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Sofía, la más fiel a Marivent

28 / 07 / 2015 Antonio Rodríguez
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La reina Sofía lleva un mes en el palacio de Palma mientras el Gobierno balear presiona para que los jardines de la residencia se abran al público. Quiere reunir otra vez a sus ocho nietos.

Tanto la reina Sofía como la intanta Elena se han preocupado en los últimos años por reunir a todos los primos de la princesa Leonor y la infanta Sofía. En la imagen de agosto de 2014, aparecen los cuatro hijos de Iñaki Urdangarín y Cristina (Juan, Pablo, Miguel e Irene) y los dos del matrimonio entre Jaime de Marichalar y la citada Elena (Felipe Froilán y Victoria).

El pasado 26 de junio, un vuelo de línea regular de Air Europa llevó al aeropuerto de Palma de Mallorca a una ilustre pasajera, la reina Sofía. Desde hace un mes, la madre de Felipe VI vive tranquilamente en el palacio de Marivent, rodeada de los hermosos ejemplares de pinos y la garriga autóctona que han hecho de este enclave palmesano un lugar privilegiado de la isla mediterránea.

El único acto oficial que ha tenido doña Sofía en este tiempo tuvo lugar a principios de julio en Madrid para recibir un premio del Grupo Senda, con ocasión del 15 aniversario de esta empresa en el mundo de los mayores. Al margen de ello, la pasada semana estuvo en la capital serbia, Belgrado, junto a su hermana Irene para el 70 cumpleaños del príncipe Alejandro, primo suyo y aspirante al trono de Serbia. No hay ninguna foto de ella en Palma de Mallorca, así que su presencia en la isla se ha limitado al recinto amurallado de Marivent.

Esta prolongada estancia de la reina emérita en este palacio no es un asunto baladí para la Corona. El nuevo Gobierno tripartito balear, presidido por la socialista Francina Armengol con el apoyo de Podemos y los nacionalistas de izquierdas de MÉS, incluyó en su acuerdo de legislatura de 19 páginas el pedir a la Casa Real el acceso del público a los jardines de Marivent en los meses en los que no esté la Familia Real, es decir todo el año menos el verano. El tripartito pretende con ello justificar el desembolso anual de 1,5 millones de euros que le cuesta al erario balear el mantenimiento y cuidado de esta residencia de 33.000 metros cuadrados.

Precisamente, este viernes, 24 de julio, el rey Felipe VI ha recibido en La Zarzuela en audiencia a la presidenta balear, con quien seguramente se vuelva a ver en agosto en Marivent si los Reyes y sus dos hijas vuelven un año más a la isla. Desde el Ejecutivo balear se ha explicado a TIEMPO que Armengol no tenía intención de plantear al monarca una rápida apertura del enclave al público a la vuelta de las vacaciones, sino que al ser un acuerdo de legislatura se pretende negociar y firmar con calma un convenio con Patrimonio Nacional que regule las visitas. En todo caso, en La Zarzuela no tienen inconveniente alguno en abrir al público las instalaciones de Marivent e, incluso, verían con buenos ojos que la entrada no se quedase únicamente en los jardines, sino que los visitantes pudiesen entrar en el edificio y contemplar algunas de las estancias del palacio, como sucede en el Palacio Real de Madrid o en los Reales Alcázares de Sevilla.

El año pasado ya hubo un claro acercamiento a la sociedad cuando los nuevos Reyes, don Felipe y doña Letizia, recibieron a las autoridades de las islas en su primera recepción en el Palacio Real de la Almudaina. Para la citada ocasión se cursaron invitaciones a más de 200 personas, entre ellas representantes de ONG y otros colectivos sociales de las Baleares que hasta entonces no habían sido incluidas en este tipo de actos.

Marivent tiene una historia de pleitos judiciales que poca gente conoce. Y curiosamente, debido a una familia griega que nada tiene que ver con doña Sofía. El palacio, en su origen una mansión solariega, fue construido en los años veinte del pasado siglo por el mecenas griego Juan de Saridakis. Su viuda Ana Marconi, con la que Saridakis se había casado en segundas nupcias tras fallecer su primera mujer y dueña del patrimonio familiar, Laura Mounier, donó la propiedad en 1965 a la Diputación de Baleares, antecesora de la actual Comunidad Autónoma de Baleares, para que fuese reconvertida en museo de acceso al público. Y así fue hasta que en 1973 las autoridades de Palma cedieron este lugar a los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía como residencia de verano. En el discurso de donación de la residencia Saridakis, Enrique Ramos, máxima autoridad civil balear en aquel 1973, finalizó el acto con el siguiente deseo: “Que lo disfrutéis siempre en la paz cimentada y consolidada por nuestro Caudillo, que no dudamos nos conservaréis siempre y acrecentareis en un futuro”, según recordó el Diario de Mallorca el pasado año con motivo de los 40 años de veraneos de la Familia Real en Marivent.

