Puigdemont y Mas: cómo destrozar un partido hegemónico

17 / 11 / 2017 Antonio Fernández
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

El nacionalismo moderado, que ha sido determinante durante los últimos 30 años, podría convertirse en residual tras las elecciones del 21-D.

Foto: Quique Garcìa/EFE

El Partit Demòcrata Europeu de Catalunya (PDECat), del cual es presidente honorífico Artur Mas y que cuenta entre sus valores con Carles Puigdemont, se enfrenta a las elecciones autonómicas del próximo 21 de diciembre sumergido en una curiosa circunstancia: evita utilizar sus siglas para los comicios mientras trata de simular una plataforma amplia independentista (Junts per Catalunya) detrás de su candidato. El PDECat es el nuevo nombre de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el que fuera primer partido catalán durante tres décadas. ¿A qué se debe, entonces, el hecho de camuflar unas siglas y tener que renunciar a concurrir a unas elecciones con el nombre del partido?

Un dirigente del PDECat que prefiere guardar el anonimato explica a Tiempo que esta organización “está por la integración del país y de las personas. Y este sentimiento va más allá del partido. Se ha intentado hacer una lista de país, una lista unitaria buscando el máximo espectro ideológico posible. Y al frente ha de figurar Carles Puigdemont, porque la figura del president es respetada por todos. En la última manifestación, que era para pedir la liberación de los presos políticos, el segundo grito más coreado fue ‘Puigdemont es nuestro president’. Además, Puigdemont apostó, no por una lista de partido, sino por una lista unitaria. Por tanto, lo que hace el partido es poner a su disposición una plataforma que puede utilizar para ganar las elecciones”. Y no solo eso: “Debido a las circunstancias especiales con que se han convocado estas elecciones, lo lógico sería una candidatura unitaria con una figura de consenso como la suya al frente”, subraya este dirigente. Y otro explica: “Los partidos se basan en activos. Ahora, tenemos como principal activo a Puigdemont y debemos ponernos a sus órdenes”.

La verdad, en cambio, suele ser mucho más pragmática: las encuestas vaticinan un fuerte voto de castigo para la antigua Convergència, que pasaría de primera fuerza a cuarta, con una horquilla de 14 a 17 diputados sobre un total de 135 del Parlamento autonómico (en 2010, Convergència i Unió tenía 62 escaños). Este tremendo varapalo desaconseja a los estrategas convergentes concurrir con sus siglas. Así, en caso de fracaso, no será la otrora victoriosa Convergència quien fracase, sino las siglas que se presentan. Y ello a pesar de que la candidatura de Puigdemont, por mucho que quiera endulzarla con algún independiente, no cuenta ni siquiera con fuerzas minoritarias en su seno, como sí tendrán las candidaturas de ERC o de la CUP. En este sentido, son mucho más amplias las plataformas de sus rivales que las del PDECat, que se ha quedado sin novio con quien bailar el próximo 21-D.

Pero el hundimiento del principal partido catalán, el que era pal de paller (piedra angular) de la política catalana, no fue labor de un día: fue un proceso que duró cinco años. Un lustro para olvidar. “Fue un proceso muy personal el que llevó al desastre. Artur Mas y su círculo son los culpables de que el partido de la centralidad haya desaparecido”, explica un exdirigente crítico con todo ese proceso. Y otro subraya que “una cadena de errores y decisiones equivocadas fueron la causa de que Convergència haya acabado como ha acabado”. En total, cuatro grandes errores que enterraron la obra del partido que hizo posible no solo la gobernabilidad de Cataluña, sino la gobernabilidad de España en los momentos de crisis más delicados. 

Para leer el artículo completo puede comprar la revista de papel o acceder a la versión digital en Tiempo, Zetakiosko o Kiosko y más.
Grupo Zeta Nexica