El lenguaje de las urnas

15 / 11 / 2017 Gabriel Elorriaga
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Los nuevos equilibrios surgidos de las urnas el 21-D determinarán los acontecimientos futuros.

La inmediata convocatoria electoral tras la puesta en marcha del artículo 155 de la Constitución sorprendió a casi todos. Entre las filas populares estalló la euforia ante un movimiento inesperado y lleno de buen sentido, aunque posiblemente tardío; mientras, entre los independentistas cundió el desconcierto por un desenlace inesperado. Pasados unos días las aguas van regresando a su cauce al tiempo que salen de nuevo a flote los mismos problemas e incertidumbres. La proclamación de la República Catalana en un acto parlamentario entre cobarde y grotesco pasará a formar parte, como bien señaló en un editorial La Vanguardia, “del triste museo catalán de la exageración y la extravagancia políticas”, pero la fractura social impuesta se prolongará por un tiempo en Cataluña.

El acuerdo que aprobó el Senado establece expresamente que la vigencia de sus excepcionales medidas se extenderá “hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat, resultante de la celebración de las correspondientes elecciones al Parlamento de Cataluña”. La intervención, limitada en el tiempo, descansa en la confianza de que los electores orientarán el regreso a la senda constitucional. A partir de ahí, algunos han querido ver en la rápida aceptación del proceso electoral por parte de todas las fuerzas políticas un fácil regreso a la normalidad institucional; sin duda pecan de un excesivo optimismo. La atención ahora está puesta en candidaturas y candidatos pero, sobre todo, en los posibles resultados de las elecciones autonómicas que se celebrarán el próximo 21 de diciembre. Las votaciones, sin embargo, siendo importantes tendrán un impacto muy limitado en la resolución de los problemas de fondo. En primer lugar, porque todo el espectro electoral se encuentra muy movilizado lo que hace esperable una participación elevada que refuerce la posición de ambos bloques, constitucionalista e independentista, reiterando resultados pasados. Las principales transferencias de voto se producirán dentro de cada una de las partes y harán de ERC la cabeza del soberanismo al tiempo que reforzarán el liderazgo de Ciudadanos entre los constitucionalistas. El resultado de Catalunya Sí que es Pot es quizá una de las mayores incógnitas, al igual que tampoco es fácil anticipar cuál será su estrategia de cara a los necesarios pactos postelectorales. Los anticapitalistas de la CUP, sin duda, verán retroceder de manera significativa sus posiciones.

No se debe olvidar que el acelerón independentista es una consecuencia de la debilidad social y política que trajo consigo la crisis económica de 2008. Al igual que ocurrió en 1926 y 1934, una mala lectura sobre el alcance de la depresión española precipitó las ansias de los aventureros secesionistas. Alcanzar la independencia no es una opción que pueda salir de las urnas autonómicas, redibujar la relación de fuerzas sí que lo es. Y serán esos nuevos equilibrios, en combinación con la compleja aritmética parlamentaria existente en las Cortes Generales, los que determinen los acontecimientos futuros. Si de esta etapa resurge una idea fuerte y compartida de España, muchas de las dificultades quedarán superadas; si persisten las divisiones sobre aspectos esenciales de nuestra convivencia, las urnas nada podrán resolver.

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