Los diez mitos históricos del catalanismo

18 / 09 / 2015 Antonio Rodríguez y Luis Reyes
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En los últimos años se ha impuesto en Cataluña que la Guerra de Sucesión de 1714 o la Guerra Civil de 1936 fueron “invasiones” por parte de España. O que personajes como Colón o Cervantes no eran de donde se creía... sino catalanes

En las nuevas enciclopedias que han empezado a circular en Cataluña en los últimos años se pueden encontrar referencias al “escritor catalán” Ausias March o al “pintor catalán” Pablo Picasso. Dos tergiversaciones de nuevo cuño –el primero era valenciano y el segundo nació en Málaga– que sirven de ejemplo de cómo se ha empezado a moldear la historia de Cataluña desde los sectores más soberanistas. Cuenta el historiador José Luis Corral en su libro La Corona de Aragón: manipulación, mito e historia que los nacionalismos siempre han necesitado de “rotundos” hechos fundacionales para asentar sus posiciones políticas. Uno de los primeros catalanistas en manipular hechos históricos fue Antonio de Bofarull y Broca (1821-1892), director del Archivo de la Corona de Aragón (ACA) en la segunda mitad del siglo XIX y que en 1872 presentó un libro titulado La Confederación catalano-aragonesa. El éxito fue arrollador y este término se generalizó en libros, guías y folletos editados en Cataluña, y aun fuera de ella. Desde entonces, decenas de historiadores no han dejado de hablar de esa inexistente “Confederación catalano-aragonesa” o de conceptos erróneos como “Corona catalano-aragonesa”, “Reyes de Cataluña”, “conde-reyes” o los “Países catalanes”.

Bofarull era hijo de Próspero de Bofarull y Mascaró (1777-1859), un nacionalista romántico que también dirigió el citado ACA entre 1814 y 1840 y de nuevo entre 1844 y 1849. Próspero fue un miembro destacado del movimiento nacionalista catalán conocido como la Renaixença, que surgió a finales del reinado de Fernando VII, y estaba obsesionado por convertir a Cataluña en el centro del universo. Tenía a su alcance los fondos documentales más importantes de la Corona de Aragón y se puso manos a la obra: primero escribió un libro sobre los condes de Barcelona, que se publicó en 1836, y después pretendió demostrar que la conquista del Mediterráneo por la Corona de Aragón había sido “una empresa catalana” gracias a los almogávares.

También se atribuye a Próspero de Bofarull la desaparición del primero de los testamentos de Jaime I, el del año 1245. Este documento, contrario a las tesis pancatalanistas, estaba registrado en el ACA con el número 758 de su serie de Pergaminos. Según Antonio Ubieto, a mediados del siglo XIX en el ACA se “suprimió y se quemó cuanto hizo falta”. Así que el citado documento, que conocieron Jerónimo Zurita y otros historiadores anteriores a mediados del siglo XIX, sigue extraviado, al menos desde 1868.

Desde que los Bofarull manipularon y falsificaron la historia de la Corona de Aragón, han sido muchos los que se han sumado a esta tarea. Por ejemplo, en la última Enciclopedia catalana se define a la “Corona catalano-aragonesa” como un “Estado llamado también modernamente unión o confederación catalano-aragonesa que se ha desarrollado históricamente en los Países catalanes y Aragón en los siglos XII y XVIII (…) Originada por la unión dinástica de Cataluña y Aragón en 1137 (…) Alfonso I de Cataluña-Aragón (…) El título de conde-rey ha sido dado por la historiografía moderna”. Con todo, no es lo peor. He aquí los diez principales mitos históricos que se han creado desde Cataluña:

GUERRA DE “ESPAÑA CONTRA CATALUÑA”

La Diada conmemora la caída de Barcelona en 1714, en lo que se presenta como una guerra de España contra Cataluña. Sin embargo, la Guerra de Sucesión no fue un conflicto hispano-catalán, sino una guerra civil dinástica, solapada con una guerra europea. La nobleza se dividió en toda España entre Felipe V y el pretendiente, Carlos de Austria. Las instituciones catalanas, valencianas y aragonesas se unieron a este por la promesa de mantener sus fueros, pero el pueblo intervino poco. No hubo tropas catalanas en las batallas campales, como Almansa. Es más, la mayoría de los combatientes eran extranjeros, franceses con Felipe V, anglo-holandeses con Carlos. La profanación de iglesias por estos –eran protestantes– los hicieron más odiosos que los franceses para el pueblo español, incluido el catalán.

