Sánchez. Objetivo: Moncloa

09 / 06 / 2017 Luis Calvo
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Pedro Sánchez antes de las primarias: “El PSOE gobernará pronto, con una moción de censura o elecciones”.

Sánchez celebra su victoria el día de las primarias. Foto: Javier Lizón/EFE

El próximo fin de semana del 17 y 18 de junio, ocho meses y medio después de que fuera derrocado por los barones críticos, Pedro Sánchez entrará en el 39º Congreso del PSOE de nuevo como secretario general. Lo hará además, por primera vez, sin las manos atadas. El secretario general ya no debe su éxito al respaldo más o menos encubierto del potente aparato socialista, sino al deseo directo de la militancia. Contra todo y contra todos. Y eso se plasmará en la Ejecutiva que le acompañe en su nueva etapa. No necesita pagar cuotas, ni devolver favores. Será libre para rodearse de los suyos, sin la amenaza constante de traición que pendía sobre la anterior dirección. Habrá integración, por supuesto, pero la de las grandes victorias, para salvar la cara, pero sin que la inclusión de personas externas a su candidatura pueda hacer peligrar el nuevo rumbo socialista. Ni en la Ejecutiva, ni probablemente en el Comité Federal habrá fuerza suficiente para dar un contrapeso que pare las políticas. Y si lo hubiera, el proyecto que prepara el secretario general pone a la militancia en un lugar preeminente. Será esta y no los órganos del partido la que tenga la última palabra sobre todos los acuerdos importantes: pactos de Gobiernos, alianzas...

El nuevo Sánchez, reconvertido a la izquierda más pura tras su pasión y renacimiento, tiene claro el objetivo. Tanto su equipo como él mismo han situado desde el principio a Mariano Rajoy en el punto de mira. El propio Sánchez lo confesaba al Periódico de Catalunya apenas un par de días antes de alzarse de nuevo con la secretaría general: “El PSOE gobernará pronto, con una moción de censura o con elecciones”. Nada más, sin fechas concretas. Será cuando sea posible. El juego de mayorías del Congreso, muy complejo, obliga a dos años con la calculadora en la mano en los que en cualquier momento el Gobierno puede perder la mayoría que ha conseguido armar para los Presupuestos. Y cuando ocurra, el PSOE moverá ficha.

Las mociones son para ganarlas

En privado, antes de las primarias, tanto Sánchez como algunos de sus fieles reconocían que la situación es insostenible y que, si pudiera ser, habría que tumbar lo antes posible al presidente del Gobierno. Incluso llegaban a admitir la posibilidad de la moción de censura en el medio plazo si era posible armar una mayoría alternativa de izquierdas. Las mociones, repetían, “son para ganarlas”. La de Podemos es el ejemplo más claro de que es imprescindible medir los tiempos. No tiene ninguna posibilidad de éxito. No solo por el candidato, Pablo Iglesias, que despierta en la mayoría de partidos un rechazo mucho mayor al del líder socialista. También por las circunstancias. En este momento, por primera vez desde que comenzó la legislatura, Rajoy disfruta de un breve momento de tranquilidad parlamentaria. Con los Presupuestos aprobados y la posibilidad de prorrogarlos para el próximo ejercicio, el Gobierno ha superado uno de los trámites que más podían acusar su minoría parlamentaria. El apoyo del PNV a las cuentas, aunque puntual y con un precio alto, elimina a los vascos de una posible maniobra para eliminar al presidente del Gobierno. Solo queda la vía catalana para forjar una mayoría alternativa y el desafío independentista (con la exigencia inamovible de un referéndum) bloquea también esa posibilidad. En realidad, tras las reticencias de Compromís, socio electoral de Unidos Podemos, la moción de censura estuvo cerca de no contar ni siquiera con todos los diputados de las confluencias regionales.

