Las dos caras de Ada Colau

02 / 10 / 2017 Antonio Fernández
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Dos años al frente del ayuntamiento han convertido a la alcaldesa de Barcelona en una rara avis en la política catalana que no deja indiferente a nadie.

Pareja. Ada Colau y su marido, Adrià Alemany, en la presentación del libro que coescribieron contra los desahucios. FOTO: RICARD CUGAT

Parece increíble cuántas cosas ha hecho ya Ada Colau desde el día de su investidura como alcaldesa de la ciudad de Barcelona. Para empezar, el mismo día 13 de junio de 2015 encargó unos trabajos imprescindibles para el buen funcionamiento del municipio, es decir, ordenó que se colocasen unas pantallas gigantes, y otros medios de difusión exterior, en la plaza de Sant Jaume para que todos pudiesen admirarla y disfrutar con ella de su coronación”. Esta sarcástica descripción está contenida en un libro que lleva el sugerente título de Epopeya colauista y que fue publicado, a modo de crítica, por el diario independentista Catalunya Lliure.

La descripción se ajusta a la imagen que Ada Colau ha proyectado entre sus rivales y que incluso es aceptada por muchos de los suyos: la alcaldesa de Barcelona se ha convertido en estos dos años en una rara avis que va por libre en el universo político catalán, navegando entre dos aguas, sorteando todos los obstáculos y tratando de quedar bien con todos, hasta el punto de dar la impresión de que está por encima del bien y del mal. Solo desde ese punto de vista se puede entender que se negase en redondo a ceder locales municipales para los colegios electorales del referéndum del 1 de octubre, pero que el mismo día en que los negaba, anunciara que había llegado a un acuerdo con el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, para que los barceloneses puedan votar. Para muchos, es la cuadratura del círculo. Ada Colau encabezó en 2015 la plataforma electoral Barcelona en Comú, formada por su pequeño partido, Guanyem, que alcanzó acuerdos con Iniciativa per Catalunya (ICV), Equo, Procés Constituent y Podemos. Curiosamente, se negó en redondo a hacer primarias en la coalición, hecho que supuso la salida de la operación del Partido Pirata, que acabó aliándose con la CUP. Contra todo pronóstico, Colau ganó las elecciones, aunque obteniendo solo 11 concejales de un consistorio de 41. En la actualidad, gobierna con el apoyo de los cuatro ediles del PSC.

“Ada Colau es lo más parecido a Felipe González. Ambos han nacido para vender y mentir. Desde el punto de vista de la comunicación, es un diamante en bruto. Es cierto que tiene mucha capacidad de comunicación, pero no tiene visión de conjunto como tenía Felipe. Este sabía lo que tenía que decir y lo que tenía que hacer. Ada sabe lo que tiene que decir, pero aún no sabe lo que tiene que hacer”, dice una persona que ha trabajado cerca de ella y que la conoce muy bien. Este colaborador subraya que “es capaz de decir a cada votante lo que quiere oír. Y, en resumen, dice una cosa, hace otra y no da explicaciones”.

Lo cierto es que Colau no deja indiferente a nadie. “La alcaldesa se ha convertido en un animal político. Si hay que describirla, diría que es la amenaza de la chica gordita de clase. Casi pasa desapercibida hasta que da el aldabonazo. Esta descripción no es edificante, pero es real. Y luego, proyecta una imagen muy populista. La gente la ve próxima y por eso tiene un paquete importante de votos”, describe una persona que la conoce bien y que ha departido con ella. Carina Mejías, líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, la define como “soberbia, incapaz de escuchar las razones del otro y que siempre quiere que impere su opinión. Es ambiciosa y no duda en utilizar el cargo en beneficio propio, para su trayectoria personal”. De parecida opinión es Alberto Fernández Díaz, líder del PP en el consistorio: “Juega con la gesticulación política y se aprovecha de la indulgencia de los medios de comunicación, que la han dejado en paz. Accedió a la alcaldía desde el activismo y la demagogia y sigue instalada en esos parámetros”, dice a TIEMPO.

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