Cuando el pretendiente desembarcó en Barcelona fue proclamado “Carlos III, rey de España”, y no rey de Cataluña, como pretenden ahora. El comandante militar de la defensa de Barcelona en 1714, Antonio Villarroel y Peláez, era de familia gallega, y la última convocatoria a la lucha que hizo la Generalitat fue “por la libertad de toda España”. Pese a ello, en Cataluña algunos hablan de Guerra de Secesión, en vez de Sucesión.

 

EL MÁRTIR QUE SALIÓ BIEN LIBRADO

La estatua de Rafael de Casanova que se homenajea en la Diada lo representa doliente, herido. En Cataluña se considera un mártir a este conseller en cap, que sin embargo salió bien librado de su rebelión contra Felipe V. Cuando el general Villarroel, consciente de la superioridad enemiga, propuso la rendición negociada de Barcelona, Casanova tomó el mando recibiendo órdenes “de la Virgen de la Merced”, y planteó una defensa al límite que provocó mucha muerte y destrucción. Pero al dar los borbónicos el asalto final el 11 de septiembre de 1714, solicitó una suspensión de las armas, una tregua. Se negociaron entonces las condiciones de capitulación, que incluían el indulto de todos los miembros de la Generalitat, pero no de los militares. Villarroel y sus oficiales –la mayoría no catalanes– pasarían años presos.

El verdugo actuó en Barcelona, pero no para cortar cabezas, sino para quemar simbólicamente los fueros. A Casanova le embargaron los bienes y le asignaron residencia en casa de su hijo, en Sant Boi. Cinco años después fue amnistiado y ejerció libremente como abogado en Barcelona hasta que se retiró en 1737. Murió plácidamente seis años después.

 

“REPRESIÓN ESPAÑOLA” EN LA GUERRA CIVIL

Se presenta a Cataluña como víctima colectiva de los españoles franquistas, cuando la violencia política fue general en toda España, y fundamentalmente obra de elementos locales. En 1936 la izquierda catalana asesinó a 8.352 personas, según Josep Fontana, incluidos 281 nacionalistas moderados de la Lliga, cuatro obispos y 1.205 religiosos. Si algo distinguió la violencia en Cataluña fue la “guerra civil dentro de la Guerra Civil” de mayo del 37. Comunistas, republicanos y Generalitat se enfrentaron a anarquistas y trotskistas, y hubo entre 500 y 1.000 muertos, según la prensa de la época, incluido el secretario general de la UGT catalana. Tras la victoria franquista Cataluña padeció el mismo género de represión que el resto de la España republicana, a cargo del Ejército, la Policía y las milicias falangistas o requetés, entre las que naturalmente había catalanes. Según Josep Maria Solé Sabaté hubo 3.385 fusilamientos, y en 1940 había unos 27.000 presos políticos, cifras que no desentonan con el resto de la represión franquista.

 

PAïSOS CATALANS, EL SUEÑO IMPERIAL

Los Països Catalans son una entidad nacional catalana basada en la lengua que abarcaría Valencia (incluso el área castellanoparlante), Baleares, Andorra y partes de Aragón, Murcia, Francia y Cerdeña. Fue idea de valencianos catalanistas, entre los que Josep Guia planteaba “llamarle sencillamente Cataluña” al territorio.

Históricamente puede hablarse de un imperio aragonés en el Mediterráneo, que se extendió por Italia y llegó al Egeo, pero no de “imperio catalán”. Se trata de una cuestión de protocolo territorial o primacía política, categorías determinantes de la historia de Europa. El condado de Barcelona se unió al Reino de Aragón por la boda del conde Ramón Berenguer IV con la reina Petronila, que implicaba una supeditación, pues no se podía comparar la categoría de un conde (siempre súbdito de un señor superior) con la de un rey, que es soberano.