En todo caso, es una guerra que a día de hoy no incumbe al nuevo PSOE. Los socialistas dejarán que Pablo Iglesias se estrelle al frente de la moción de censura y esperarán que las condiciones sean las apropiadas. Sánchez sabe lo que es quedarse a las puertas de La Moncloa. No volverá a repetir el error. Presentarán una moción alternativa solo en caso de que se pueda ganar. Ahora resulta imposible, pero el vía crucis judicial que le espera al PP, incluida la declaración como testigo del presidente del Gobierno el 16 de julio, podría hacer su situación insostenible después del verano. Solo en el último barómetro del CIS, la preocupación de los españoles por la corrupción subió en más de 12 puntos, hasta el 53%. Si continúa el goteo de casos e imputaciones, para Ciudadanos puede resultar complicado seguir respaldando al partido del Gobierno. Más si cabe teniendo en cuenta que ha convertido la corrupción en su principal baza para socavar el suelo electoral del PP. 

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El secretario general conversa con Iglesias durante la negociación de su investidura. Foto:Juan Carlos HIdalgo/EFE

Sensibilidad plurinacional

Además, a la vuelta del verano el proceso independentista catalán podría dar un giro importante. En casi todos los partidos catalanes creen que el fracaso en la convocatoria del referéndum unilateral acabará desembocando en nueva selecciones autonómicas. Y las encuestas reflejan un resultado muy justo entre los frentes soberanista y constitucionalista. El Govern que salga de esos comicios podría frenar o directamente enterrar el proceso y los partidos nacionalistas recuperar su papel en la gobernabilidad estatal. La nueva política territorial que impulsará Sánchez en el PSOE es mucho más sensible al catalanismo que la del PP y podría acabar tejiendo complicidades para armar una alternativa tras la moderación de ERC y el PDeCAT. No hay que olvidar que hace poco más de diez años, el mismo PNV que ha respaldado los Presupuestos planteaba una consulta unilateral para aprobar el Plan Ibarretxe. La reforma constitucional que impulsará el PSOE en el Congreso de los Diputados durante el próximo periodo de sesiones puede ser el caramelo con el que convencer a unos derrotados partidos catalanes.

Acoso parlamentario

Por si acaso, y a pesar de su negativa a respaldar la candidatura de Pablo Iglesias, el nuevo PSOE tratará de acercarse a Podemos, imprescindible si en algún momento Sánchez decide dar el paso. Hay, además, un interés parlamentario. Los socialistas necesitan a Podemos para llevar a cabo el acoso en el Congreso que planean contra el Gobierno. Se acabaron los pactos más o menos expresos que la gestora promovió con el PP. Bajo la nueva dirección del grupo parlamentario, la provisional de José Luis Ábalos y la definitiva que salga tras el congreso del partido, el PSOE estará por definición enfrente del PP. No solo en las medidas que traiga el Gobierno, ni en el empeño de la Cámara Baja por desactivar parte de las políticas que puso en marcha el anterior Ejecutivo. Los socialistas quieren hacer de la comisión de investigación del Congreso sobre la caja B del PP la punta de lanza de su oposición al Gobierno. Y para ello cuentan con la complicidad de Podemos y Ciudadanos. Los primeros, para tener movilizados a golpe de escándalos a sus militantes. Los segundos, porque han encontrado en la corrupción el punto débil del PP para poder robarles poco a poco a sus votantes. Si en la mayoría de las cuestiones parlamentarias, incluso técnicas, los populares tienen que sufrir cada día su minoría parlamentaria, en el caso de la corrupción, esta se convierte en soledad total. Raro será que cada semana no se acumulen titulares que pongan el foco sobre la financiación irregular del PP. En pleno acoso de la oposición habrá que ver cuánto es capaz de aguantar el Gobierno y si se decide por adelantar las elecciones ante la imposibilidad de gobernar contra el Parlamento. Si esto ocurre, el PSOE estará preparado para recuperar las posiciones perdidas durante las dos últimas elecciones generales (ver recuadro a la derecha).

