Detective China a la caza de amantes

02 / 03 / 2015 DPA
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Zhang Yufen es una mujer que no deja nada a la casualidad. Cuando tras 16 años de matrimonio su marido quiso abandonarla por una más joven, cuenta que pasó días paralizada. Hasta que urdió un plan: "Quería saber quién era esa mujer y que mi marido purgara su infidelidad". Y cuando se puso a investigar, pronto se dio cuenta de que como detective para cazar amantes era una pionera.

"En China hay muchas mujeres engañadas, pero nadie a quien puedan dirigirse", afirma Zhang. Si se produce una separación, a menudo los hombres consiguen llevarse todo el patrimonio, pues para lograr una buena pensión o acuerdo las mujeres necesitan presentar pruebas de la infidelidad. "Y éstas son difíciles de obtener", apunta la detective. "Necesitan ayuda. Y ahí entro yo en juego".

La socióloga Li Yinhe habla de un "creciente problema" de maridos infieles en el gigantesco país. Li es una de las investigadoras más conocidas de la Academia China de las Ciencias Sociales y una de las pocas científicas que desde hace años se dedica a investigar el matrimonio y la sexualidad en su país.

Para muchos chinos ricos y poderosos, tener una amante se ha convertido en una especie de símbolo de estatus. Según un estudio de la Universidad Popular de Pekín del año 2012, el 95 por ciento de los miembros del partido investigados por corrupción tenían al menos una amante. 

"En China la monogamia sólo existe desde hace 60 años. Muchos están acostumbrados a que los hombres tienen amantes", explica Li a dpa en Pekín.
Zhang, de 57 años, busca en su bolso de mano y saca dos smartphones. "Son mis principales herramientas de trabajo", afirma. La mujer habla de las amigas que la ayudaron a investigar durante los largos años del proceso judicial contra su marido y su amante, y señala que tras aquella tortura se propuso ahorrarles el trago a otras mujeres. 

"Primero sólo quería ayudar a mis amigas, pero pronto me vi saturada de peticiones", relata. El trabajo no es fácil, pues Zhang no dispone de tecnologías avanzadas para la vigilancia. Sus herramientas son sus cuadernos de notas, prismáticos y grabadoras. "Cuando voy de caza me escondo, por ejemplo detrás de un árbol", explica.

A veces necesitó semanas para seguir a un hombre con su amante. "Él se movía en coche y yo sólo tenía una bicicleta y a veces, taxis", cuenta la detective. Pero al final dio con el infiel. 
Con todo, esta mujer despierta y locuaz recuerda también muchos golpes. Desde pruebas que de pronto desaparecieron de los tribunales o jueces que no aceptaron sus investigaciones en los procesos. Pero en 2009 llegó su gran oportunidad: la mujer de un funcionario de ferrocarriles solicitó su ayuda, y Zhang la alentó a que llevara a cabo sus propias pesquisas.
Aquella investigación se convirtió en el mayor trabajo de Zhang. La mujer encontró en el smartphone de su marido fotos de otras mujeres y números de teléfono. Zhang revisó la información. "El tipo trabajaba constantemente en otras ciudades. Tenía una especie de harén de 17 amantes", afirma. Su lujosa vida la financiaba a través de sobornos. 

"Su mujer lo sorprendió en la cama con otra en otra casa", señala. Sin embargo, al final llegó la gran decepción: la mujer se separó, pero nadie lo persiguió por las pruebas de corrupción. Para Zhang está claro que los directivos de la compañía ferroviaria encubrieron el caso.
Una mujer engañada suele tener pocas opciones en los tribunales chinos. "La ley señala que, en caso de divorcio, el infiel debe recibir poco o nada del patrimonio matrimonial", apunta Li. Pero en la vida real "las infidelidades son muy difíciles de demostrar".

Incluso con las pruebas necesarias, muchas mujeres huyen del proceso judicial, añade Zhang. "He tenido varias clientas así", cuenta recordando como tras reunir toda la información, éstas no quisieron presentarla a juicio. "Querían evitar la humillación pública", explica. Pues aunque los divorcios son cada vez más frecuentes en China, para muchas mujeres sigue siendo una mancha en su vida.

Zhang quiso posicionarse como experta con su agencia de detectives. En 2003 fundó con nueve amigas Phoenix, pero no le salían las cuentas y tuvo que cerrar. "Cuando en una disputa las cosas se ponen feas, muchos hombres retiran a sus mujeres el acceso al dinero común". Por eso, sólo les cobraba las dietas, pero trabajaba gratis.

Además, la legislación china también le puso trabas, pues los detectives privados están prohibidos en el país desde 1993. "La demanda siempre se mantendrá, aunque las autoridades prohíban la profesión", sostiene la socióloga Li. "En el futuro habrá más, porque cada vez más personas solicitan estos servicios".

Aunque sin agencia, Zhang sigue trabajando. "He construido una red gigantesca de mujeres influyentes a las que he ayudado", declara. En sus cuadernos continúa apuntando los detalles de sus casos y datos de sus contactos y clientas. "Tengo ya 34. Y seguro que habrá muchos más".

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