La diferencia venía de los inicios de la Reconquista. Mientras astur-leoneses, castellanos, navarros y aragoneses se liberaron por ellos mismos de los moros y formaron reinos independientes, Carlomagno conquistó Gerona y Carlos el Calvo, la ciudad de Barcelona, creándose la Marca Hispánica, territorio fronterizo del Imperio carolingio bajo la autoridad de un conde francés, el conde de Barcelona. Esta inferioridad histórica respecto al resto de los españoles, pueblos soberanos frente a uno vasallo, explica la secular hipersensibilidad catalana, su anhelo de reconocimiento como entidad superior.

 

INVENCIÓN DE UN CRIMEN DE ESTADO

“Pau Claris fue envenenado por los españoles”, medios e historiadores catalanes denuncian así un supuesto crimen de Estado del que no existe ninguna evidencia. Claris, presidente de la Generalitat, proclamó el 16 de enero de 1641 la República Catalana. Una semana después, incapaz de enfrentarse al Ejército real o a las turbas que alteraban el orden, le entregó Cataluña a Francia y aceptó al rey Luis XIII como nuevo soberano. Pocas veces un político ha cosechado fracaso semejante, cambiar la autonomía bajo los Austrias por el centralismo borbónico. Un mes después murió del berrinche, aunque como era costumbre en la época hubo rumores de envenenamiento. La única referencia histórica a ello es una carta del embajador francés, que dice “on a empoisonné par un lavement”. La traducción de esta frase puede decir “se ha envenenado por una lavativa”, “le han envenenado” o “le hemos envenenado”. En realidad Claris podía ser más molesto para el dominio francés que para España, pues el enemigo de España ya no era Claris, sino los franceses.

AMÉRICA LA DESCUBRIERON LOS CATALANES

En 2012 apareció un libro de Enric Guillot que se titula Descoberta i conquista catalana d’Amèrica. Fue editado en Barcelona en tres idiomas (catalán, español e inglés) y en él se asegura que las naves de Colón salieron en 1492 del puerto de Pals, en la costa catalana, y no de Palos de la Frontera (Huelva). También se dice que Hernán Cortés no era extremeño, sino catalán, un tal Ferran Cortès. Que Cristóbal Colón, al que llama “Cristòfor Colom”, también era catalán, barcelonés, miembro “de la Casa Real catalana” que llevó su expansión por el Mediterráneo. No se queda ahí este relato novelesco. La empresa Catalonia Tours, que recibe ayudas públicas de la Generalitat, incluye en su folleto turístico la siguiente afirmación: “Solo la constante voluntad de aniquilar la memoria histórica catalana por parte de los españoles explica la nacionalidad de Cristóbal Colón haciendo creer que era genovés”.

Este pretendido ocultamiento de las raíces catalanes se hace extensible a Fernando de Magallanes, de quien el Institut Nova Historìa afirma haber encontrado en el Museo Etnológico de Barcelona una prueba de ello, concretamente en un mapa “antiguo” de Filipinas en el que aparece la nao Victoria con los colores de la “senyera cuatribarrada a popa”. O al fraile Bartolomé de las Casas (Bartomeu Cases, para el Institut), el gran defensor de los indígenas con su libro Historia de las Indias, ya que se sugiere que nació en Molins de Rei (y no en Sevilla) al ser esta localidad catalana donde se entrevistó con el emperador Carlos V.

LA CONQUISTA DEL MEDITERRÁNEO, UNA “EMPRESA CATALANA”

Próspero de Bofarull pretendió demostrar que la conquista del Mediterráneo por la Corona de Aragón había sido “una empresa catalana”. Para ello, manipuló registros del Archivo de la Corona de Aragón, suprimiendo o tergiversando aquellos nombres de pobladores que no coincidían con su planteamiento. En la actualidad, la página web de la Generalitat afirma en su apartado Historia que “en el siglo XIII Cataluña tuvo una de las mejores infanterías del mundo, los almogávares”, reduciendo de esta forma a este grupo de soldados al ámbito catalán, cuando entre ellos hubo aragoneses, navarros e, incluso, castellanos de la serranía ibérica.

