La lucha de poder de Xi

12 / 01 / 2017 John Parker
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Pulso por dominar las filas del Partido Comunista.

El resultado de las luchas políticas en 2017 determinará si China vuelve al camino de las reformas económicas y las relaciones abiertas y constructivas con el mundo o desperdicia unos años más en un rumbo económicamente timorato y agresivamente nacionalista. Los augurios no son nada buenos.

La lucha se endurecerá en el congreso quinquenal del Partido Comunista del mes de octubre. Se trata de la reunión más importante en el calendario político del país, porque, directa o indirectamente, nombrará a nuevos hombres –la mayoría son hombres– para representar la jerarquía china: los 25 miembros del Politburó, los siete de la Junta Permanente y los 350 miembros del Comité Central, verdadera personificación de la élite. El congreso ofrece al presidente Xi Jinping la mejor oportunidad de dejar su impronta en el partido.

El objetivo de este metódico cambio de guardia es asegurar el rumbo de la transición, en contraste con el caprichoso gobierno de Mao Tse Tung. Pero los cambios serán más profundos de lo normal y, en lugar de predecibles, serán progresivos y llevarán a una lucha de poder de resultados inciertos.

Los seguidores de Jinping han defendido siempre que cuando el presidente logre colocar a los suyos en puestos relevantes será capaz de darle al mercado “el rol decisivo” en la economía que prometió en 2013, aunque hasta ahora no lo ha logrado. Así, se permitiría la competencia a las empresas estatales de China, se reduciría el crédito fácil y la dependencia de la economía del crecimiento impulsado por la deuda. Pero incluso si eso es lo que Jinping quiere realmente (lo que no es seguro), necesitará algo más que un exitoso congreso del partido.

El presidente ha acumulado ya más poder que cualquier otro líder reciente. Es el jefe del Partido Comunista, el comandante en jefe, la cabeza visible del Consejo Nacional y presidente de numerosos pequeños e importantes grupos que influyen en cualquier aspecto de Gobierno. Sin embargo, su autoridad está concentrada en la cúspide de la pirámide. A cierta distancia, su influencia se disipa. Solo un puñado de las 31 provincias de China, por ejemplo, están gobernadas por sus aliados y su red de colaboradores apenas representa una décima parte en el Comité Central. Esto se debe a que el Comité no fue seleccionado por Jinping sino por sus predecesores, Hu Jintao y Jiang Zemin, al tiempo que le elegían presidente.

Asumiendo que la edad de jubilación normal se respete, cinco de los siete miembros de la Junta Permanente del Politburó dimitirán, dejando solo a Jinping en el cargo de presidente y a Li Keqiang como primer ministro. Seis de los otros 18 miembros del Politburó se retirarán y muchos más saldrán del Comité Central.

Normalmente, los 40-60 miembros del Comité lo dejan cuando alcanzan la edad de jubilación obligatoria, los 65 años, pero las 92 vacantes totales tendrán que ser ocupadas en 2017, en gran parte porque pocos de los más jóvenes fueron ascendidos en rondas anteriores. Algunos serán sustituidos por un mero principio de rotación. Jinping, sin embargo, insistirá en que la mayoría de sus personas de confianza ocupen los cargos vacantes, añadiendo más incertidumbre a la sensación dominante en las filas del partido.

Pekín y más allá

El primer paso crucial está ya en curso: la elección de los delegados al congreso (casi 2.300) que votarán por varios órganos de partido. Jinping no elige a sus propios delegados. Los líderes provinciales y otros líderes del partido lo harán. Pero Jinping ha forcejeado, por ejemplo, para promover a sus aliados como altos cargos provinciales y para reducir la relevancia de la Liga de Juventudes Comunistas, una rama del partido que solía ser la ruta habitual para llegar a la cima y que, en su día, controló buena parte del Comité Central. 

Parece probable que todo acabará en un grupo más flexible de delegados y en un aumento del número de colaboradores de Jinping. Sería como si el presidente estadounidense prescindiese de la campaña electoral y designase directamente a todos los compromisarios.

Pero incluso si Jinping es capaz de fortalecerse lo suficiente, no dirigirá necesariamente las reformas económicas ni una política exterior menos nacionalista. Por una parte, nunca es fácil para un líder cambiar de equipo después de varios años en el poder. Y por otra, Jinping no tendrá mayoría en el Comité Central incluso asumiendo que sus colaboradores sean elegidos para la mitad de las vacantes. Además, cuanto más lejos del centro de poder están –directores de empresas estatales o secretarios del partido en las 2.800 comarcas de China, los puestos más bajos de la Administración– más se acostumbran a actuar por cuenta propia. Últimamente, Jinping no ha sido capaz de vencer la resistencia al cambio, a pesar de acumular tanto poder oficial. Él y otros líderes no se ponen de acuerdo sobre qué hacer en economía. Jinping ampliará su poder pero no será absoluto. Y la lucha por las reformas continuará.

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