El anarquismo prende en Italia

04 / 05 / 2012 14:40 Irene Savio (Roma)
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El Gobierno español se ha visto obligado a limitar la libre circulación de personas ante el riesgo de que jóvenes antisistema italianos pudieran ensombrecer la cumbre del BCE en Barcelona. Según la policía, la crisis económica alienta este tipo de movimientos.

De las cenizas del viejo anarquismo individualista y glorioso, un insurreccionalismo nuevo está naciendo”. La sentencia, y sus circunstancias, pertenecen un comunicado oficial de la sección italiana de la Federación Anárquica Informal (FAI), y definen a título corporativo la mentalidad de los grupos antisistema que, según la policía italiana, están experimentando una nueva primavera en Italia y en Europa. Y que, según el Gobierno español, han hecho necesaria la suspensión de la libre circulación de personas contemplada en el tratado de Schengen por siete días, con motivo de la cumbre del Banco Central Europeo (BCE) que se clausura en Barcelona este 4 de mayo.

Pero, ¿cuán brillantes, amenazadores y peligrosos son realmente estos grupos? La pregunta se la plantearon los servicios de inteligencia italianos, que en febrero pasado presentaron su informe de 2011 ante el Parlamento local. El resultado fue un informe de siete densas páginas, en el que se concluía que, con la crisis económica como telón de fondo, hay facciones que están trabajando con el objetivo de revitalizar sus movimientos y crear una red que dé una respuesta “unitaria” desde un punto de vista práctico y organizativo.

“Según la pesquisas realizadas –escribían los Servicios Secretos para la Seguridad Interna (AISI, por sus siglas en italiano) y los de Seguridad Externa (AISE)– se considera el empeoramiento de la crisis económica y las medidas adoptadas a nivel nacional e internacional (...) una circunstancia favorable para que cuajen los esquemas sobre los que se quiere aunar y radicalizar el malestar social”. Con lo cual, afirmaban, contrariamente a la fragmentación y división que han caracterizado a estos movimientos en Italia a principios de este siglo, ahora se registra la creación de “comités de coordinación” y “plataformas transversales” que tienen como fin dar “un significado político común” a la protesta.

Utilizando el habitual lenguaje diplomático y circunspecto de las agencias de inteligencia, el informe sintetizaba así que, dentro de los movimientos italianos, “la principal amenaza” serían las nuevas formaciones anarco-insurreccionistas, herederas de décadas de resistencia juvenil pero que se diferencian de autogestionarios y antisistema de la izquierda radical, como los colectivos Acrobax, cuya sede está en Roma, Gramigna, de Padua, y Askatasuna, de Turín y cuyo nombre recuerda sus vínculos con el movimiento vasco de ideología nacionalista e independentista.

“Estos son, en su mayoría, universitarios o exestudiantes de ideología marxista y antirracista que han nacido de las cenizas del grupo La Pantera, movimiento que surgió en 1990 tras la caída del muro de Berlín y la desintegración del Partido Comunista Italiano (PCI)”, explica a Tiempo un exmiembro. “Por lo que, a diferencia de estos, los movimientos anarquistas no proponen una alternativa política concreta”, coincide Alessandro Politi, analista político y geoestratégico.

Así las cosas, unos y otros no siempre están en sintonía y actúan conjuntamente. Una síntesis de cómo se mueven y actúan estos grupos la dieron los incidentes de febrero y marzo pasados con motivo de la protesta contra la línea ferroviaria para el tren de alta velocidad que va de Turín, en Italia, a Lyon, en Francia. Entre los manifestantes se distinguían dos grupos relativamente bien definidos. Por un lado, los pacifistas, los ecologistas y los jóvenes de tradición marxista. Por el otro, los anarquistas, que se reconocían por sus prendas negras y que fueron los que se enfrentaron abiertamente y sin medios a la policía. Tan solo el 29 de febrero el saldo fue de 29 heridos y hubo numerosos detenidos.

Radicalización.

