Apuesta perdida

30 / 01 / 2017 John Hooper (Roma)
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

El destino de Italia pende de un hilo.

Empecemos por lo que sabemos. En 2017, los rescatadores italianos continuarán –a veces, heroicamente– recogiendo inmigrantes del Mediterráneo. Cuando se cerró la ruta de los Balcanes en la primavera de 2016, Italia se convirtió en el principal país de primera llegada de inmigrantes en la UE. Hacia octubre, sin embargo, el número de personas que habían sido llevadas a la orilla fue solo ligeramente mayor que en el mismo periodo de 2015. Si los inmigrantes siguen llegando a ese ritmo, Italia recibirá otros 150.000 en 2017. Y, si el pasado sirve de guía, 3.000 hombres, mujeres y niños morirán en el intento.

Los ministros italianos se quejarán de nuevo porque creen que esa ayuda a los inmigrantes debería ser exclusivamente responsabilidad de la UE. Sus quejas caerán, la mayoría, en saco roto. Sin embargo, la Comisión Europea permitirá que Italia deje parte de sus gastos en el reasentamiento de refugiados fuera de los cálculos de su déficit presupuestario. Los denodados esfuerzos del ex primer ministro Matteo Renzi por librarse de la camisa de fuerza de la austeridad impuesta a los miembros de la Eurozona le permitirán alejarse de la insuficiencia presupuestaria muy por encima del objetivo ya revisado de Bruselas del 1,8%. Renzi buscaba un déficit del 2,3%, solo apenas inferior a las cifras de 2016. Si la economía funciona más o menos bien y logra crecer, debería bastar para que la ratio PIB-deuda pública de Italia empiece a bajar de los temibles niveles de casi el 133%.

Pero dicho crecimiento no está asegurado. La economía se paralizó a la mitad del segundo trimestre de 2016 y, en septiembre, el Gobierno redujo su previsión de crecimiento para 2017 de un 1,4% a un 1%. E incluso esta cifra podría ser demasiado optimista. Y no solo debido a factores económicos.

Desde el punto de vista político, el referéndum del pasado 4 de diciembre ha obligado a Renzi a dimitir tras el rechazo de una mayoría de italianos a las reformas constitucionales que él había propuesto: una reducción en el tamaño y los poderes del Senado, una legislación más eficaz y la clarificación de responsabilidades entre los Gobiernos central y regionales. Ahora el nuevo primer ministro, Paolo Gentiloni, con un Gobierno muy parecido al de Renzi, tiene ante sí el reto de sacar adelante una nueva ley electoral diseñada para asegurar que las administraciones cumplan con sus mandatos.

La reforma tenía como objetivo hacer de Italia un país más gobernable o, según los críticos de Renzi, una Italia que podría convertirse en una dictadura democrática. Con la victoria del no, Italia se encontrará en un escenario depresivamente familiar de crisis política, y quizá económica. Porque la sustitución del primer ministro no resuelve la posibilidad real de que el país vaya de nuevo a las urnas en un corto periodo de tiempo. Y, en ese caso, todas las encuestas señalan que el Movimiento 5 estrellas, liderado por Beppe Grillo, podría ser el vencedor y, por tanto, él sería el nuevo primer ministro.

Grupo Zeta Nexica