Seis vidas postolímpicas

26 / 07 / 2017 Miguel Amores
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25 años después de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, TIEMPO reúne a media docena de nuestros medallistas.

Fermín Cacho. Foto: Jesús Domínguez

Muchos años después, paseando por sus hectáreas de algodonales en Andújar (Jaén), el exfondista soriano Fermín Cacho había de recordar aquella tarde remota en que se enteró de que Barcelona había sido elegida para acoger los siguientes Juegos Olímpicos. Fue el 17 de octubre de 1986, a la salida del instituto. Cacho era entonces solo un joven atleta prometedor de 17 años y lo primero que pensó es que a él le gustaría participar en esas olimpiadas. Con el paso del tiempo su ambición deportiva fue aumentando (“quiero estar en la final de 1.500”, “quiero estar en el podio”) hasta que en 1991 ya solo tenía un objetivo en la cabeza: ser campeón olímpico. Eso fue algo que se cumplió el 8 de agosto de 1992, en el estadio de Montjuïc, cuando Cacho se convirtió en el primer gran icono del olimpismo español al imponerse con absoluta rotundidad al resto de sus rivales en la final de 1.500 metros lisos.

Hoy, 25 años después de aquella gesta y casi 30 desde aquel primer pensamiento sobre Barcelona 92, Fermín Cacho es un hombre de 48 años, casado y con cuatro hijas. Desde su retirada oficial de 2003 (e incluso antes) el exatleta soriano no ha dejado de hacer cosas fuera de las pistas. Lo primero fue montar a medias con el excampeón mundial de maratón, su paisano Abel Antón, un par de tiendas deportivas en Soria. Luego adquirió acciones de un hotel de cuatro estrellas en esa misma ciudad, que en los tiempos en Primera División del Numancia era el lugar elegido por la plantilla del Real Madrid para hospedarse. En 1997 conoció a su mujer y se fue a vivir a Andújar, donde fue concejal por el PSOE entre 2003 y 2011 y asesor de Deportes de la Diputación de Jaén. Allí adquirió tierras que posteriormente convirtió en algodonales, y de cuya administración actualmente se ocupa su cuñado. Y durante todo este tiempo Cacho ha realizado una intensa labor de conferenciante por toda España. En sus viajes siempre porta su medalla olímpica, que de tanto ajetreo ha acabado por perder el esmalte de los bordes.

Una medalla de oro con los bordes desgastados tal vez sea la mejor metáfora del duro proceso de reconversión que deben afrontar los atletas olímpicos cuando llega el momento de la retirada. La gloria olímpica siempre estará allí, a veces en el imaginario colectivo de una nación entera, como fue el caso de Fermín Cacho; pero la vida sigue, y tras la retirada, con reglas muy distintas a las de la alta competición. Cacho resume con una frase esa paradójica situación vital en que quedan los deportistas de élite cuando, generalmente mediados los treinta, tienen que afrontar el momento de su adiós: “Demasiado viejo para competir, demasiado joven para la vida”.

En este punto, la trayectoria laboral de un excampeón olímpico es tan variada o más que la de alguien incapaz de hacer tres flexiones seguidas. El ejemplo de Cacho, de empresario de artículos deportivos a cultivador de algodón pasando por concejal del PSOE, es un caso típico (aunque ni mucho menos el más sorprendente) de que tras la gloria olímpica la vida real lleva a los atletas por todo tipo de vericuetos vitales y laborales.

Antes de nada, es necesario aclarar que ganar una medalla olímpica no lleva aparejada ningún tipo de retribución económica tras la retirada del atleta. Los excampeones olímpicos no tienen el privilegio de los expresidentes del Gobierno, que tras su mandato gozan de una pensión vitalicia y un puesto asegurado en el Consejo de Estado.

La gran revolución de Barcelona 92 fue que, dos años después de que se aprobara su designación como sede olímpica, en 1988, se puso en marcha el programa de becas ADO que permitió que los atletas pudieran dedicarse profesionalmente a su actividad deportiva. Sin embargo, el gran problema de estas becas es que no daba de alta a sus beneficiarios en la Seguridad Social. Se daba la paradoja (y aún se sigue dando) de que campeones olímpicos que se habían deslomado durante años para conseguir su medalla se retiraban sin apenas días cotizados. Es un mal al que solo ahora se le está empezando a poner remedio, cuando hay un Real Decreto a la espera de aprobación que contempla que se destine un 1% de los derechos televisivos del fútbol a pagar la Seguridad Social del resto de atletas de élite.