EL REINO CRISTIANO DE VALENCIA FUE REPOBLADO CON CATALANES

Existe el convencimiento en Cataluña de que los dominios árabes de Valencia se repoblaron con catalanes cuando este territorio pasó a manos de la Corona de Aragón en el Medievo. Los trabajos recientes de Antonio Ubieto y Amparo Cabanes, entre otros, han desmontado esta manipulación al concluir que en las cifras reales de repobladores cristianos en Valencia había una gran presencia de aragoneses y navarros (del 66% se precisa) entre los nuevos habitantes valencianos del siglo XIII.

LA PRIMERA DERROTA DE NAPOLEÓN… FUE EN CATALUÑA

La empresa Catalonia Tours afirma en su página de viajes, bajo el epígrafe de “300 años de ocupación española”, que “la Guerrá del Francés (1808-1814)... fue la primera batalla que nación alguna ganaba a los Ejércitos napoleónicos”. Se trata de la escaramuza del Bruch, no lejos de Montserrat, el 4 de junio de 1808, cuando un tamborilero y un grupo de soldados españoles y reclutas del somatén acaban con 300 franceses y logran parar por unos días el avance de dos columnas galas de unos 2.000 efectivos. Nada que ver con la batalla de Bailén (Córdoba) del 19 de julio, a campo abierto y donde 21.000 franceses, con el general Dupont al frente, se rindieron o murieron ante un Ejército español comandado por el general Castaños.

CATALUÑA YA EXISTÍA CON LOS GRIEGOS Y LOS TARTESIOS

Otra perla en Catalonia Tours: “Cataluña tiene sus orígenes en la tradición helénica, heredera de la cultura de los primeros griegos llegados a Empúries (Emporion) en el siglo VI antes de Cristo. Este valor ha estado siempre presente y consciente en nuestra nación, y ha marcado el talante de nuestra historia como base democrática y tolerante, versus el origen de derecho romano de españoles y franceses, de tradición impositiva y siempre cercana a la inquisitorial Iglesia de Roma”. Es decir, los catalanes bebieron del espíritu griego de la democracia, mientras que los españoles se quedaron con la “tradición impositiva” heredada de Roma. Por su parte, Víctor Cucurull, miembro de la actual Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), afirma sin rubor que el verdadero centro de poder en la península de los tartesios, anteriores a los griegos, no estuvo en Cádiz, sino en la actual Tortosa (Tarragona), de ahí el nombre de esta localidad en la que desemboca el río Ebro.

LOS HISTORIAFRIKIS

La manipulación de la historia es uno de los delitos intelectuales más viejos del mundo y es propio de todos los totalitarismos, según un concepto que definió el jerarca nazi Joseph Goebbels: una mentira mil veces repetida acaba por convertirse en una verdad. Se convierte así en lícito mentir por una “buena causa”. Un ejemplo clásico: para animar a los cristianos a combatir a los musulmanes, el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada se inventó a mediados del siglo XIII la batalla de Clavijo, que jamás existió, y en la que habría intervenido a mandoble limpio el mismísimo apóstol Santiago. El apóstol debe a aquel cuento su iconografía (a caballo, espada en mano) y buena parte de su fama. De aquello procede el “voto de Santiago”.

La “buena causa” de la independencia de Cataluña ha animado a personajes muy pintorescos a hacer cosas parecidas.

El autodenominado “historiador” Jordi Alsina i Bilbeny, miembro e incluso creador de algunas sociedades “historiográficas” que siempre acaba abandonando por voluntad propia o por la de otros, lleva años difundiendo que Cristóbal Colón era catalán y que su viaje a América no comenzó en Palos de la Frontera sino en Pals de l’Empordá (Gerona); que Miguel de Cervantes no era tal, sino un noble de los Països Catalans (concretamente de Valencia) llamado Joan Miquel Servent, que tenía casa en Barcelona y familia en Jijona; que El Quijote se redactó originariamente en catalán y que venía a ser un durísimo alegato contra España.

