Una política inusual

11 / 01 / 2017 Daniel Knowles
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Los inversores en Kenia podrán sentirse aliviados.

Uhuru Kenyatta marcha hacia su reelección

Con la posible excepción del fútbol inglés, no hay asunto que obsesione más a los keniatas que la política. En agosto, la discusión culminará en unas elecciones generales (a la presidencia, al Parlamento y a distintos cargos regionales). La esperanza para muchos de fuera radicará en que la votación sea relativamente limpia y transcurra sin la violencia que causó la muerte a cerca de 1.200 personas en las elecciones de 2007. Pero los keniatas están ya hablando de cómo afectarán los resultados en las elecciones de 2022.

Luchan por la reelección Uhuru Kenyatta, actual presidente elegido en 2013, junto con su vicepresidente William Ruto, en una improbable alianza de todas las divisiones tribales de Kenia. Ambos se enfrentarán, probablemente, a Raila Odinga, un veterano político de la oposición que ya se presentó como candidato presidencial en 1997, 2007 y 2013, y cuya formación, la Coalición para las Reformas y la Democracia, es el mayor partido de la oposición.

Pocos son los que esperan que Kenyatta y Ruto pierdan. Ambos gozan ahora de las ventajas del cargo y también del dinero que trae consigo. Pero su estrategia es nueva. En 2013 se aprovecharon de las divisiones tribales, sostiene Nic Cheeseman, de la Universidad de Oxford. Por entonces, ambos líderes se enfrentaban a cargos de incitación a la violencia por parte del Tribunal Penal Internacional (TPI). Ambos solían aprovecharse electoralmente del miedo a que el mundo exterior tuviera como objetivo a los kikuyos (la tribu de Kenyatta) y los kalenjin (de Ruto).

Esta estrategia no funcionará tan bien en esta ocasión, aunque la lealtad de las tribus sigue siendo fuerte. Después de la desaparición de los testigos o de la retractación de sus testimonios, los cargos contra Kenyatta fueron retirados en 2014; los de Ruto, en 2016. A pesar de ello, la pareja política sigue apelando a la lealtad nacional. Su partido, el Jubilee, creado en septiembre pasado, tiene un eslogan en swahili que significa “Todos juntos”. Su objetivo es ganarse el apoyo más allá de las comunidades afines. Un efecto secundario de esta estrategia será la definición de Odinga –cuyo apoyo más fuerte procede de su propia tribu, los luo– como candidato parcial.

Sin embargo, muchos keniatas sospechan que el mayor objetivo es dar a Ruto (visto siempre como un tribalista brutal) un barniz más amplio y seductor. La opinión más extendida es que Ruto quiere asumir la presidencia en 2022, cuando Kenyatta deba abandonar el cargo, y hacer todo lo necesario para ganarse aliados más allá de su propio jardín trasero. Este es un temor que comparten, incluso, algunas personas en el bando de Kenyatta. Aunque ambos terminaron ante el TPI después de 2007, Ruto se enfrentó a Kenyatta en las elecciones de entonces, y ninguno de los dos confía necesariamente en el otro.

Tras las elecciones, vendrá inmediatamente la lucha por la sucesión. Pero la votación en sí será tranquila y predecible. Los inversores se sentirán aliviados: el temor a que se repita el derramamiento de sangre de 2007 perjudicó a la economía (si bien, el Gobierno ya ha puesto en marcha un enorme derroche del gasto). De hecho, después de un año en que las elecciones en Zambia y Gabón se vieron ensombrecidas por la violencia, las de Kenia podrían resultar prometedoras. Pero, tristemente, la violencia evitada puede ser solo violencia retrasada.

Grupo Zeta Nexica