Geografía política para navegantes

07 / 06 / 2017 Gabriel Elorriaga
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La recuperación económica no resulta suficiente para reconciliar al PP con sus antiguos seguidores.

Gabriel Elorriaga

La ratificación del acuerdo presupuestario, la celebración de las primarias socialistas y una patética moción de censura cierran de algún modo, tras 18 meses de agitación, un largo periodo de incertidumbre. A pesar de la fragmentación del mapa político, ha quedado acreditada una mayoría parlamentaria para la dirección económica del país y no se atisba alternativa alguna para el Gobierno popular, al menos durante una larga temporada.  A pesar de los atronadores ecos de la corrupción, la estabilidad está garantizada hasta 2019.

Llega ya el momento de hacer un primer balance. Ahora que Podemos hace aguas Pedro Sánchez tiene la oportunidad de acudir al rescate de los náufragos. Un dirigente joven, envuelto en un discurso populista que ha confrontado a las bases socialistas con su dirigencia orgánica, puede situarse con facilidad en la frontera de sus adversarios más izquierdistas. Su mayor desafío será luego reunir a su propio partido con la base sociológica a la que históricamente ha querido representar.

La crisis económica va quedando atrás y, con cierta agilidad, la indignación destructiva va dejando paso al pragmatismo reivindicativo de la izquierda más convencional. Vuelve la política del reparto, y los más espabilados han comenzado ya a retirar su porción de los Presupuestos.

En esta legislatura no parece posible que se apruebe un cambio significativo del sistema electoral por lo que el efecto aglutinador de la regla d´Hont retomará parte de su fuerza en los próximos comicios. La corrupción debilita las lealtades partidistas y sigue alimentando el desplazamiento de votos. La nueva dirección socialista ha levantado una barrera que le protege de cualquier responsabilidad sobre conductas pasadas, lo que le ofrece cierto margen de tranquilidad. Es previsible que el PSOE recobre la hegemonía en la izquierda, salvo en aquellos territorios donde las variantes locales de Podemos se han afianzado (Cataluña, Galicia y Valencia, sobre todo).

El panorama, sin embargo, es más incierto para el centro-derecha. La recuperación económica no resulta suficiente para reconciliar al PP con sus antiguos seguidores; la corrupción sigue acaparando la agenda y la ausencia de amenazas creíbles atenuará la consistencia del voto reactivo conservador.

Si algo distingue a los electorados de las nuevas y las viejas fuerzas es la edad media de sus votantes. Existe el riesgo cierto de que populares y socialistas quieran retroceder en los tímidos pasos dados para la reforma del sistema de pensiones.

 Velan así por sus menguados caladeros electorales pero, marginando las necesidades de la población más activa, limitan sus opciones de crecimiento. Es aquí donde se abre la mayor oportunidad para Albert Rivera, obligado a ofrecer cauces de reconciliación a un país profundamente fracturado tras la crisis, y eso solo es posible mediante la formulación de propuestas novedosas en casi todos los campos. Si logra aparecer como una opción más consistente y reformista podría ser la única alternativa razonable en unas próximas elecciones.

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