El destino de Obama

11 / 11 / 2016 Fernando Savater
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¿Ha sido Barack Obama buen o mal presidente de EEUU? Las opiniones están divididas, porque junto a éxitos indudables en política interior se dan fracasos en política exterior.

Nunca es fácil hacer un balance objetivo del periodo presidencial de un mandatario norteamericano nada más dejar su puesto. Y quizá sea aún más difícil en el caso de Barack Obama, por el inevitable contraste entre las enormes expectativas que se levantaron cuando llegó a la Casa Blanca y los logros objetivamente comprobables que obtuvo en ella. De Obama no se esperaba sencillamente una buena presidencia sino algo distinto y superior: una revelación mesiánica de una nueva era política, un liderazgo moralmente redentor para Estados Unidos y para el resto de las democracias occidentales. El premio Nobel de la Paz concedido al poco de ocupar el cargo y antes desde luego de que hubiera podido demostrar nada decisivo –ni bueno ni malo– en él, fue la consagración más risible que solemne de esa devoción anticipada.

Por supuesto, la llegada de un hombre de raza negra a la más alta magistratura de un país donde la esclavitud fue una práctica arraigada hasta bien entrada la modernidad, donde hubo una guerra civil que dividió duraderamente a la nación entre quienes deseaban abolirla y sus opuestos, y donde la segregación de los negros como grupo étnico inferior y peligroso perdura todavía hoy de forma franca o camuflada, supuso una conmoción revolucionaria no tanto en las instituciones como en las mentalidades. La idea de que los negros podían resistirse cívicamente a los blancos pero no competir con ellos más que en campos muy específicos como la música o el atletismo era compartida incluso por militantes afroamericanos. Algo parecido contaba el arzobispo sudafricano Desmond Tutu, que sin poderlo remediar se inquietó al ver que el piloto del vuelo intercontinental en el que se disponía a viajar era negro... Un presidente de color acababa definitivamente con esos prejuicios y arraigados complejos de inferioridad. Por otro lado, para la gente de mi generación, que teníamos alrededor de 20 años cuando la marcha sobre Washington, Martin Luther King y el gobernador Wallace tratando de cerrar el paso al alumno afroamericano en la Universidad de Alabama, la victoria presidencial de Obama tuvo el valor exquisito de una revancha histórica. No suele uno tener demasiadas en la vida, de modo que la paladeamos con deleite...

¿Ha sido Obama buen o mal presidente? Las opiniones están divididas, porque junto a éxitos indudables en política interior, como la razonable salida de la crisis bancaria y la extensión del seguro general de sanidad, se dan debilidades o fracasos en política exterior y la inquietante renovación de los viejos problemas raciales, sobre todo ligados a excesos policiales. Pero a veces la ética política se demuestra por vía estética: la elegancia innata de Obama, la sencillez inteligente de sus gestos públicos, la elocuencia razonada de sus discursos, muy lejos de la simpleza casi monosilábica de los tuits y de la redundancia demagógica de tantos, lo convierten sin disputa en la gran figura política de comienzos del siglo XXI. Para apreciarle, basta con atender a la calaña de sus más enconados enemigos, en su país y en los nuestros. Alguien que ha despertado tan envidiables animadversiones no puede ser malo del todo... 

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