Don Juan Carlos se tomó muy a pecho este peculiar recordatorio, pues no faltó a su cita veraniega con Palma en cuatro décadas, pero aquella controvertida donación llevó a un hijo de la citada Marconi y otros familiares colaterales de Saridakis a pleitear por las obras de arte y los muebles que había en su interior. Los litigantes ganaron el juicio en 1986 por incumplimiento de las condiciones de la donación, por lo que pudieron llevarse todo los objetos que había en su interior. A cambio, Patrimonio Nacional se hizo con una parte de la propiedad del palacio, lo que permitió a este organismo redecorar Marivent con bienes del Estado.

Con el paso de los años se han habilitado otras edificaciones que había en torno al palacio, ya que en 1993 se incorporaron las estancias de Son Vent y Son Ventet gracias a una cesión, durante 99 años, del Ministerio de Defensa al Gobierno balear, el cual se hizo cargo del coste de remodelación de las dependencias en las que luego se alojaron don Felipe y las infantas Elena y Cristina con sus respectivas familias.

Doña Sofía se ha habituado ya en Marivent a reunir cada verano a sus ocho nietos para ejercer de abuela. Y este año no será una excepción ya que la reina emérita se afanará por conseguir que los niños coincidan en algún momento del mes de agosto y practiquen la vela. El divorcio de los duques de Lugo y los escándalos judiciales de los exduques de Palma dividieron a la Familia Real en los últimos años y la reina Sofía es la que más ha sufrido por ello.

Una de sus máximas preocupaciones en estos últimos años con el viento en contra ha sido que sus nietos pudiesen llevar una vida lo más normal posible, al margen del escrutinio público, de ahí que les suela visitar cada vez que llega el cumpleaños de uno de ellos, o en ocasiones muy especiales, como cuando los pequeños tienen funciones escolares, bien en Ginebra o en Madrid.

En este sentido, doña Sofía nunca se ha metido en la vida de los demás y siempre ha priorizado el bienestar de los más pequeños –“la suegra es buena con el monedero abierto y la boca cerrada”, le contó a Pilar Urbano en el polémico libro de hace unos años–.

La reina emérita vive desde la sucesión en la Corona dedicada sobre todo a su familia. Si antes viajaba con su hermana Irene a Londres –donde se hospedaba en el hotel de cinco estrellas Claridge’s– para pasar el fin de semana con la familia del exrey Constantino, ahora lo hace a Atenas o Ginebra.

A la capital griega porque, tras un largo exilio, sus familiares han podido regresar al país del que salieron tras el golpe de los coroneles en 1967 y la instauración de la República unos años más tarde. Su propia hermana ya pasa largas temporadas en Atenas en un pequeño piso propiedad de la familia de los socialistas Papandreu, mientras que Constantino estableció su residencia en Porto Jéli, con vistas al Peloponeso.

Y a Ginebra, desde que la familia Urdangarin-Borbón se instaló allí en 2013 para alejarse del caso Nóos. Con una vida más serena, sin las apreturas de la agenda oficial de antaño, doña Sofía dispone también de más tiempo para atender a su grupo reducido de amistades, entre las que destacan su prima Tatiana Radziwill y el marido de esta, el doctor John Fruchaud, con los que ha pasado buena parte de los últimos veranos en Palma de Mallorca.

En Marivent, por ejemplo, le encanta perderse en la zona donde se encuentran los bonsais y el pequeño jardín de árboles frutales, donde crece un curioso ejemplar de azufaifo que madura precisamente en la segunda quincena del mes de agosto. También hay un huerto con tomates, berenjenas y pimientos de origen autóctono, cuyas simientes se llevó de recuerdo Michelle Obama en su visita de 2010, y que a ella le encanta introducir en su dieta mediterránea.

La reina no prueba la carne desde que en 1964 le hizo una promesa a su padre, el rey Pablo, en el lecho de muerte. Y la promesa la ha cumplido a rajatabla en estos ya más de 50 años, sin por ello mostrarse descortés cuando en el extranjero le han puesto carne en el plato. En esa tesitura, que ella siempre atribuye al desconocimiento que tenían los anfitriones de sus gustos culinarios, su reacción ha sido la natural: apartar la carne y quedarse con la guarnición. Sí que come pescado (no se la puede etiquetar por tanto como vegetariana, sino como no carnívora), adora platos tan ligados a la gastronomía española como la tortilla de patatas y el gazpacho, y le encanta el arroz en todas sus preparaciones posibles.

La novedad de este año en Marivent ha sido la escapada privada en este mes de julio que hicieron don Felipe y doña Letizia con sus hijas el pasado fin de semana. En Zarzuela no se dio información de este viaje fuera de los estándares vacacionales de agosto, en los que inevitablemente los monarcas tienen que atender una serie de compromisos institucionales. Entre ellos está el despacho que el Rey mantiene con el presidente del Gobierno en Marivent y la posterior recepción a las autoridades baleares en el Palacio Real de La Almudaina, donde el año pasado hubo por primera vez entre sus invitados representantes de la sociedad balear.

