Rotarios. El club más elitista

21 / 12 / 2016 Clara Pinar
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Exministros y expresidentes regionales figuran entre los socios del Club Rotario, que tras años de estigma quiere crecer en España.

El periodista José María Íñigo es uno de los miembros más ilustres del Club Rotario en España

Un viernes cualquiera, hora de comer. Un asesor fiscal, un notario, un empresario jubilado y un general médico forman parte de la decena de personas en torno a una mesa en el Casino de Madrid. Como todas las semanas, han quedado a comer en una de las salas del imponente edificio modernista a tiro de piedra de la Puerta del Sol, en lo que podría ser simplemente una reunión de amigos si no fuera porque está rodeada de una ceremonia poco habitual. Dispuestos en pie alrededor de la mesa, uno de ellos, que lleva un collar jalonado con pequeñas placas de metal, hace sonar una campana colocada entre varios banderines, de España y de la Comunidad de Madrid dos de ellos, da la bienvenida a los reunidos y al invitado del día –que lleva otro collar adornado también con pequeñas placas– y hace un breve discurso en el que habla de valores como la amistad y la solidaridad. Durante la comida, hablarán de la marcha de varios proyectos solidarios de los que son promotores, uno de comedores sociales y otro para ayudar a enfermas del síndrome de Rett, un trastorno neurológico que afecta particularmente a las niñas. Al final del almuerzo, un nuevo golpe de campana dará por concluido el encuentro hasta el viernes siguiente.

La escena se corresponde con una de las reuniones que todas las semanas se reproducen en hoteles de lujo, clubes de tenis o centros de negocio, algunos de los espacios donde se reúnen en España los clubes rotarios, ramas locales del Club Rotario Internacional, una institución que nació en Chicago a principios del siglo XX, con fines filantrópicos, y formada exclusivamente por élites sociales y profesionales.

Los primeros ministros británicos Winston Churchill y Margaret Thatcher fueron rotarios, como lo son hoy la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa; o el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter. Desde Chicago, el Club Rotario se extendió por todo el mundo, sobre todo por América y Europa. En Madrid se fundó el primero de la Europa continental. Aquí, el recelo de la Iglesia ante una institución laica que también practicaba la caridad marcó el camino hacia el desprecio de Francisco Franco, a quien no le quedaron más dudas de la perversidad rotaria cuando descubrió que su hermano, el descarriado Nicolás Franco, presidía el club de Valencia. Esta es la primera causa de la estigmatización de la que hablan los rotarios españoles, unos 4.000 de un total de 1,2 millones en todo el mundo, a los que se les suele considerar una sociedad secreta. Hay quien lo llama “el hermano menor de la masonería”. Sus responsables lo niegan. Hay masones rotarios, pero no todos los rotarios son masones. A pesar de ser miembros de una institución que tiene observadores en la ONU, la OCDE o la Unesco y de la que han sido socios numerosos presidentes de Estados Unidos, por ejemplo, la lista de rotarios españoles no es tan vistosa ni tan fácil de conseguir.

Algunos de los más reconocibles son la exministra de Medio Ambiente del PP y expresidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Elvira Rodríguez, y el exministro socialista de Cultura, César Antonio Molina. Los expresidentes de la Generalitat Valenciana y de Baleares, Alberto Fabra y José Ramón Bauzá, ambos del PP y hoy senadores, son también rotarios. Por cambiar de tercio, el cantaor flamenco José Mercé también lo es, como lo fue también el periodista José María Íñigo. Forman parte de una extensa –y discreta– lista de rotarios conocidos, entre los que otros socios aseguran también que hay jueces en activo, rectores de universidad y diplomáticos.

Son parte de una elitista red mundial, en la que, más que el dinero, cuenta que sus miembros sean profesionales reconocidos y tengan acceso a las instituciones y empresas que puedan financiar sus proyectos por todo el mundo. El Club Rotario “es una organización internacional formada por empresarios y profesionales con determinados valores que aportan tiempo y conocimiento para mejorar sus comunidades y trabajar por un mundo mejor para todos”. También tiene que quedar acreditada “la característica de honorabilidad”. Esta es la definición formal que facilita uno de sus máximos responsables en España, Antonio Quesada, experto en protocolo y en relaciones institucionales, expresidente de la Asociación de Empresarios del Corredor de Henares y hoy gobernador de una de las tres zonas –distritos– en los que se reparten los rotarios españoles. En la práctica, comparten una “condición de liderazgo” que les permite llamar a puertas que no se abrirían tan fácilmente para una ONG. “Rotary [por Rotary Club] es conocido para las instituciones, para las empresas privadas, pero los ciudadanos no lo conocen”, dice Quesada,que admite que “la culpa se debe a los propios rotarios. Cuando no das información clara... Pero ahora estamos dispuestos a decir claramente lo que es”.