Por todas estas razones no debe sorprender que, más allá de ciertos futbolistas, tenistas y jugadores de baloncesto, los primeros héroes del deporte olímpico español se tuvieran que reinventar laboral y vitalmente cuando pasó la gloria. Uno de los casos más extremos de esta reinvención forzosa es el del exwaterpolista Pedro García Aguado, plata en Barcelona y oro en Atlanta 96. Su retirada, además, fue aún más traumática debido a que en buena medida estuvo motivada por sus problemas con las drogas, tal como cuenta en su autobiografía Mañana lo dejo, publicada en 2008.

Hubo dos momentos, ambos en el año 2000, que obligaron a Aguado a plantearse el día después del deporte de élite. El primero fue su no convocatoria para la selección tras los Juegos de Sidney 2000. Pero el segundo y más contundente ocurrió un día en las piscinas de Picornell, en Barcelona, donde entrenaba. Ese día Aguado se topó con un hombre mayor que sin mayor motivo empezó a contarle batallitas de cuando él era nadador profesional. Aguado logró zafarse de él ese día, pero ya no pudo quitarse de la cabeza la certeza de que no sería atleta profesional para siempre. O lo que es lo mismo: que llegaría el día en el que él también sería un hombre mayor que asaltaría a los atletas jóvenes para aburrirles con historias de glorias pasadas.

Aguado se inscribió en un programa organizado por el COE sobre asesoramiento laboral para exatletas, donde le dijeron que tenía dotes para la comunicación. Eso le llevó a una serie de trabajos como vendedor de aspiradoras puerta a puerta o ayudante de recepción de un hotel en Marbella. Pero el verdadero cambio llegó tras la publicación de su autobiografía. Este hecho, unido a un trabajo previo como terapeuta en un centro de desintoxicación, hizo que fuera llamado por una productora de televisión para protagonizar el programa que le ha catapultado a la fama, Hermano mayor.

Aguado ha presentado este reality sobre jóvenes conflictivos durante siete temporadas, entre 2009 y 2015. Actualmente dirige el programa de supervivencia extrema La isla, y para después del verano está previsto el estreno de dos realities más, uno sobre superación personal (De hoy en un año) y otro de consejos para ahorrar (Eso que te ahorras). Paralelamente, el exwaterpolista, que se considera un “emprendedor social”, posee una consultoría para la resolución de conflictos familiares y dirige la ONG Stop Haters.

El caso de Aguado es singular porque tras su retirada ni desempeña una labor relacionada con el deporte ni ha dado el salto a la política (aunque confiesa que un partido “de centro derecha” que prefiere no especificar le ofreció entrar como número cinco en sus listas por Madrid). Este es precisamente el caso de Miriam Blasco, ganadora de un oro en judo en los Juegos de Barcelona en la categoría de menos de 57 kilos y primera mujer española en lograr un oro olímpico. Tras su victoria, y aún muy afectada por la muerte de su entrenador Sergio Cardell, que falleció en accidente de moto solo unos meses antes de los Juegos, Blasco renunció a seguir compitiendo. En Atlanta 96 fue entrenadora de la delegación española, y posteriormente montó un club de judo en Alicante y fue seleccionadora de España en la categoría junior.

Sin embargo, el verdadero punto de inflexión de su trayectoria postolímpica fue una cena en la que coincidió con José María Aznar y Eduardo Zaplana. Allí les expuso las dificultades a las que se tenían que enfrentar los deportistas españoles, y a raíz de este encuentro entró en las listas del PP. Fue elegida senadora por Alicante en 2000, 2004 y 2008, su nombre sonó para presidir el Consejo Superior de Deportes, y además ha tenido un papel decisivo en la elaboración de la medida descrita para que los derechos televisivos del fútbol paguen la Seguridad Social del resto de atletas. Tras todos estos años dedicada a la política del deporte, Blasco decidió el año pasado dar por finalizada esa etapa y actualmente se encuentra en Londres realizando un máster sobre voluntariado y cooperación.

