Planetas, planetas y más planetas

Los escritores de ciencia-ficción han soñado durante décadas con planetas lejanos. Que otras estrellas tengan sus propios planetas supone una hipótesis razonable, pero la ciencia tuvo que esperar hasta 1992 para confirmar que dichos planetas existían cuando dos de ellos fueron detectados orbitando alrededor de la estrella PSR B1257+12. A este descubrimiento le siguió un goteo de otros nuevos, que hoy ya son una inundación. Gracias a la combinación de telescopios fijos y de satélites cazadores de planetas, hoy se conocen más de 3.500 de estos nuevos mundos.

Al contrario que en la ficción, pocos de ellos se parecen a la Tierra. Muchos son gigantes gaseosos, como Júpiter. La mayoría son demasiado cálidos o fríos para albergar vida, y casi todos están muy, muy lejos. El satélite Kepler, que ha descubierto la mayor parte de estos planetas, está explorando un área del espacio equivalente a 1/400 de la esfera celeste.

A partir de 2017, sin embargo, la situación cambiará. En diciembre será puesto en órbita el sucesor de Kepler, TESS (Satélite en Tránsito de Sondeo de Exoplanetas, en sus siglas en inglés). Está diseñado para observar el conjunto de la esfera celeste, y en especial aquellos exoplanetas que son más parecidos a la Tierra. Es decir, aquellos que son pequeños, rocosos y que están relativamente cerca de nosotros.

Durante sus dos años de vida útil, TESS analizará cientos de miles de estrellas cercanas a la Tierra en busca de oscilaciones en su luz que delaten la presencia de planetas orbitando en torno a ellas. De hecho, Kepler ha recogido suficiente información sobre la presencia de planetas en la galaxia para que los astrónomos puedan hacer una estimación razonable acerca de cuántos similares a la Tierra podrían hallarse. Asumiendo que las zonas más próximas a la Tierra se ajustan al promedio galáctico, el nuevo satélite debería encontrar en torno a 3.000 planetas, aunque solo unas decenas de ellos orbitarían en “zonas habitables”, con posibilidad de encontrar agua en estado líquido.

Los planetas descubiertos por Kepler están demasiado lejos como para que los científicos puedan conocer sobre ellos mucho más que su tamaño y el rango de sus órbitas. Pero al estar mucho más cerca, los planetas descubiertos por TESS serán mucho más fáciles de analizar. Una nueva generación de telescopios gigantes entre los que se encuentran el Telescopio Europeo Extremadamente Grande, que se está construyendo en Chile, y el Telescopio Espacial James Webb, sucesor del Hubble, deberían poder ofrecer más detalles.

Centrándose en la luz de una estrella filtrada por las atmósferas de los planetas, los científicos esperan recabar información sobre la composición química del aire de dicho planeta, incluyendo la posible presencia de elementos (oxígeno, metano) que pudieran ser indicativos de la presencia de vida. Si estos planetas estuvieran lo bastante cerca, es posible que los astrónomos pudieran hasta fotografiarlos directamente. Y a través de modelos informáticos podrían incluso reproducir sus principales características geográficas, como qué proporción de la superficie del planeta es sólida o líquida.

La gran pregunta es si un día podremos mandar una sonda a algún exoplaneta cercano. En agosto de 2016 los científicos anunciaron el descubrimiento de un exoplaneta similar a la Tierra orbitando en torno a Proxima Centauri, la estrella más cercana al Sol, situada a 4,25 años luz de distancia. Yuri Milner, un físico y multimillonario ruso ya está trabajando con Stephen Hawking en la construcción de una sonda diminuta e impulsada por láser que podría recorrer esa distancia en 20 años. No está nada claro que ese proyecto sea viable, pero mientras tanto TESS les dará una extensa lista de objetivos. La ciencia-ficción está a punto de situarse un paso más cerca.