Sin tener que explicar nada, las señas externas del Club Rotario son reuniones en hoteles de lujo, clubes de tenis y casinos en zonas de elevado nivel económico, como los clubes rotarios de Serrano, Majadahonda, el Club Financiero en Madrid o el Club Rotario de Pedralbes, en Barcelona. Marbella también tiene el suyo. Un miembro de un club con una cuota anual de 3.000 euros admite que no todas las economías pueden hacer frente a este desembolso. El golf y la vela figuran entre las actividades lúdicas que jalonan los viajes o las convivencias que organizan estos clubes. Sin embargo no llegan al nivel, por ejemplo, del Club Rotario de Atlanta, que solo acepta a propietarios de empresas y consejeros delegados y que el año que viene presidirá el consejero de Coca-Cola. Tampoco son como un club de San Francisco que solo admite a personas que ingresen al menos un millón de dólares al año (940.500 euros).

Quesada reitera que el Club Rotario “no es un club de ricos”. Pero sí son elitistas, puntualiza Eduardo San Martín, otro referente rotario en España y uno de los 17 presidentes regionales que existen en todo el mundo, encargado en su caso de coordinar a buena parte de los clubes europeos. “Somos elitistas, sí. Elitistas de personas, no cualquiera puede entrar al Rotary”, afirma San Martín, empeñado como el resto de la institución en ampliar su presencia en España y darse a conocer entre “las grandes fortunas”. “A la gente que tiene dinero hay que presentarle el Club Rotario como algo ético, que invierte en lo que quieran, en África, polio, mujeres, niños, agua...”, enumera el organizador de una reciente reunión en Madrid que congregó en el Hotel Eurobuilding a unos 400 socios, representantes de 17.000 rotarios en 42 países de todo el mundo. Analizaron la trayectoria de proyectos en marcha y estudiaron su plan para dar asistencia a escala europea a personas sin hogar y refugiados. Para llevarlo a cabo será imprescindible el trabajo con las instituciones de la Unión Europea, donde también hay rotarios, aseguran. Algunos diputados del Parlamento Europeo lo son y, a pesar de que todavía no están inscritos en el registro de lobbies de la Eurocámara, todos los años tienen oportunidad de reunirse con representantes de los distintos grupos políticos.

Los rotarios españoles quieren crecer en España, pero sin renunciar a unas normas por las que no cualquiera puede serlo. Como los demás, la expresidenta de la CNMV o el expresidente valenciano se integraron en un Club Rotario previa invitación de dos socios y después de recibir el quorum del resto. Rodríguez forma parte del Club Rotario de Serrano, que se reúne una vez a la semana en el Hotel Intercontinental. Fabra es socio del Club Rotario de Castellón, que se encuentra para cenar una vez a la semana en otro hotel de la ciudad mediterránea. Como el resto, ambos deben estar al corriente del pago de la cuota que fija cada club para su propio funcionamiento y deben asistir a sus reuniones.

Cada uno cuida además de que haya diversidad profesional entre sus socios, hasta el punto de negar la entrada a profesionales de sectores que ya estén presentes, con la sola excepción de periodistas, miembros de la Iglesia y diplomáticos. Un comportamiento considerado poco ético puede ser causa de expulsión. Entre ellos, que el rotario se beneficie personalmente de los contactos entre el Club Rotario y autoridades políticas.“Es una interacción que se produce porque es muy normal que un rotario llame a la puerta de una institución pública para pedir algo, no para él, sino para desarrollar un proyecto concreto, porque quien llama a la puerta de lo público no es cualquier persona, es alguien reconocido y eso le da capacidad para interactuar”, explica Quesada. Por ejemplo, la Xunta de Galicia donó 100.000 euros para un proyecto de agua en Bolivia. Fuera de España, Lufthansa extendió un cheque de cuatro millones a Rotary International. Pero los rotarios no hacen negocios personales. “Hay algo que tenemos clarísimo, que a Rotary no se viene a hacer negocios. Cierro comillas y subrayo”. “Aprovecharte de una situación de privilegio, no, no y muchas veces no”, reitera Quesada.

La lucha para la erradicación de la polio es el proyecto global y estrella del Club Rotario. Las primera acciones empezaron en 1979 y hasta hoy se han vacunado a 2.500 millones de niños. Hoy los casos se han reducido en un 99,9% gracias a un proyecto que ha implicado desde a las Naciones Unidas hasta la fundación de Bill Gates y en la que los rotarios han aportado 1.400 millones de dólares (1.316 millones de euros) y han ayudado a captar otros 7.200 (6.771 millones de euros). Los españoles han contribuido con 14,48 millones recaudados en “conciertos, carreras populares” y también mediante donaciones que, en España, que se canalizan a través de la Fundación Humanitaria de los Rotarios Españoles, cuyos ingresos no han sido facilitados. Las únicas cifras que ofrece el Club Rotario son las de la fundación de la organización internacional, que en el ejercicio 2014-2015 dispuso de subvenciones por valor de 68,7 millones de dólares (64,2 millones de euros).

