Objetivo: la cabeza fría y la ley cuando toque
01 / 09 / 2017 Agustín Valladolid
Hizo bien Rajoy en no aprovechar los atentados para desplegar el Ejército en vísperas de la Diada.
Diputados de Junts pel Sí y de la CUP presentan la ley de transitoriedad. Foto: Alejandro García/EFE
El día que Pujol y sus herederos políticos tomaron la decisión de pactar con el enemigo interior para tratar de evitarse el mal trago de la cárcel, ese mismo día, se ofició el funeral de la Cataluña racional y sensata, y todo lo que después ha venido es fruto de aquella elección, la que optó por explorar una vía de escape que permitiera soslayar las responsabilidades penales, comprobadas o intuidas, pero siempre producto de la corrupción sistemática practicada e incluso exhibida por los dirigentes de la antigua Convergència.
La proposición de ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la república catalana es, por encima de cualquier otra cosa, la culminación de ese pacto; es la transposición a norma –aun sin validez jurídica– de aquel compromiso; es el contrato con el que se pretende cumplir lo prometido, aunque doliera: entregar irreversiblemente el poder a una Cataluña hasta hace poco minoritaria, la que representan Esquerra y la CUP, a cambio de inmunidad e impunidad penal.
Suena casi a broma escuchar a los representantes políticos de ERC, o a los cuperos, cuando dicen que esta ley excluye la amnistía a los implicados en casos de corrupción. Llegado el momento, hay pocas dudas de que también serían perdonados los que organizaron y activaron vías de ingresos paralelas destinadas a financiar las costosas estructuras de los partidos nacionalistas. Ya se buscaría la justificación más oportuna en función de las circunstancias. Lo de menos sería que esa financiación se hubiera producido a base de sobornos y sobrecostes. Todo por la patria.
