Los planes de España para defender Ceuta y Melilla

11 / 11 / 2015 Antonio Rodríguez
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TIEMPO publica los informes secretos del Ejército español en los que se llegó a planear en 1980 la invasión del norte de Marruecos como muestra de “poder disuasorio”

En 1980, uno de los años más convulsos de la Transición, las Fuerzas Armadas españolas planificaron con detalle la posibilidad de que Marruecos tomase por la fuerza las plazas de Ceuta y Melilla como respuesta a los reveses militares que la monarquía de Hassan II estaba teniendo en el Sáhara en su guerra contra el Frente Polisario. Precisamente, en estos días se conmemora el 40 aniversario de la retirada española de esta colonia norteafricana mediante los acuerdos tripartitos de Madrid, que se firmaron el 14 de noviembre de 1975 en plena agonía del general Franco y en los que se cedió a Marruecos y Mauritania la administración, que no la soberanía, de dicho territorio.

TIEMPO ya desveló cómo en junio de 1980 el PSOE de Ceuta advirtió a la dirección de Ferraz (ver número 1.718) de la posibilidad de una “Marcha azul” contra esta ciudad autónoma. Esta revista ha tenido acceso ahora a dos informes que llegaron en aquellos meses a manos del entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, sobre la amenaza marroquí que se cernía sobre los territorios españoles del norte de África.

Máximo secreto. El primer documento tiene la consideración de “máximo secreto” y se titula Criterios y sugerencias del general jefe del Estado Mayor del Aire con respecto a la amenaza contra Ceuta y Melilla. Consta de cinco páginas y un cuadro sobre las distintas hipótesis, líneas de acción y organización de mando (ver página siguiente) para ejecutar una reacción española ante un posible intento de Hassan II de ocupar Ceuta y Melilla. El general Emiliano Alfaro Arregui fue el encargado de elevar este informe a Suárez en nombre de la Junta de Jefes de Estado Mayor (la entonces Jujem) y en él se advierte al presidente del Gobierno de que la “agresividad marroquí” se puede volver contra España. “La agresión marroquí contra nuestras ciudades africanas podría producirse en cualquier momento y adoptar las formas más diversas e insospechadas”, se subraya a modo introductorio.

A renglón seguido se estructura una hipótesis de cómo podría desencadenar Hassan II la crisis de Ceuta y Melilla, “dada la tradicional y extraordinaria astucia” con la que el monarca alauí se ha comportado en el pasado. En primer lugar, se baraja una fase de enfrentamiento “dialéc-tico”, seguido de imposiciones “de orden diplomático, político y económico para obligar a España a iniciar las negociaciones formales en inferioridad”. La tensión subiría de nivel “mediante provocaciones abiertas a personas y bienes españoles”, desde acoso a pesqueros y propiedades hasta la “violencia armada” en el interior de las plazas norteafricanas. Los siguientes movimientos de Marruecos, según el informe, serían “el despliegue de fuerzas visibles” en las proximidades de Ceuta y Melilla, acciones militares “limitadas” y, por último, acciones militares “en fuerza”.

Las medidas españolas que se propusieron para “neutralizar” dichas amenazas fueron tres y se hizo hincapié en que era “de interés vital mantener la libertad de acción propia y el control de la crisis en manos de España”. La primera opción, la más conservadora, pasaría por la defensa de las plazas “contra cualquier tipo de amenaza, pero dentro de los límites de la soberanía”. La segunda consistiría en lo mismo pero “rectificando” los límites territoriales “para alcanzar solo objetivos indispensables para la defensa y posterior negociación”. El Ejército de Tierra enumera los sitios a ocupar en suelo marroquí: el monte Gurugú, desde el que se domina la ciudad de Melilla; la localidad fronteriza de Beni Ensar, también junto a Melilla; y el monte Jebel Musa, situado en las proximidades de Ceuta. Este promontorio de 839 metros de altitud era considerado, junto al vecino peñón de Gibraltar, una de las dos columnas de Hércules en la antigüedad griega.

La tercera de las opciones consistiría en hacer uso del “poder disuasorio” de España “en intensidad, lugar y momento que se considere imprescindible sobre cualquier parte del territorio marroquí”. Ello supondría la ocupación militar de ciudades del país vecino como medida para forzar negociaciones con Hassan II. El informe deja claro que dichas plazas “deben estar en las inmediaciones de nuestros límites” y desde el Ejército de Tierra se indican dos enclaves en concreto: Tánger y Tetuán, las ciudades más importantes del norte de Marruecos.