También hay otros proyectos menores. En los internacionales, como uno para crear infraestructuras de agua potable en Cajamarca (Colombia), participan clubes de distintos países. Proyectos locales, como la contribución a los bancos de alimento u otro llamado Al Pan, en el que participa la Xunta de Galicia, hoteles e instituciones financieras, son los que canalizan los fondos a través de la fundación registrada en España.

Para el común de los mortales, uno de los signos más reconocibles del Club Rotario son las grandes ruedas que aparecen en monumentos y glorietas por toda España. Son una forma de dejar ver que en una localidad concreta o en un edificio determinado se reúne un Club Rotario, que es el que paga la glorieta, por ejemplo. Los monumentos rotarios son una muestra de orgullo interno y varían mucho dependiendo del país. En algunos sitios, se trata simplemente de una placa donde se indica el día y la hora en la que se reúne allí el club. En España se ha optado muchas veces por construcciones de obra, algo con lo que no están de acuerdo todos lo rotarios. Hay quien ve un gasto de “6.000 o 7.000 euros” que mejor podrían destinarse a financiar proyectos.

Estas glorietas son el símbolo externo de una organización que, además de sus proyectos solidarios –de caridad, según la traducción del inglés “charity”–, forma una red mundial. Un socio de un club de Sevilla, por ejemplo, puede presentarse en la reunión de un Club Rotario en Toronto, donde será recibido como uno más y sentado al lado del socio cuya profesión sea más similar a la suya. Este “sentimiento de pertenencia” entre rotarios de todo el mundo también sirve para cuestiones más prácticas, como comprobó un rotario valenciano a cuya hija le robaron el bolso en la ciudad de EEUU donde estudiaba. En lugar de llamar a la embajada, se puso en contacto con el Club Rotario de la localidad y la joven había recuperado sus cosas en cuestión de horas. Esta red también crece a través de los proyectos que más orgullo causan entre los líderes rotarios españoles, relacionados con los jóvenes y que también es muestra de la presencia poco visible de los rotarios en España.

Por una parte, los clubes financian programas, junto al Gobierno o instituciones como la Unesco, de becas para jóvenes sin recursos para estudiar en otro país entre uno y cuatro años. No tienen que tener ninguna relación con el club, pero una vez en destino entran en contacto con los rotarios locales. Este es uno de los programas de los que se sienten más orgullosos los rotarios españoles, para dar la oportunidad de estudiar a jóvenes que de otra forma no podrían hacerlo.

Por otra parte, el Club Rotario promueve por toda España la creación de dos tipos de clubes juveniles que se reúnen en colegios, institutos y universidades. El primero está orientado a jóvenes de entre 12 y 18 años en centros escolares con los que previamente se ha llegado a un acuerdo para que el Club Rotario sea una asignatura extraescolar. Centros como el Instituto Británico de Tenerife o la American School de Barcelona ofrecen a los jóvenes la posibilidad de potenciar aptitudes como “liderazgo”, hablar en público e iniciarse en proyectos que beneficien a la comunidad, en su caso, escolar. Para los jóvenes de 19 a 30 años hay un proyecto similar dentro de las universidades, en las que los rotarios están especialmente interesados como centros de formación e investigación. En este caso, se promueven intercambios internacionales que, según Quesada, supone una experiencia que recordarán toda su vida.

¿Sirven estas actividades para crear cantera de futuros rotarios? “Rotary quiere dar todo lo que quiere, en este caso, a los jóvenes, sin pedir nada a cambio”, explica Quesada, que se pregunta “quién puede rechazar un ejemplo de éxito, decir que no a algo que le satisface”.

Para ser rotarios, estos jóvenes deberán pasar por el procedimiento que superan todos los socios, ser profesionales de élite en sus respectivos sectores y contar con padrinos dentro. Así les ocurrió a los rotarios reunidos en torno a una mesa en el Casino de Madrid, liderados ese día por los dos hombres con collar de placas. Eran el presidente de ese club, con un collar donde las placas llevan el nombre de todos sus predecesores, y el gobernador de uno de los tres distritos en los que se dividen los 200 clubes rotarios españoles, Antonio Quesada, también con un collar con placas con los nombres de todos su antecesores.

También se desarrolla así el proceso de admisión de los rotarios más jóvenes, que cambian las comidas y cenas sosegadas de varias horas en lugares emblemáticos por reuniones en bares de afterwork o por teleconferencia, eso sí, con el mismo ceremonial de las banderas y la campana, aunque sea por medios telemáticos. Es la evolución de un club más que centenario que ahora intenta salir de su escondite en España.

Grupo Zeta Nexica