Más investigaciones históricas de Bilbeny: que El Lazarillo de Tormes cuenta en realidad la vida de Llàtzer de Tormos; no Tormes sino Tormos, pueblo de la Marina Alta, provincia de Alicante; que Santa Teresa de Jesús no se llamaba Teresa de Cepeda y Ahumada, como ella misma decía cada vez que le preguntaban, ni había nacido en Ávila, sino que era Teresa Enríquez de Cardona, abadesa del monasterio de Pedralbes, en Barcelona. Y por ahí seguido.

Prosigue Bilbeny con que Hernán Cortés no era extremeño de Medellín, provincia de Badajoz, sino catalán de nombre Ferrán, lo mismo que el insigne médico Miguel Servet (que pasaría así a ser exaragonés), y hasta que la bandera de los Estados Unidos no es, en realidad, más que una versión mucho más fea de la senyera.

La locura es enfermedad fácilmente contagiosa, y así otro sujeto, de nombre Pep Mayolas, autor de algunos libros de viajes y de artículos en la prensa local, se ha transmutado en investigador y sostiene no solo que Cristóbal Colón era catalán, sino que Erasmo de Rotterdam también lo era... y, además, hijo del propio Colón. Además: que buena parte de los hijos de Isabel de Castilla y de Fernando de Aragón no los paría Isabel sino otra mujer, a la que este Mayolas llama “vientre de alquiler”, que era, ¡naturalmente!, catalana. Así que los reyes de Castilla descendientes de Isabel eran, en realidad, todos catalanes.

Todo esto ¿con qué se argumenta? Pues, en primer lugar, con el prestigio personal y la palabra de honor de los historiadores, que han dedicado largos años de esfuerzo a descubrir semejantes maravillas.

En segundo término, con la existencia (fabulosa, claro está), de una mano negra censora y perversa que durante ¡cinco siglos enteros! se habría dedicado a cambiar todo hecho o logro de los catalanes para atribuirselo a Castilla (o a Holanda en el caso de Erasmo de Rotterdam, hay que suponer). El famoso mito de que nos han engañado siempre, toda la vida, los “historiadores oficiales”, que Pep Mayolas argumenta así: “Sí, la gente no está dispuesta a cambiar su visión de la historia. Parece que lo aprendido en la escuela tenga que ir a misa. La existencia de la censura era palpable y demostrable. Si se quería controlar el discurso [oficial, la historia que conocemos] era porque lo que ocurría era diferente a lo explicado”. Es decir, el victimismo, la desvergüenza y la impunidad en estado puro, porque, al parecer, la creación de esa mano negra exime a estos historiadores de demostrar las cosas que dicen. No hace falta. Basta con hacer creer a la gente que los otros eran malísimos y que durante medio milenio crearon un ministerio del tiempo para jorobar a los catalanes. Y eso se repite las veces que haga falta. Como lo de Clavijo. Como Goebbels.

Lo más parecido a una argumentación científica (de algún modo hay que llamarlo) que hacen estos historiafrikis es recurrir a semejanzas lingüísticas y a “importantes estudios que pronto verán la luz y que demostrarán todo esto”. Las semejanzas lingüísticas o toponímicas pueden inventárselas cualquiera, como puede verse, y no significan nada ante las montañas de evidencias documentales que prueban que lo que dice la historia era cierto. Y los “importantes estudios que pronto verán la luz”... nunca la han visto. Ni la verán, sin duda, porque la gente ya no se cree invenciones como las de Clavijo... por más independentistas que sean.

Lo único que queda demostrado –esto sí– en los “descubrimientos” de personajes como Bilbeny y Mayolas es un inmenso amor por la historia y la literatura españolas. Tanto que quieren apropiárselas para su “buena causa”. Eso sí que hay que agradecérselo, sin duda.

Luis Algorri

Grupo Zeta Nexica