lunar X, dotado con 30 millones de dólares (25 millones de euros), a la empresa que consiga colocar un robot en la Luna, lo haga avanzar por control remoto 500 metros y transmita el vídeo a la Tierra. Y antes de que termine 2018, Space X espera haber mandado dos turistas espaciales alrededor de la Luna. Serán las primeras personas en estar más allá de la órbita baja de la Tierra desde 1972.

Algunos creen que estas misiones supondrán avances que conducirán a establecer bases robóticas (y eventualmente, humanas) en la Luna y en Marte. El objetivo es convertirse “en una especie multiplaneta”, afirma Bob Richards, presidente de Moon Express, un competidor con sede en Florida por el premio de Google.

Aún quedan muchos años para que llegue ese día, si es que llega. Los escépticos destacan que probablemente no haya nada lo bastante valioso ni en la Luna ni en Marte que justifique el enorme gasto que supondría instalar humanos allí. Pero Elon Musk, presidente de SpaceX, quiere enviar una nave espacial a Marte en 2022 y vehículos tripulados dos años después. En 2018 el telegénico vuelo de reconocimiento de SpaceX encandilará al mundo. Los optimistas creen que esto dará más fuerza a los llamamientos para colonizar los cuerpos celestes.

Para hacer eso se necesita de un mayor conocimiento. La nave Moon Express llevará una baliza de navegación luminosa para facilitar futuros viajes. En un segundo viaje a la Luna, en 2019, la empresa quiere fundar una “aldea robótica” para explorar el terreno. Y en Marte, InSight excavará cinco metros bajo el suelo para detectar recursos, temblores y temperaturas. Esto dará información acerca de si los humanos podrían sobrevivir mediante la explotación minera de esos recursos. Crearían refugios a prueba de terremotos y se surtirían de energía geotérmica, según Bruce Banerdt, máximo responsable de la misión de la NASA. 

Un sector privado espacial

Debido a que hay cada vez más empresas privadas en el sector, el precio de los viajes espaciales está bajando. El coste del proyecto de Moon Express para el premio de Google será de solo 10 millones de dólares (8,3 millones de euros). Y por primera vez en una empresa privada, SpaceX planea comenzar a transportar astronautas en mayo a la Estación Espacial Internacional. Así reducirá las tarifas que ofrece Rusia por el mismo servicio y aumentará las inversiones para hacer vuelos tripulados a Marte en la década de 2030. Phil Larson, antiguo asesor espacial de la Casa Blanca, destaca que la NASA se gastará unos 1.400 millones de dólares (1.200 millones de euros) en construir el Falcon 9, un cohete que Space X producirá a un tercio de ese coste. En su opinión, los beneficios por el turismo espacial cubrirán la mayoría de los costes de la exploración lunar de SpaceX. 

Algunas empresas están convencidas de que se puede hacer dinero en el espacio exterior. Moon Express planea diseñar en 2020 un sistema de recogida de rocas lunares con el objetivo de construir a partir de ellas cosas como anillos de compromiso. Las empresas Planetary Resources y Deep Space Industries aspiran a la explotación minera de asteroides, pero el repostaje de estas naves dispararía los costes, ya que cuesta en torno a 10.000 dólares (8.400 euros) simplemente el mandar un kilo a la órbita baja de la Tierra.

El Tratado del Espacio Exterior (TEE) de 1967 prohíbe reclamar la soberanía sobre cuerpos celestes, pero no prohíbe reclamar la propiedad (ni la venta) de lo que se pueda extraer de ellos. Estados Unidos y recientemente Luxemburgo han aprobado medidas que autorizan la minería espacial.

Pero esto plantea problemas. Al añadir basura espacial, este tipo de minería podría dañar el frágil ecosistema del espacio. Hay otros problemas más pegados a la tierra. Una explicación de la oposición de Brasil, Chile y Rusia es que temen perder su actual pujanza minera. También hay críticos con la minería espacial que defienden que en el TEE se especifica que el uso del espacio ha de ser “en beneficio de todos los pueblos”. Algunos Estados esperan que esto obligue a los empresarios a repartir sus beneficios o abandonar la minería espacial, lamenta Kyle Acierno, de la firma japonesa iSpace.

También habría que vencer problemas económicos básicos. Lograr una forma viable de extraer las numerosas reservas espaciales de platino, por ejemplo, provocaría una caída en picado del precio del metal. Sin embargo, un efecto colateral positivo es que podríamos garantizar la supervivencia de nuestra especie, según el experto en minería espacial Atsushi Mizushima. Y es que la tecnología desarrollada para estas prospecciones podría evitar llegado el caso la colisión de algún cuerpo celeste con la Tierra. Por fortuna, esto no será una preocupación en 2018.

Benjamin Sutherland: corresponsal freelance de The Economist

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