Los intentos por frenar la Marcha verde

13 / 11 / 2015 Antonio Rodríguez
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Franco y Hassan II mantuvieron una tensa correspondencia en los meses previos a la invasión marroquí del territorio español del Sáhara

Miles de marroquíes enarbolan banderas del Reino y ejemplares del Corán en su camino al Sáhara durante la Marcha verde.

Los papeles privados del dictador, cuyas copias se encuentran en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, revelan la tensa correspondencia de Franco con el rey Hassan II sobre el Sáhara en los años y meses previos a la Marcha verde de 1975.

En 1966, por ejemplo, se elaboró un documento “estrictamente confidencial” de la misión permanente de España ante la ONU, en el que se observan los difíciles equilibrios que el régimen quería mantener entre su postura sobre el Sáhara y las consecuencias que esta podría tener sobre el pequeño territorio de Sidi-Ifni (que pasaría a manos de Marruecos en 1969) o los enclaves de Ceuta, Melilla y Gibraltar. El informe, preparado por Jaime de Piniés y enviado por el embajador Manuel Aznar (abuelo del expresidente del Gobierno) al ministro de Asuntos Exteriores de entonces, Fernando Castiella, se pregunta por la posibilidad de plantear la autodeterminación para Sidi Ifni y el Sáhara: “¿Protegeríamos o no el alcance y significado de una eventual negociación con Gran Bretaña con respecto a Gibraltar?”, y más adelante se añade: “¿Nos garantizaría Marruecos en el futuro a Ceuta y Melilla?”.

A finales de mayo de 1975 se aceleró la disputa por el Sáhara. El monarca alauí envió una misiva a Franco alarmado por una declaración formal realizada por el Gobierno español, en la que anunciaba que abandonaría el territorio y que tendría en cuenta al Frente Polisario en dicho proceso de descolonización.

Hassan II se quejó de que España no cooperaba con Marruecos en su lucha contra el Polisario y se mostró sorprendido de que el régimen hubiera cerrado la frontera del Sáhara del lado marroquí pero la mantuviera abierta con Argelia. En su afán por convencer a Franco de las maldades que, a juicio de Rabat, representaba el incipiente Polisario, Hassan II comparó a este movimiento saharaui con las fuerzas republicanas que el dictador combatió en la Guerra Civil “con la ayuda marroquí”.

A continuación, le pidió que una eventual evacuación del Ejército español del Sáhara no significase la entrada del Polisario en este territorio, sino que las Fuerzas Armadas españolas fuesen sustituidas por el Ejército marroquí. El 17 de junio de 1975, Franco respondió a Hassan II con una carta en cuyo encabezamiento se puede leer: “Majestad y gran amigo”. En ella, el dictador invoca que el tratado de amistad entre los dos países se aplique en el Sáhara. Si se respeta, dice Franco, tanto por parte de Marruecos como de otros países implicados, no habrá “razón para que incida en él la acción de ningún movimiento de liberación que esa pacífica descolonización excluye por sí misma”, dice en referencia al Polisario.

Franco insta a Hassan II a que ayude en la preparación de una conferencia cuatripartita (una cumbre entre España, Marruecos, Argelia y Mauritania) con la que se pretende involucrar a todos estos países en la descolonización del territorio. Además, le advierte de que si Marruecos no coopera “podría dar lugar a que España se viera en la necesidad de proceder unilateralmente en respuesta a una equívoca actuación ajena, ya que sería injusto que sus efectos le alcanzaran en el preciso momento en que está llevando a cabo la descolonización del Sáhara Occidental”.

El fallo de La Haya. Los meses pasaron sin encontrar una solución al problema hasta que la enfermedad y posterior agonía de Franco permitió a Hassan II activar la Marcha verde. Dicho movimiento popular se puso en marcha a finales de octubre tras el fallo del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, que cada parte –sobre todo la marroquí– interpretó a su antojo.

La Asamblea de la ONU había pedido en diciembre de 1974, a instancias de Marruecos y Mauritania, que dicho tribunal aclarase si el Sáhara era un territorio sin dueño –terra nullis– antes de la llegada de los españoles. La Haya negó esto último, pero indicó que no había lazos jurídicos de soberanía jurídica entre el sultán de Marruecos y las tribus saharauis.

El Gobierno español, lejos de apostar por el derecho de autodeterminación, se embarcó en una serie de disensiones entre los ministerios de Presidencia y Asuntos Exteriores. El primero, dirigido por Antonio Carro, se inclinaba por atender las reclamaciones marroquíes, mientras que el segundo, bajo la batuta de José María de Areilza, era favorable a la autodeterminación propugnada por la ONU y prometida varias veces a los saharauis que vivían en el territorio. La guinda del despropósito fue el viaje del ministro del Movimiento, José Solís, el 21 de octubre a Rabat, donde fue recibido por el monarca alauí.

En esa reunión se selló el destino del Sáhara, ya que Hassan II lanzó a continuación los preparativos de la Marcha verde. El régimen solo contratacó con el viaje propagandístico del príncipe Juan Carlos a El Aaiún, pero a los pocos días saltó la noticia de los Acuerdos de Madrid, firmados el 14 de noviembre y en los que España aceptaba retirarse de forma escalonada hasta febrero de 1976.

El exembajador Jorge Dezcallar rememora en su reciente libro de memorias la salida del Sáhara “con el rabo entre las piernas” por parte de las tropas españolas. “Nuestra descolonización no fue modélica ni en Guinea Ecuatorial ni en el Sáhara, pues quedamos mal con todos a la vez y no mantuvimos la palabra dada”, afirma.

Lo más sorprendente es que el Gobierno no informó de lo que se estaba gestando a la representación permanente de España ante la ONU, cuyo embajador Piniés se encontró de repente con la incómoda situación de tener que explicar un acuerdo, el de Madrid, que quitaba a Naciones Unidas todo protagonismo de este proceso de descolonización. Luego intentó maquillar la decisión con una carta enviada al secretario general de la ONU en la que decía que España no entregaba la soberanía, de la que por otra parte carecía, sino solo la administración del territorio.

“Aquello no se tuvo en pie”, se lamenta Dezcallar en su libro. “Mauritania abandonó la zona tras ser humilladamente derrotada por los polisarios y Marruecos se apoderó de todo y no cumplió con los compromisos adquiridos con nosotros en pesca y fosfatos. De aquellos polvos, los lodos que luego siguieron”, concluye.

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