En el PSOE creen que las primarias van a servir de revulsivo electoral. La batalla socialista, transmitida al minuto por los medios, ha permitido al partido ocupar día sí, día también, la actualidad política, implicar no solo a votantes socialistas, sino también a los del resto de partidos. Ya antes de su victoria, Pedro Sánchez tenía entre las filas de otras formaciones, seguidores y detractores acérrimos.  El discurso del “no es no” no solo partió en dos al PSOE, sino también a buena parte de la sociedad, que como si de un partido de fútbol se tratara se posicionaba abiertamente sobre si dar o no en su momento el respaldo a Rajoy. La dimisión de Sánchez de su escaño para evitar tener que dar ese apoyo al presidente le rodea de un aura de credibilidad capaz de hacerle conectar de nuevo con una izquierda tremendamente decepcionada con los últimos años del PSOE. Ese efecto es especialmente fuerte entre los votantes de Podemos, el caladero electoral en el que los socialistas pretenden pescar los próximos meses y años. La candidatura de Sánchez reivindicó en todo momento el voto más progresista del PSOE, centrado en las ciudades y joven, frente al rural y veterano que sobre el papel apoyaba a Susana Díaz. Y ese voto es precisamente el que abandonó al PSOE desde 2014 para refugiarse en la formación de Pablo Iglesias. La intención es acabar con la percepción de que los hijos de los votantes socialistas son los que alimentan la caldera electoral del Podemos.

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Ábalos y Lastra serán los encargados de reconducir la relación con los diputados y barones críticos. Foto:Juan Manuel Prats 

Pacificar el partido

La nueva etapa de Sánchez no solo tiene retos externos. Para lograr conectar de nuevo con la sociedad y los votantes, el PSOE debe primero pacificar por completo sus disputas internas. Con Susana Díaz replegada en Andalucía, el 39º Congreso del partido será el primer paso para comprobar si los barones y diputados críticos entierran el hacha de guerra a cambio de paz en sus territorios. Para ello será fundamental el trabajo de dos de los principales colaboradores de Sánchez durante las primarias: el actual portavoz socialista, José Luis Ábalos, y la diputada Adriana Lastra. No encontrarán mucha resistencia. El triunfo claro de Sánchez en las primarias ha cambiado la actitud de la mayoría de los barones, conscientes de que no se puede luchar contra el deseo de la militancia. El extremeño Guillermo Fernández-Vara o el castellano-manchego Emiliano García Page ya han adelantado que no se opondrán a la Ejecutiva de Sánchez y empiezan a reconstruir la relación de confianza con el secretario general, rota en los últimos meses. También ha hecho un gesto Felipe González, en última instancia quien provocó la última rebelión contra el secretario general, anunciando que acudirá al 39º congreso. Incluso entre enemigos acérrimos poco a poco las relaciones se empiezan a retomar y se restañan las heridas.

Ahora falta ver si la paz interna permite al PSOE empezar a andar hacia La Moncloa y estar preparado para cuando el PP empiece a flaquear. Como repetían los sanchistas poco después de la victoria, “Las primarias eran lo fácil. A partir de ahora empieza lo difícil”.

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Vara y Page. Foto: Esteban Martinena/EFE

Despega el efecto Sánchez

Las primeras encuestas realizadas tras la elección de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE reflejan en su mayoría un momento dulce del partido con sus votantes. La más favorable es la que esta misma semana publicaba el periódico El País y que sitúa al PSOE con un 22,8% de los votos, solo tres puntos por detrás de un PP que cae en picado por la fuga de sus votos a Ciudadanos. Los socialistas además se alejan de Podemos, que pierde de vista la segunda posición y se queda casi en empate técnico con los de Albert Rivera.

Es bastante común que la elección de un nuevo líder provoque una subida inmediata de su partido en las encuestas, pero hay más datos que redondean la buena noticia para el PSOE: al menos el 10% de los votantes de Podemos optaría esta vez por Pedro Sánchez. También hay datos en contra: con ese resultado sería de nuevo muy complicado romper el bloqueo político sin la ayuda de los partidos nacionalistas. Aunque faltan datos para saber si es una subida puntual o una tendencia, durante los próximos meses se podrá comprobar si este efecto Sánchez se consolida o por el contrario se diluye con el paso del tiempo.

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