La biografía postolímpica de Theresa Zabell, campeona de vela en clase 470 en Barcelona junto a Patricia Guerra (título que reeditó en Atlanta 96 con Begoña Vía Dufresne) presenta numerosos puntos en común con la de Blasco. Tras su retirada poco después de los Juegos de Atlanta, su amistad personal con Javier Arenas le llevó a las listas del PP, partido por el que fue eurodiputada entre 1999 y 2004. Además, entre 2007 y 2014 fue vicepresidenta del COE y también directora de relaciones internacionales de la fallida candidatura olímpica de Madrid 2020. Zabell sostiene que desde el comienzo de su carrera fue consciente no solo de que la vela tenía fecha de caducidad, sino que en ningún caso permitía vivir para siempre de las (escasas) rentas que podría generarle. Por ello se licenció en Informática y Marketing y llegó a trabajar para la consultora Arthur Andersen. En la actualidad, Zabell dirige la fundación Ecomar, dedicada al fomento de los deportes náuticos y la preservación de los océanos.

Daniel Plaza, campeón de 20 kilómetros marcha en Barcelona y primer oro olímpico de la historia del atletismo español, también entró en política. Fue asesor deportivo en el Ayuntamiento de Torrevieja entre 2003 y 2007, y ese mismo año logró el acta de concejal, cargo que desempeñó hasta 2012. Durante su gestión cabe destacar la creación de la Torrevieja Sports City, un complejo con múltiples instalaciones deportivas en el que se han formado niños que hoy compiten en el circuito profesional. Sin embargo, en 2012 Plaza dimitió después de que saliera a la luz que desde su móvil corporativo se habían realizado llamadas a líneas eróticas, hechos que Plaza siempre ha negado y que fueron archivados en 2016. Según el exatleta, se dan más codazos siendo concejal que marchador. “La política es muy barriobajera, se usa cualquier cosa para enmierdar”, afirma. Tras su retirada, Plaza se licenció y doctoró en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y dio clases en varias universidades. Hoy tiene una empresa de turismo deportivo enfocada a clientes escandinavos y explota dos licencias de taxi en Torrevieja.

La trayectoria postolímpica de José Emilio Amavisca ha sido más fácil que la del resto, y la razón es sencilla: su deporte era el fútbol. El apodado Puñal de Laredo conquistó el oro en Barcelona junto a otros futbolistas de la denominada “quinta del Cobi” como Guardiola, Kiko o Luis Enrique. Sin embargo, debido a las restricciones del fútbol olímpico, que entonces solo permitía que jugaran los menores de 23 años, lo cierto es que lo más importante de su carrera deportiva tuvo lugar tras los Juegos de Barcelona. Allí llegó como jugador del modesto Lleida, y dos años después fichó por el Real Madrid, donde ganó dos ligas, una Champions y una copa Intercontinental. Amavisca colgó las botas en 2005 en el Espanyol, pero antes formó parte del Depor del Centenariazo.

Con este palmarés, y dados los salarios que ya en esa época se manejaban en el fútbol, se adivina que la retirada de Amavisca fue menos traumática que la de otros exolímpicos. Su reinvención se limitó a ser director de la escuela municipal de fútbol de Santander, a enrolarse como comentarista deportivo en Tablero deportivo, de RNE, y a montar junto a su mujer y otra pareja Amor por favor, una marca de ropa de inspiración indie. Como hace patente el Real Decreto del 1%, la estirpe de los futbolistas, al contrario que la de la mayoría de los exolímpicos, ni está condenada a cien años de soledad ni tiene una única oportunidad sobre la tierra.

Theresa Zabell. Presidenta de la fundación Ecomar

Oro en vela en clase 470 junto a Patricia Guerra en Barcelona 92

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Foto: M.H. DE LEÓN/EFE

Fermín Cacho. Conferenciante y empresario del algodón 

Oro en 1.500 metros en Barcelona 92

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Foto: EFE

Pedro García Aguado. Presentador de realities, emprendedor social y director de la ONG Stop Haters

Plata en waterpolo en Barcelona 92

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Foto: Jordi Parra

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 Foto: J. Soriano

José Emilio Amavisca. Director de la escuela de fútbol de Santander, empresario de moda y comentarista

Oro en fútbol en Barcelona 92

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Foto: Jordi Parra

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La selección de fútbol tras vencer en la final. Foto: EFE

Miriam Blasco.  Propietaria de un club de judo en Alicante y estudiante de máster

Oro en judo, categoría de menos de 57 kilos en Barcelona 92

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Foto: Jordi Parra

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Blasco y González en la semifinal de judo. Foto:  Nazario Sierra/EFE

Daniel Plaza. Empresario deportivo y de taxis en Torrevieja

Oro en 20 kilómetros marcha en Barcelona 92

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Foto: Joaquín de Haro

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Plaza entrando en meta. Foto: Miguélez

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