El fin de la guerrilla más rica del mundo.

03 / 10 / 2016 Pablo Rodero y María Rado
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El acuerdo de paz entre las FARC y el Estado colombiano será sometido a un referéndum el 2 de octubre.

Los Llanos del Yarí, una planicie que se extiende en medio de la selva amazónica, al este de los Andes colombianos, han sido testigos de la época dorada y el fin de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Entre 1998 y 2002, durante el último intento de negociación entre el Gobierno y la guerrilla, se estableció aquí una zona de distensión. El Ejército colombiano se retiró de una parte de esta extensa y casi deshabitada sabana, que pasó a ser controlada totalmente por las FARC.

El grupo armado, dirigido entonces por el histórico líder Manuel Marulanda, era considerado la guerrilla más rica de Latinoamérica y controlaba un 40% del territorio colombiano. En el mismo lugar, la pasada semana, las FARC aprobaron en su X Conferencia abandonar las armas y pasar a la vida civil.

“En los años 90, las FARC estaban en su punto álgido militar, y pensaban que iban a tomar el poder por las armas”, explica Marc Chernik, profesor de la Universidad de Georgetown, en una gran carpa acondicionada como sala de prensa a unos metros del lugar donde tuvo lugar la conferencia guerrillera. “En ese y en los dos procesos anteriores, cada lado llegó a la mesa por razones tácticas. Negociaban, pero en realidad estaban preparando la guerra”, añade en un notable castellano el profesor norteamericano, que estudia el conflicto colombiano desde hace 30 años.

Miles de guerrilleros se acantonaron los dos últimos meses en torno a la vereda del Diamante, ubicada a unos 150 kilómetros de San Vicente del Caguán. Mientras, en un improvisado campamento, unos 250 delegados elegidos por la tropa acordaban la estrategia política que seguirá ahora la guerrilla en la legalidad bajo el escrutinio de cientos de periodistas nacionales y extranjeros.

Narcoguerrilla. Impulsada por los ingentes beneficios económicos del narcotráfico y su política de secuestros, la guerrilla de las FARC consiguió formar un potente ejército que dominó amplias zonas del país. Su dominio fue casi total en las zonas cocaleras como el Caguán. “Las FARC son la autoridad y, en la práctica, el Estado en la mayoría de las zonas cocaleras. El Estado no está, las FARC sí están y en la década de los años 80 del siglo pasado llegó el auge de la coca a estas zonas”, explica Chernik.

Para el profesor, los motivos del ascenso de las FARC fueron también las razones que fomentaron e iniciaron su desprestigio. “Las FARC en los 90 dejaron atrás toda cuestión política y comenzaron a construir un gran ejército, cosa que lograron. Entonces, empezaron a perder el apoyo de los intelectuales, estudiantes, artistas... todo el apoyo que tenían desapareció. Esos factores allanaron el camino para que Álvaro Uribe, elegido presidente en el año 2002, iniciara una política mucho más agresiva contra la guerrilla.

Los campamentos vecinos a la conferencia fueron un hervidero de periodistas durante toda la semana y la curiosidad de los guerrilleros hacia los nuevos visitantes se fue imponiendo a la timidez de los primeros días.

“Yo me crié en zona guerrillera. Empecé haciendo pequeños recados para la guerrilla y el Ejército [colombiano] ya empezó a asociar a uno con los guerrilleros, así que acabé uniéndome a ellos –explica Esteban, un guerrillero que ingresó en las FARC en 2004–. Fue una época difícil, mucho operativo, mucha agresión por parte del Ejército, pero uno al final, como que se adapta a la guerra. Se pasa miedo, ahí no existen pantalones”, recuerda, ahora con una sonrisa.

 

Los retos del posconflicto. Ahora los acuerdos deberán ser aprobados por los colombianos en un plebiscito que se celebrará el 2 de octubre. Las encuestas anticipan una clara ventaja para la aprobación y el único partido que se opone firmemente es el afín al expresidente Uribe, alegando que los exguerrilleros no pagarán por los crímenes cometidos durante el conflicto. En cualquier caso, no se sabe lo que podría pasar en caso de que los acuerdos fueran rechazados en el referéndum y tanto el Gobierno como las FARC prefieren dar por hecho que eso no ocurrirá.

Atendiendo a la historia de Colombia, nada garantiza que la aprobación del proceso de paz vaya a suponer el final definitivo de la violencia. A la otra guerrilla que aún permanecerá activa en el país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), hay que sumar toda una amalgama de grupúsculos paramilitares de extrema derecha herederos de las ya desaparecidas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). La última gran apuesta de las FARC por una plataforma política legal, la Unión Patriótica, acabó en el exterminio, de autoría nunca esclarecida, de miles de sus militantes en los años 80 y 90.

“El miedo a las represalias por parte de paramilitares es la preocupación general, no solo individual”, admite el guerrillero Esteban, y añade: “El Gobierno ha dicho que va a tomar medidas de seguridad para evitar esos problemas y nosotros confiamos en ello”. Para el profesor Chernik, la cuestión de los grupos paramilitares es el gran reto del posconflicto. “El Estado tiene que hacer un plan para desarmarlos: fuerza, incentivos judiciales, diálogo... Yo no veo imposible hacer eso, pero si no lo hacen, otros entrarán en las zonas que ahora controlan las FARC”.

Tras permanecer 180 días repartidos en las llamadas Zonas Veredales Transitorias de Normalización, donde se llevará a cabo la entrega de armas bajo supervisión de la ONU, los guerrilleros regresarán definitivamente a la vida civil. Colombia, que sigue siendo uno de los países con mayores niveles de desigualdad del continente, afrontará adicionalmente el reto de acomodar en su economía a los miles de guerrilleros de las FARC (8.000 según cálculos del Estado, aunque otras fuentes elevan sustancialmente esta cifra). Muchos de ellos, además, provienen de familias sin recursos de las que llevan años desvinculados. “Me parecería muy bueno reencontrarme con la familia, pero ellos están esparcidos por todo el país y además no les he visto desde que entré en la guerrilla –explica Esteban–. Primero hay que tener de qué vivir, y más que arrimarse a la familia, traerla para acá con nosotros. Ahí ya les dices: ‘Aquí hay de qué vivir, aquí podemos estar mejor”.

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