Las pausas de Obama

12 / 01 / 2017 Ann Wroe
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Los rasgos distintivos de un presidente.

¡Atención! ¡Pausa del presidente!

Cuando Barack Obama ganó las elecciones a la Casa Blanca en 2008, parecía que el dinamismo iba a ser el orden del día. “Yes we can” (“Sí podemos”) fue el eslogan de su campaña, presentado en un estilo sin afectación, con olor a determinación. En retrospectiva, los oyentes quizá deberían haber advertido que entre el “Sí” y el “podemos” subyacía una vacilación muy breve, un microvacío, que merecía una coma. Por ello, Obama ha sido un presidente famoso por sus pausas.

Con estas pausas se le arrugaba la barbilla, a veces elevándola desafiante, otras lúgubremente hacia abajo. Su cabeza, ligeramente inclinada a la derecha para decir algo y acabar alzándola, se giraba luego a la izquierda para, elegantemente, concluir. Sus hombros, rígidos, y sus brazos, a los costados; mientras tanto, su auditorio esperaba la calmada y pronta reanudación de su discurso.

La lista de notables silencios es larga. En su discurso de aceptación presidencial en Chicago en 2008, en su parte más conmovedora, había diez de estos silencios: Si hay alguien ahí fuera / que todavía duda / de que EEUU es un lugar / donde todo es posible, / alguien que todavía se pregunta / si los sueños de nuestros fundadores / están vivos en nuestro tiempo, / si todavía hay alguien que se cuestiona / el poder de nuestra democracia, / esta noche / es su respuesta.

En una ceremonia conmemorativa en Charleston, en Carolina del Sur, después de la masacre de nueve miembros de una iglesia de la comunidad negra en 2015, Obama esperó 13 segundos enteros entre mencionar el himno Sublime gracia y comenzar, asombrosamente, a cantarlo: la clase de “vivo silencio” tan apreciado por los predicadores del Sur. Cuando estaba anunciando su nueva política de inmigración en junio de 2012, se tomó una pausa de tal duración que un maleducado periodista se entrometió, dando por hecho que había terminado. El cómico Stephen Colbert defendió al intruso, indicando que era, a menudo, imposible adivinar si el presidente había terminado de hablar o no. Sus pausas estaban tan arraigadas que Colbert las llamó “Potus interruptus” (Potus es como se conoce al presidente de los Estados Unidos, por su acrónimo en inglés: President Of The United States). Un blog acusó a Obama de “inducir al trance hipnótico a millones de ignorantes americanos”.

Intermedios medidos

Los escolares los estudian. Alguien advirtió que los discursos de Obama tenían una lentitud general de entre 180 y 190 palabras por minuto cuando estaba de campaña, que cuando ya fue electo eran muchas menos. Tres profesores turcos de lingüística escribieron una disertación sobre la colocación de las pausas de Obama antes o después de las preposiciones; las de después eran más largas, aunque Obama “mantuvo la integridad de los fragmentos sintácticos y léxicos” (para alivio general). Un estudiante de doctorado de Utrecht contó las pausas del presidente durante una entrevista de 9,21 minutos, registrando 106 “eh” y 18 “pues”. George W. Bush, en el mismo lapso de tiempo, usaba solo la mitad de cada una, pero, al contrario que Obama, considerado un gran orador, a Bush se le tenía, cuando hacía estas pausas, por un imbécil. El doctorando concluyó que Obama llenaba sus pausas con un casi inaudible “hum”, una especie de continuación meditabunda que sugería un calmado autocontrol, mientras Bush daba la impresión de que había olvidado lo que estuviera diciendo.

Los entendidos también comentan acaloradamente sobre lo que implican dichas pausas. Para los defensores de Obama son un signo de sabiduría, cautela y reflexión cuidadosa, y de que no es un fanático que se aventure en lances internacionales ya sea en Libia, Ucrania, o, especialmente, en Siria, sino alguien que pondera los pros y los contras. Obama representa un Estados Unidos más circunspecto, después de las incursiones beligerantes de su predecesor en Afganistán e Irak. Dos de sus mayores golpes en política exterior, el tratado nuclear con Irán y la apertura a Cuba, fueron el resultado de una larga y laboriosa diplomacia. Un tercero, el asesinato de Osama bin Laden, mostró cuán decisivo podía ser si quería. Ya que el arrogante poder militar de EEUU le otorgó un “bastón de mando” lo bastante sólido, Obama se concentró en el “hablar suave”, o más bien, en hablar lo bastante alto y, de repente, con autoridad, hacer una pausa.

A nivel nacional, también ha adoptado medidas de amplio espectro (reformas sanitarias, aire más limpio, regulación financiera) con calmada prudencia, y ha reaccionado con ecuanimidad cuando un Congreso hostil le retiró su apoyo. Respondió, además, a una serie de lamentables tiroteos violentos con discursos entrelazados con pausas de genuina emoción, aunque no lograron persuadir al Congreso de que decretara una ley sobre control de armas. Después de hacer lo que pudo, se rindió. Ni se implicó en el trabajo sucio de presionar al Capitolio, sino que se sentó aparte, como el Pensador de Rodin, en noble y elevado silencio.

Sus detractores ven sus pausas de manera diferente. Creen que es un hombre incapaz de tomar decisiones o, si las toma, de hacerlas cumplir. En el momento en que asumió el cargo, prometió cerrar la prisión de Guantánamo: ocho años después, sigue abierta. Le llevó meses decidir si retirar las tropas estadounidenses de Afganistán y, luego, cuántas de ellas retirar. Promovió los derechos de ciudadanía para los hijos de inmigrantes, pero abandonó la idea. Dijo que trazaría una línea roja sobre el uso de armas químicas de Bashar al Assad y las armas fueron usadas, y la línea roja desapareció. El duro cargo de comandante en jefe fue, claramente, un tormento para Obama, exigiéndole muchas y abundantes inhalaciones. Para bien o para mal, como con Hamlet, “la natural tintura del valor”, en Obama, “se debilita con los barnices pálidos de la prudencia”.

El resultado, en suma, fue una presidencia en constante y decreciente suspense. ¡Todo puede cambiar! Ciertamente. / Probablemente. / Posiblemente. / Mañana. / La próxima semana. / A finales de 2016. / Y el tiempo se acabó.

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