La fuerza de los números

06 / 02 / 2017 Max Rodenbeck
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La India, y no China, es el gigante del momento.

Puede un enorme elefante indio superar a un dragón chino en auge? La idea se ha tenido por exagerada mucho tiempo. Tras superar el crecimiento del PIB de India casi cada año en las últimas cuatro décadas, la economía de China es hoy cinco veces mayor. El balance comercial entre los gigantes asiáticos es lamentable: las exportaciones de India a China (la mayoría, materias primas) representan apenas la sexta parte de sus importaciones (principalmente, productos manufacturados).

Pero han cambiado las tornas. Durante dos años, la marcha de la economía india ha adelantado rápidamente al crecimiento de China, y lo hará de nuevo en 2017. Su población también crece más rápido. En algún momento de la próxima década habrá más indios que chinos. Y mientras la población china envejece, la india seguirá disfrutando de los dividendos demográficos de un número creciente de trabajadores con menos familiares a cargo.

Adelantar a China en otras facetas supondrá un esfuerzo mayor: India apenas ha alcanzado el 70% de alfabetización, que China logró en la década de 1980. Pero es el momento de India, y en 2017 demostrará que es capaz de mantenerse e, incluso, de acelerar la marcha.

India es un lugar mucho más cacofónico y complejo que China, con economistas discutiendo entre sí. Sin embargo, una cosa en la que suelen estar de acuerdo es que India está, hoy, en su punto óptimo. Los bajos precios del crudo y las abundantes lluvias están reflotando la economía rural, mientras que la caída de la inflación y de los tipos de interés tientan a los consumidores urbanos. Urjit Patel, el gobernador del Banco de Reserva de India, probablemente fijará una estrategia de inflación baja. El Gobierno de Narendra Modi no ha estado a la altura de sus promesas electorales, pero no se enfrenta a serios desafíos en las elecciones generales de 2019. Incluso, sus detractores reconocen que ha reducido la corrupción, mejorado las infraestructuras y presentado numerosas reformas prometedoras.

Su impacto, hasta ahora moderado, se sentirá con más fuerza en 2017. El esperado impuesto general sobre bienes y servicios, previsto para abril, derribará las barreras internas al comercio, equilibrará los presupuestos estatales y reducirá los costes de negocio (China introdujo una tasa así en 1991). Otras reformas han animado a participar a nuevos actores en los servicios financieros, revigorizando un sector dominado demasiado tiempo por perezosas compañías estatales. Muchas de estas upstarts (empresas advenedizas) esperan aprovechar los programas del Gobierno, como el Aadhaar, un sistema de identificación que ya tiene registrados datos biométricos de más de 1.000 millones de ciudadanos. Su objetivo es una más eficiente prestación de servicios a los pobres y bancarizar e introducir a ese vasto sector de población en una economía formal. Los más optimistas hablan de “aceleración” de la revolución industrial y de aterrizaje en la era de los datos.

India seguirá siendo turbulenta algún tiempo y difícil para los negocios. No solo por la exuberancia de su democracia, también por la miríada de jurisdicciones, con demasiados burócratas y tribunales caóticos. Las escuelas estatales son terribles y la educación superior es incompatible con las necesidades del mercado. India tiene 15 lenguas oficiales (más otras 600 de menor importancia) mientras que China tiene una. India además se enfrenta a muchos de los dolores de crecimiento a largo plazo que padece China, como los altos niveles de contaminación y el desplazamiento de millones de personas de los pueblos a las ciudades.

Muchas dificultades que superar, incluidas las reñidas elecciones el próximo año en varios Estados, entre ellos Uttar Pradesh, con 200 millones de habitantes. Las tensiones sociales también han aumentado, con enfrentamientos esporádicos entre sectas, castas, etnias y clases. Las relaciones con los vecinos también han sido tensas, especialmente con su primo nuclear, Pakistán. Así como con anteriores primeros ministros, en el futuro agradecerán a Modi que haya mantenido unido al país. Pero si su Gobierno pudiera tapar las contradicciones internas, 2017 podría ser el año en que India camine firmemente por el sendero de la prosperidad. El dragón chino anda cerca.

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