Este gesto con Marivent y, por extensión, con Palma, pone en entredicho la supuesta mala relación de la Reina con la isla, algo que desde la Casa Real se niega con rotundidad desde que surgieron varias informaciones en las que se decía que doña Letizia solo viajaba a Marivent para cumplir con la tradición de la Familia Real.

Además, la revista Diez Minutos del 22 de julio señala que don Felipe y doña Letizia pretenden devolver a la isla parte del glamour del pasado. De ahí que hayan invitado este verano a los reyes de Holanda, Guillermo y Máxima, a pasar unos días en Palma. Ambos matrimonios, que son buenos amigos, están cuadrando agendas para poder ir. La última vez que se vieron fue en el funeral del príncipe búlgaro Kardam, el pasado 9 de junio en la iglesia madrileña de Los Jerónimos.

En esta ocasión, los reyes de Holanda viajarían con sus tres hijas –Amalia, Alexia y Ariadna–, a principios de agosto ya que los reyes de España tienen previsto estar en Marivent desde el 30 de julio al 10 de agosto. Por ello “ya se están preparando las instalaciones para recibir a la familia holandesa”, unos trabajos en los que está aportando su pequeño granito de arena la reina Sofía.

El hecho de que los anteriores reyes eligiesen Marivent como su residencia de estío desde 1973 ha propiciado que numerosos jefes de Estado e importantes personalidades de varios continentes se alojen en él. Por Palma de Mallorca han pasado, entre otros, el matrimonio Clinton o los emperadores del Japón, si bien la pareja más mediática que se hospedó en este palacio fue, sin duda, la formada por los Príncipes de Gales, Carlos y Lady Di, en compañía de sus hijos. Repitieron varias veces en los años ochenta y en todas ellas, la atención de los focos siempre estuvo centrada en la malograda princesa.

DON JUAN CARLOS PREFIERE SAINT-TROPEZ

JUAN-CARLOS-SAINT-TROPEZ

En su juventud, cuando el joven Juanito se sentía asfixiado por el corsé de las costumbres franquistas y prefería evitar el control de sus padres en Estoril (Portugal), ponía rumbo a la Riviera francesa. Esta semana ha sorprendido a propios y extraños al aparecer en Saint-Tropez, una de las localidades de la Costa Azul francesa que más atrae a famosos del país vecino y extranjeros. Al rey abdicante se le pudo ver en el selecto restaurante Le Club 55, en compañía de amigos, y no muy lejos del castillo en el que se ha instalado el rey Salman de Arabia Saudí con algo más de polémica, pues las autoridades galas cerraron una playa pública para disfrute del monarca árabe. Don Juan Carlos llegó muy sonriente al citado restaurante, ayudándose del bastón del que ya no se desprende y vistiendo de sport, con polo verde y pantalón rojo a juego con la correa de su reloj. El atuendo veraniego lo completó con unas gafas de sol. Es muy probable que el rey emérito no pase este verano por Marivent. En 2014 su estancia ya fue baja por motivos de agenda, al tener que ir a Colombia para la toma de posesión del presidente Santos, aunque unos meses antes había estado en la habitual misa de Pascua en la catedral de la capital balear. En este 2015 no ha pisado la isla, lo que demuestra que don Juan Carlos se ha ido alejando poco a poco de Palma de Mallorca. La salud no es la misma de antes y sigue firme en ceder todo el protagonismo a su hijo.

LA COPA DEL REY VELA, UN NEGOCIO DE 11 MILLONES DE EUROS

COPA-DEL-REY-VELA

Del 3 al 8 de agosto se celebrará en las aguas de Palma la 34 edición de la Copa del Rey de vela, para muchos la mejor regata del Mediterráneo durante el periodo estival. Buena parte del éxito o fracaso de esta prueba depende de la presencia y apoyo que le den los miembros de la Familia Real. Los seis días de regata dejan un negocio de 11 millones de euros. Los sectores que más se benefician son el de la hostelería, que genera 2,5 millones, y el de la restauración (1,9 millones). Además, la regata tiene gran proyección internacional gracias a los medios de comunicación y se confía en que las pruebas sean seguidas por 123 millones de personas de todo el mundo.Para esta Copa del Rey de vela se espera la participación de 135 barcos y 1.800 regatistas de 24 nacionalidades, unas cifras que no se habían dado hasta ahora. Además, otras 700 personas se instalan en la isla para ayudar a los equipos de tierra de las embarcaciones. “Este año estamos desbordados, hemos tenido que dejar equipos fuera”, afirmó recientemente a ABC el presidente del Real Club Náutico de Palma, Javier Sanz, sobre “los Sanfermines de Baleares”. El barco de la Armada, el Aifos que comanda don Felipe (ver foto), está listo para recibir a su ilustre patrón, aunque hasta el último momento no se sabrá qué días se subirá don Felipe a la embarcación. Al concluir la competición, la tradicional cena de armadores en la terraza del Real Club Náutico es el mejor escaparate del nivel de los invitados. Entre los más de 500 comensales, vestidos de blanco, figuran banqueros, aristócratas y ejecutivos de las multinacionales que patrocinan el torneo.

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