Del sueño a la pesadilla

23 / 05 / 2016 Alfonso S.Palomares
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La destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha dado paso a un Gobierno encabezado por un político impopular, investigado con siete de sus ministros por corrupción, que debe rescatar el país del abismo económico.

En los ritos para el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff ha habido momentos de tragedia griega y de comedia de Aristófanes. Los de comedia de Aristófanes tuvieron lugar durante la votación nominal en el Congreso. Mientras unos votaban otros discutían encolerizados y hacían amagos de llegar a las manos en sus escaños, e incluso algunos llegaron. Cada diputado disponía de 10 segundos para razonar su voto. Una sola frase. Y empezó la increíble letanía votando por mi esposa Paula, por mi marido Gabriel, por mi nieto que va a nacer, por mi nieto Gabriel, por Dios, para evitar que los niños aprendan sexo en la escuela, por los evangélicos e incluso un militar retirado se atrevió a votar invocando el nombre de un famoso torturador de la dictadura. Un ridículo fango sentimental sonó en el Congreso, donde Dios y los nietos fueron los más invocados.

El tono de tragedia tuvo lugar en el palacio de Planalto, sede de la Presidencia. Allí recibió Dilma Rousseff la notificación de que comenzaba el engranaje del impeachment impulsado por el Senado, en donde los partidarios de imputarla sumaron 55 votos y solo 22 se posicionaron en contra. Después apareció con expresión dolorida para aceptar el resultado sin resignarse a la derrota. A su lado estaba Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, con su popularidad desgastada al estar investigado por asuntos de corrupción. La víspera de su destitución provisional, la presidenta intervino ante la Conferencia Nacional de Mujeres donde dijo: “La historia dirá cuánto de violencia, de prejuicios contra la mujer, hay en este proceso golpista”. Antes de retirarse al palacio de Alborada, que será su residencia durante el proceso que no podrá durar más de 180 días manifestó su voluntad de seguir luchando contra lo que considera un golpe de Estado contra la soberanía de las urnas donde expresó su voluntad el pueblo brasileño.

Clima de descontento

Durante los años gloriosos de Lula, Brasil era el gran corcel entre los países emergentes. Crecía al 7,5% y llevó a cabo una lucha eficaz contra la pobreza con sus programas de solidaridad. Millones de brasileños pasaron de la pobreza a la clase media. Buena parte del primer mandato de Rousseff siguió con el viejo impulso, pero después vino la crisis y el Partido de las Trabajadores (PT) perdió la conexión con la calle, que se llenó de descontentos y manifestaciones. El paro creció hasta los doce millones, la inflación devoró el poder adquisitivo de los salarios y más del 60% de los ciudadanos están endeudados por encima de sus posibilidades. Este clima de descontento propició el proceso de impeachment. La acusan de crimen de responsabilidad administrativa por recurrir a préstamos de bancos públicos para equilibrar el presupuesto maquillando y camuflando la realidad económica.

El vicepresidente, Michel Temer, que llevaba tiempo conspirando contra la presidenta, puso inmediatamente en marcha un nuevo Gobierno. Temer, líder del Partido do Movimento Democrático do Brasil (PMDB), es un político con gran experiencia en pactos y conocedor de la clase política. Ha presidido tres veces el Congreso, tiene 75 años y está casado con una exmodelo 43 años más joven que él, a la que la revista Veja califica de “bella, recatada y hogareña”. El reverso de Dilma. Tomó posesión en el palacio presidencial rodeado de un equipo de 23 hombres blancos y ninguna mujer. Era el macizo de la raza rica que ha dominado siempre el país, aunque nunca con esta exhibición de poderío. Entre ellos hay de todo, desde opositores al partido del presidente como José Serra, encargado de la cartera de Asuntos Exteriores, hasta viejos colaboradores de Lula como Henrique Meirelles, que se encargará de Economía. Un hombre que en su tiempo le dio credibilidad a Lula al frente del Banco Central y ahora inspira confianza a los mercados al frente de la economía. La agenda que les espera es difícil y problemática, tienen que rescatar al país del borde del abismo económico, político y social. Estamos a tres meses de los Juegos Olímpicos y si las cosas no van bien pueden encontrarse que la gente puede llenar de nuevo las calles, no para aplaudir a los atletas sino para clamar contra los gobernantes.

Corrupción

Temer ha anunciado un proyecto de austeridad con recortes en el presupuesto para restaurar la credibilidad del país y dar tranquilidad a los mercados. De eso se encarga Meirelles, pero el anuncio de sus políticas inquieta, aunque banqueros y empresarios las consideran necesarias. Desde sus 70 años, cinco menos que el presidente, ha dicho: “Tengo prisa, por eso voy a ir despacio”. El presidente Temer no es popular, su candidatura para las elecciones de 2018 no pasa del 3% en intención de voto. Él y siete de sus ministros están siendo investigados en el caso Lava Jato como sospechosos de corrupción en la empresa pública Petrobras y en la BTP. El eslogan de Temer es “orden y progreso”, bastante gastado en el pasado. El juez Sergio Moro, que lleva la investigación, dice que será implacable contra la corrupción sistémica. ¿Caerá Temer? ¿Habrá crisis sobre crisis?

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