Los tesoros perdidos de la Guerra Civil

15 / 11 / 2012 13:42 Javier Otero
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El banquero Sánchez Asiaín apuesta por que nuevos documentos de los antiguos archivos soviéticos reabrirán pronto el debate sobre el oro de Moscú.

El oro de moscú, uno de los grandes mitos de la Guerra Civil, todavía es una cuestión abierta, según afirma el banquero José Ángel Sánchez Asiaín en su libro La financiación de la guerra civil española. Una aproximación histórica publicado por la Editorial Crítica. Nuevos documentos que se van conociendo de los antiguos archivos de la Unión Soviética pueden aclarar si este país estafó al Gobierno de la República.

El Gobierno republicano llevó la mayoría del oro del Banco de España a la Unión Soviética en la guerra para evitar que cayera en manos del bando de Franco y con esos fondos financió la venta de armas. Era una cuestión cerrada para los historiadores que el Gobierno republicano lo vendió todo para comprar armamento, a pesar de que su recuperación fue uno de los asuntos que se convirtieron en leit motiv del franquismo. Sin embargo, el banquero Sánchez Asiaín alerta de que la documentación soviética que empieza a conocerse debería aclarar nuevas dudas.

Algunos autores que han trabajado en estos archivos creen que tienen documentado el hecho de que los soviéticos cobraron un precio exagerado por las armas que suministraron a la República. Según el relato de Sánchez Asiaín, llegaron a estafar a la República 51 millones de dólares tan solo en la venta de armas, porque el Comisariado del Comercio Exterior vendía al Gobierno republicano armas de desecho facturadas a precios arbitrarios y a tipos de cambio irreales.

El oro era ansiado por todos. Asiaín relata un hecho poco conocido y que podría parecer un eco del debate soberanista que se produce hoy en España.  Se trata de un complot de los anarquistas catalanes para hacerse con la parte del oro en poder del Banco de España que consideraban pertenecía a Cataluña y que era esencial para ganar la guerra a los franquistas en ese frente. Previamente se había producido un hecho relevante, como fue que el Gobierno catalán decretó el control directo de las sucursales del Banco de España en Cataluña. Dolores Uribarri, la Pasionaria, había relatado que pensaba que era el primer paso para crear un sistema financiero y monetario propio de Cataluña, lo que constituiría un nuevo paso en su política separatista.

La Federación Anarquista Ibérica (FAI) preparó una operación para el asalto al Banco de España, para hacerse con el oro con 3.000 hombres armados, con todos sus detalles, incluidos los trenes que lo debían trasladar. El presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, pedía en aquellos momentos ,en una agobiante nota al Gobierno republicano, parte del oro para resolver los problemas financieros que les impedían continuar la guerra. Cuando llegó la hora de llevar el plan a la práctica y comunicarlo al comité nacional de la CNT y otros dirigentes, abortaron la operación al considerar que esta solo podría aumentar la animosidad que reinaba contra Cataluña.

Dinero para ganar la guerra.

El libro de Sánchez Asiaín relata con detalle las salidas del oro del Banco de España, que se saltaron la legislación vigente a través de las actas de esta institución. Pero es que, como decía el socialista Indalecio Prieto citando a Napoleón, la guerra “se gana principalmente a base de dinero, dinero, dinero y dinero”. Según Asiaín, las salidas de oro llegaron al paroxismo y provocaron el suicidio del cajero principal del Banco de España.

Otro de los asuntos poco conocidos es el expolio del Museo Arqueológico Nacional y de su colección numismática. Se trataba de una colección iniciada en 1711 con el rey Felipe V. En un catálogo de 1925 constaba que el museo tenía una colección de más de 160.000 monedas y 15.000 medallas. Cuando el Ejército de Franco se aproximaba a Madrid a finales de 1936, un representante de la Junta de Incautación de Obras de Arte se presentó en el museo con guardias armados e incautó de noche, “a la luz de las linternas”, los objetos más importantes de oro y plata, especialmente las monedas de oro. Este representante no aceptó que se realizara un inventario. Finalmente se incautaron todas las monedas salvo algunas de gran valor numismático que los conservadores del museo pudieron esconder durante el suceso. Según Sánchez Asiaín, hasta 2006 nadie había hecho un cálculo del valor aproximado de aquel expolio y su destino final. El experto Martín Almagro-Gorbea lo hizo ese año en una ponencia en la que relata que se llevaron por carretera a Valencia y luego a Barcelona. Finalmente acabaron en las minas de talco de La Vajol, en Gerona, en los últimos momentos de la guerra. En febrero de 1939 salieron de España hacia París. Aquí las versiones difieren. Unas dicen que terminaron en México, con parte del exilio republicano en ese país. Según Sánchez Asiaín, lo más probable es que las monedas fueran fundidas.

Cucharas para un trimotor.

Precisamente al hablar de incautaciones el banquero Sánchez Asiaín descubre un hecho curioso respecto al caos que supuso el descerrajamiento de las cajas de alquiler en los bancos. En las que se refieren al Banco de España, Asiaín transcribe una de las entrevistas realizadas a empleados de la entidad: “Aquello fue horrible. Yo estaba presente”, dice uno de los entrevistados. “Recuerdo -continúa- que entre las cajas de alquiler que se abrieron a soplete durante la guerra estaba la de Franco, y no tenía nada más que cubiertos de plata. Abrieron todas. Y no se me olvida que en una de ellas encontraron unas alhajas y brazaletes muy buenos... Gritaron: ‘¡mira, mira, para un trimotor!”.

En el libro también se encuentran relatos sobre la ingente cantidad de oro,  plata, joyas y objetos religiosos que fueron incautados. Pero llaman la atención otro tipo de mercancías de gran valor que se requisaron. El Gobierno de Burgos recuperó en Cartagena al finalizar la guerra depósitos que provenían de incautaciones por la parte republicana, donde, además de alhajas, había azafrán (un producto de alto precio con el que se pueden conseguir grandes cantidades de dinero con pocos kilos) y 2.000 botellones de mercurio, una materia prima muy valiosa en la época.

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