Una vez diseñadas las líneas de acción, el documento propone una serie de medidas a tomar por parte española. La primera es definir “claramente” que Ceuta y Melilla son parte integrante de España. Tras ello, se considera prioritario “un plan de información” que permita conocer “todos los aspectos que incidan sobre la evolución de la crisis”, así como un plan estratégico de los tres Ejércitos para la zona.

Para ello, la Jujem propone la creación de un mando de fuerza de acción unificada, bajo la batuta de un teniente general del Ejército de Tierra y cuyo Estado Mayor formularía un plan de campaña. Dicho mando tendría como área de responsabilidad las plazas, islotes y peñones del norte de África como límite sur, la región de Andalucía como límite norte y este, y la frontera portuguesa como límite oeste.

Tal paso conllevaría “reajustar” los límites de las capitanías generales y la división de zonas marítimas que había en aquel momento. Las Fuerzas Armadas, por último, se comprometen a cumplimentar las acciones propuestas “en el plazo de treinta días” una vez que el informe sea recibido por el presidente del Gobierno.

Ocupación marroquí. El segundo documento que habla de un posible ataque de Marruecos contra las plazas, islas y peñones norteafricanos es el Plan Estratégico Conjunto que los tres Ejércitos diseñaron en 1980 y que tiene carácter de “secreto”. En él se advierte de que dicha ocupación podría ser preparada o complementada por los marroquíes residentes en Ceuta y Melilla, “cuyo aumento, en cierto modo, está ya en curso”. De ahí que se considere la posibilidad “de que en determinado momento se produzcan acciones de sabotaje y terrorismo, simultáneas o no con el cierre de las fronteras y aplicación de su Dahir (los decretos emitidos por el rey de Marruecos) sobre aguas jurisdiccionales”. Otra posibilidad es una “invasión masiva pacífica” por personal civil, tanto en Ceuta y Melilla, como en las islas y peñones adyacentes, aunque se considera “muy improbable” un ataque a la isla de Alborán.

El Plan Estratégico Conjunto estima que Marruecos podría disponer, en el peor de los casos, de una brigada a las puertas de Ceuta y otra ante Melilla en el plazo de 24 horas para proceder a un ataque terrestre. Por el contrario, si el Reino alauí se encuentra liberado de sus obligaciones bélicas en el Sáhara, la proporción aumentaría a 3-4 brigadas en cada plaza y una de reserva a modo de refuerzo. El resto de fuerzas podría entrar en las ciudades norteafricanas en el plazo de 4 a 7 días.

Los militares españoles llegan a evaluar la posibilidad de que Marruecos sea apoyado en su ataque “por uno o varios países árabes”, lo que provocaría que tanto los efectivos como los medios contra las plazas de soberanía española “se verían incrementados considerablemente en hombres y material, lo que facilitaría y podría animar a Rabat a lanzar su ataque”. Esta hipótesis se consideró “la más peligrosa” ya que Marruecos podría verse respaldado “por otros países, especialmente Argelia” si ponía fin al drama del Sáhara.

Entre las medidas necesarias que propusieron las Fuerzas Armadas se encuentra el estudio de “medidas de retorsión y represalia” a cargo de las fuerzas aéreas y navales, “a fin de que puedan servir como disuasión y hacer conocer al agresor la decisión de actuar de esta forma”. Asimismo, se consideró muy importante obtener el control de los espacios marítimos del estrecho de Gibraltar y tener previsto el transporte de suministro y aprovisionamiento de las plazas, así como planes de evacuación de la población civil ceutí y melillense en caso necesario o, llegado el caso, la entrada en el norte de Marruecos “para la obtención de bazas negociables, teniendo en cuenta que ello exige reacciones propias en plazos brevísimos ante un ataque”.

El viaje de Suárez. La psicosis de una invasión civil por parte de Marruecos de Ceuta o Melilla, o de acciones de apoyo al ataque marroquí desde el propio interior de las ciudades, llevó a los autores del informe a proponer la colocación de minas en los perímetros fronterizos y el aumento de medios antidisturbios. ¿Qué hizo el Gobierno de Suárez ante la amenaza marroquí? Aparte de reforzar los contingentes militares de las dos plazas, el presidente se desplazó en persona a ambas ciudades para respaldar la soberanía española de Ceuta y Melilla. Fue en diciembre de 1980, un mes antes de su dimisión, y hasta los años de José Luis Rodríguez Zapatero no se produjo otra visita de un presidente en ejercicio a las ciudades autónomas para no contrariar a Hassan II o, tras la muerte de este en 1999, a su hijo Mohamed VI, de modo que dicha amenaza fue más que real.

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