El brexit y la City

13 / 02 / 2017 Lionel Barber
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El centro financiero londinense sufrirá las consecuencias del no a la Unión Europea.

Es un hecho sin precedentes. Muchos países (concretamente, 28) habían ingresado en la Unión Europea, pero ninguno había pedido abandonarla. En el verano de 2016, David Cameron, dando por hecho que los británicos apoyarían la permanencia del statu quo, no hizo planes de contingencia por si triunfaba el brexit. Y en 2017 la City londinense, con no poca inquietud, sufrirá las consecuencias.

Ni el mejor analista podría prever los términos exactos del divorcio, ni cuándo se producirá la salida de Londres de la UE. Algunos valientes dicen que podría no ocurrir nunca. Pero en 2017 la cuestión se aclarará cuando el Ejecutivo de Theresa May invoque el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea y solicite formalmente la intención del Reino Unido de abandonarla. May ya ha dicho que lo hará a finales de marzo.

Una vez activado el artículo 50 se pondrá en marcha una cuenta atrás de dos años para completar las negociaciones de la salida. El Gobierno explicará con todo detalle las concesiones, como el acceso al mercado único, la aceptación del principio de libertad de movimiento y la preeminencia del Tribunal de Justicia Europeo. En 2016 el miedo a la inmigración no tuvo ningún efecto en las empresas; en 2017 la situación podría ser un poco diferente.

La City presionará para que los términos del divorcio sean claros, mientras que May preferirá una mayor flexibilidad. Estará atenta a los comicios presidenciales franceses de abril y mayo. Una victoria de la ultraderechista Marine Le Pen, aunque improbable, podría significar un frexit y el fin de la Unión Europea.

La City es un ecosistema en el que grandes animales como los bancos mayoristas (JPMorgan Chase, HSBC, Goldman Sachs, Barclays y Standard Chartered) conviven con omnívoros como las aseguradoras Aviva, Prudential y Legal & General. Los gestores de fondos, las empresas de inversión de capital independientes y los hedge funds también están en la ecuación, junto a miles de contables, abogados y asesores fiscales de todo tipo.

Todos ellos sopesarán mucho si deben cambiar de postura en 2017. Seguirán con interés las negociaciones del brexit para ver si conducen a una ruptura limpia (breve y sencilla, pero arriesgada), a un acuerdo amistoso (positivo, pero dilatado en el tiempo) o a un divorcio hostil (caótico y muy caro). “Cuanto más expuesto estés a la economía real más lo estarás al brexit, y viceversa”, afirma un ejecutivo de la City relacionado con las negociaciones con la Unión Europea.

En 2017 habrá tres palabras que se harán de uso común: “equivalencia”, “transición” y “passporting” (derecho de una empresa que opera en un país de la Unión a operar en otros). Los bancos mayoristas, que conceden préstamos, financian deuda, administran bonos y acciones y gestionan depósitos, están muy sujetos a las leyes comunitarias. Lucharán por preservar sus derechos de passporting para operar en toda la UE. Como mínimo querrán acuerdos de transición que les aseguren que los acuerdos comerciales ya alcanzados no quedarán en tierra de nadie entre 2019 y 2021.

Algunas empresas, temerosas de que su derecho a operar en el mercado único quede en entredicho, simplemente emigrarán. Nadie espera una salida en masa, pero líneas enteras de negocio podrían volar a lugares como Dublín, Luxemburgo, Ámsterdam o París. 

Buenos días de nuevo, Barnier

Un rostro francés familiar volverá en 2017. Se trata de Michel Barnier, azote de la City en su etapa de comisario europeo de Mercado Interior, que volverá como jefe de los negociadores de la Unión Europea para el brexit. Tendrá enfrente a David Davis, un matón que desprecia a los bancos.

No cabe esperar demasiados avances y sí muchos órdagos políticos. Un acuerdo satisfactorio para ambos es tremendamente complicado. La City se arriesga a perder algunas de sus ventajas como la liquidación de valores en euros, pero puede pujar por la gestión del yuan en el extranjero. En líneas generales, la actividad financiera de la City se contraerá algo, pero de todas formas eso ya estaba ocurriendo por el aumento de la regulación introducido tras la crisis y por los bajos tipos de interés.

A muchos les puede sorprender la voluntad de la City de mantener una legislación comunitaria que en su día calificó como intrusiva, como el Mifid II (cobertura de mercados financieros) y el Solvency II (de aseguradoras). Es el precio que el Reino Unido tendrá que pagar por mantener algo parecido a ser miembro de la UE, aunque los halcones de la prensa y del Gobierno opten por una “salida total”.

En cualquier caso, ni el Reino Unido ni la City esperan cerrar un mejor trato con la UE que el que se les ofreció para que ingresaran en el club comunitario. En este punto hay unanimidad en Bruselas, Berlín y París. Parafraseando a Voltaire, el precio del brexit ha de ser lo bastante elevado como para disuadir a otros. 

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