Horror story

25 / 10 / 2017 Fernando Savater
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La gente pacífica no desafía las leyes fundamentales del país ni agrede los derechos de sus conciudadanos.

Si les gusta a ustedes la comedia española del Siglo de Oro, deben ir en Madrid al teatro de Bellas Artes, donde se representa una pieza de Cervantes titulada El rufián dichoso. Pero si prefieren el esperpento más desabrido, procuren asistir a las Cortes, donde actúa en sesiones de mañana y tarde el dichoso Rufián, que el otro día mostraba dos fotografías de rostros ensangrentados, mientras acusaba al Gobierno de haber enviado a Barcelona a “salvajes” de la Policía y la Guardia Civil. En la misma jornada, otro diputado catalán sumamente excitado, con muestras preocupantes de alteración psíquica, acusaba a las intervenciones policiales el día del dizque referéndum del 1-O de haber causado 893 heridos. Como la afirmación fue acogida por rumores de incredulidad y alguna risa, repitió a voces la cifra añadiendo luego “¡heridos!” en un berrido de gallo degollado capaz de resucitar a los caídos en la batalla de Maratón. “¡Toda Europa lo sabe ya!”, decía, agitando una portada de The Economist, en la que “Spain” perdía su inicial, que resbalaba desmayadamente hacia un toro banderilleado en la parte inferior de la página, dejando solo “pain” en la parte superior. Impresionante, claro, lástima que fuese de 2012 y se refiriera al plan europeo de austeridad y no a los antidisturbios...

Fotos de otros años y otras situaciones, incluso de otros países, o descaradamente trucadas... Declaraciones de “víctimas” como aquella señora de Esquerra Republicana de Catalunya a la que los represores le habían roto uno tras otro todos los dedos de la mano, mientras le manoseaban las tetas. Llevaba un aparatoso vendaje en la extremidad herida... ¡ah, no, en la mano contraria! Vaya con las prisas. Y a los dedos no les pasaba nada, gracias a Dios, salvo uno que tenía una leve contusión. Espero que lo del magreo de tetas resultase al menos verdad, para que no se le fuera de vacío el día... Más de ochocientos heridos pero sin hospitalizados ni partes clínicos alarmantes. Vamos, todo pura trola. Pero en Europa los medios aceptaron con hipocresía el escándalo, como si nunca hubiesen visto utilizar las porras y bastantes métodos coactivos más contundentes en manifestaciones contra el G-8, en Francia, en Alemania, en todas partes... De los Estados Unidos llegó una reconvención sobre los males de la violencia policial. ¡De Estados Unidos, donde la Policía mata a un negro por saltarse el semáforo todos los meses! Ah, pero es que en Barcelona se trataba de gente pacífica que solo quería votar. Aceptemos que la mayoría eran no violentos, aunque no pacíficos: porque la gente pacífica no se moviliza para realizar un simulacro democrático expresamente prohibido, que desafía a leyes fundamentales del país y agrede los derechos de sus conciudadanos. La gente pacífica no desobedece a los jueces ni a la Policía y obstaculiza masivamente el orden democrático solo porque no le gusta, poniendo, eso sí, a niños y ancianos como escudos para ver si ocurría algo gordo. ¡Y luego atribuirán a Donald Trump la patente miserable de la posverdad!

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