En efecto, tras la aparición de la FAI en 2003, el método de lucha de los anarquistas ha ido radicalizándose. En 2009, por ejemplo, un paquete bomba fue enviado a un centro de expulsión de inmigrantes de la región Friuli-Venecia Julia y otro llegó a la universidad económica Bocconi, de Milán. En 2010, la misma suerte le tocó a la sede milanesa del partido xenófobo Liga Norte y, posteriormente, a las embajadas de Chile, Grecia y Suiza en Roma. Y en 2011 se produjeron al menos otros tres atentados, en uno de los cuales resultó herido de gravedad un oficial del comando de paracaidistas Folgore, en la localidad de Livorno. Todo, principalmente, mediante la coordinación de dos células, una ligada con el grupo Hermanas en Armas Núcleo Mauricio Morales y la otra con la Célula Revolucionaria Lambros Fountas.

Sin embargo, según la mayoría de los analistas, tanto los anarquistas como los autogestionarios y los antisistema no pretenden provocar muertes, como ocurría en la Italia de la década de los 70 del pasado siglo con otros grupos subversivos como las extintas Brigadas Rojas. “Su fin, en todo caso, no es matar, sino, a lo sumo, herir a alguno y, claro está, llamar la atención”, recalca Politi, quien, aun así, admite que estos movimientos se están revitalizando tras el debilitamiento que sufrieron tras la dura represión policial que culminó con la reunión del G-8 en Génova de 2001. Por otra parte, ambos grupos comparten otras características. Aunque siguen operando elementos de la vieja guardia, la mayoría de los que gravitan en torno a estas organizaciones son jóvenes que truenan contra los poderes fácticos del capitalismo y la injerencia, según ellos, de la Unión Europea y de Estados Unidos. Además, los dos movimientos incluyen entre sus objetivos la internacionalización de sus campañas, lo cual requiere redes de colaboración no solo nacionales sino también internacionales, mediante alianzas con grupos de países más cercanos, como Grecia, España, Francia y Alemania, pero también con otros más lejanos como Rusia, México y Perú.

Así, los grupos italianos, griegos, alemanes y españoles, entre otros, mantienen una comunicación fluida ya desde hace tiempo. Con España, por ejemplo, hay lazos con la galaxia que se mueve en el entorno del independentismo vasco y de la izquierda radical catalana. Un testimonio de estas relaciones llegó precisamente de las últimas manifestaciones contra la línea del tren de alta velocidad de Val di Susa, donde destacaban los manifestantes vascos. Algunas fuentes consultadas por este medio indican, además, la probable existencia de un centro de coordinación europeo para los grupos de la izquierda radical de la región, que estaría en un país del norte de Europa. En paralelo, el nexo entre los anarquistas griegos e italianos también es evidente. “El jefe ideológico del movimiento anarquista europeo es un setentón siciliano llamado Alfredo Bonanno, que escribió un libro que se vende en las librerías del barrio ateniense Exarjia. Tras ser arrestado por robo en Grecia en 2009, fue liberado por su avanzada edad y hoy vive en Trieste”, explica a Tiempo el periodista y escritor griego Dimitri Deliolanes, autor de Como en Grecia.

El resurgimiento griego.

Según Deliolanes, el movimiento anarquista griego está resurgiendo después de la desarticulación del grupo Lucha Popular Revolucionaria (ELA, por sus siglas en griego), que desapareció en 1995 (tras unos 200 atentados y dos asesinatos políticos desde 1976), y del movimiento 17 de Noviembre, en 2002. De hecho, tras una etapa de inactividad en la que las autoridades griegas subestimaron la capacidad para reorganizarse del movimiento, hoy día al menos tres organizaciones mantienen de nuevo en vilo a Atenas: Lucha Revolucionaria, Secta Revolucionaria y Conspiración de los Núcleos de Fuego. Este último es “el más ligado a los italianos”, dice Deliolanes.

Estos son, en síntesis, los fantasmas que han motivado la suspensión del acuerdo de libre circulación de personas en el espacio Schengen. “Anarquistas y autogestionarios demostraron de lo que son capaces en varias ocasiones. El 15 de octubre del año pasado, por ejemplo, Roma se transformó en un campo de batalla durante la primera jornada mundial de los indignados”, dice Deliolanes. Pero los autogestionarios disienten. “Es una instrumentalización política que pretende enturbiar las aguas. Tenemos mucho menos fuerza de lo que dicen”, explicó uno de ellos.

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