La trágica historia de Halifax

15 / 02 / 2017 Barbara Beck
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Lecciones de una explosión del pasado.

La gran explosión

El 6 de diciembre de 2017, a las 9.05, Halifax, la capital de la provincia canadiense de Nueva Escocia, celebrará una ceremonia en un parque local para conmemorar el centenario de lo que entonces fue la mayor explosión artificial que el mundo había conocido. En términos de devastación y número de víctimas, su magnitud se mantuvo insuperable hasta que Hiroshima y Nagasaki fueron reducidas a escombros en 1945 por bombas atómicas (cuyo diseño se valió de los efectos explosivos de la detonación de Halifax). Sin embargo, aunque aquel infierno también se produjo en tiempos de guerra, solo estaba indirectamente relacionado con el conflicto. Su causa directa fue un trágico error humano.

Durante la Primera Guerra Mundial, Halifax, uno de los mejores puertos naturales del mundo, sirvió de base para montar grandes convoyes aliados que llevaban suministros y tropas a través del Atlántico. En la mañana del 6 de diciembre de 1917 llegó un barco francés cargado con una gran cantidad de explosivos, el SS Mont-Blanc, para unirse a un convoy con destino a Europa. En un estrechamiento del puerto trató de adelantar al buque noruego SS Imo, pero después de una serie de maniobras, los dos barcos colisionaron a baja velocidad. Inmediatamente, se declaró un incendio en el Mont-Blanc. Ignorando la naturaleza de la carga, todo el mundo contemplaba el espectáculo.

Veinte minutos más tarde, poco después de las 9 de la mañana, el Mont-Blanc estalló, matando e hiriendo a miles de personas y destruyendo casi todo en un radio de varios kilómetros. La explosión provocó un tsunami de 18 metros de altura que causó más caos; los restos en llamas que caían del cielo causaron incendios en toda la ciudad. El saldo final ascendió a casi 2.000 víctimas mortales y cerca de 9.000 heridos. Alrededor de 12.000 viviendas resultaron gravemente dañadas y 6.000 personas quedaron sin hogar. No quedó ni un cristal intacto en la ciudad.

Sin embargo, con todo ese horror, la respuesta fue rápida, eficaz y reconfortante. Los trabajos de rescate, bien organizados, se iniciaron casi de inmediato. La ayuda llegó pronto de otras partes de Canadá y Estados Unidos.

La identificación de los cadáveres se valió de un sistema ideado cinco años antes, cuando muchas de las víctimas del desastre del Titanic fueron desembarcadas en Halifax. Los alojamientos temporales empezaron a subir en pocas semanas. Finalmente, la ciudad fue reconstruida con un nuevo plan urbanístico mejorado. Se revisaron las regulaciones portuarias, las leyes marítimas y la planificación de desastres. Los avances médicos derivados del tratamiento de las víctimas tuvieron amplia difusión, especialmente los daños oculares causados por las esquirlas de cristal.

Así que cuando las campanas suenen conmemorando el centenario, los presentes no solo estarán honrando a las víctimas, sino también el triunfo del espíritu humano sobre la adversidad.

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